Quejas de María y Aarón.

Quejas de María y Aarón.

María habló con Aarón contra Moisés a propósito de la mujer cusita que había tomado por esposa: porque se había casado con una cusita. Decían: «¿Es que Yahvé no ha hablado más que por medio de Moisés? ¿No ha hablado también por medio de nosotros?» Y Yahvé lo oyó.
Moisés era un hombre muy humilde, más que hombre alguno sobre la faz de la tierra.

Respuesta divina.

De improviso, Yahvé dijo a Moisés, a Aarón y a María: «Salid los tres hacia la Tienda del Encuentro.» Y salieron los tres. Bajó Yahvé en la columna de Nube y se quedó a la puerta de la Tienda. Llamó a Aarón y a María y se adelantaron los dos.   Dijo Yahvé: «Escuchad mis palabras: Si hay entre vosotros un profeta, en visión me revelo a él, y hablo con él en sueños. No así con mi siervo Moisés: él es de toda confianza en mi casa; boca a boca hablo con él, abiertamente y no en enigmas, y contempla la imagen de Yahvé. ¿Por qué, pues, habéis osado hablar contra mi siervo Moisés?» Y se encendió la ira de Yahvé contra ellos. Cuando se marchó, y la Nube se retiró de encima de la Tienda, María advirtió que estaba leprosa, blanca como la nieve. Aarón se volvió hacia María y vio que estaba leprosa.

La intercesión de Aarón y de Moisés.

Y dijo Aarón a Moisés: «Perdón, Señor mío, no cargues sobre nosotros el pecado que neciamente hemos cometido. Por favor, que no sea ella como quien nace muerto del seno de su madre, con la carne medio consumida.»   Moisés clamó a Yahvé diciendo: «Oh Dios, cúrala, por favor.» Yahvé respondió a Moisés: «Si tu padre le hubiera escupido al rostro, ¿no tendría que pasar siete días de vergüenza? Que quede siete días fuera del campamento y luego sea admitida otra vez. María quedó siete días excluida del campamento. Pero el pueblo no partió hasta que ella se reintegró. Después el pueblo partió de Jaserot y acamparon en el desierto de Parán.

Exploración de Canaán.

Yahvé dijo a Moisés: «Envía algunos hombres, uno por cada tribu patriarcal, para que exploren la tierra de Canaán que voy a dar a los israelitas. Que sean todos principes entre ellos.» Los envió Moisés, según la orden de Yahveh, desde el desierto de Parán: todos ellos eran jefes de los israelitas.
Sus nombres eran éstos: por la tribu de Rubén, Samúa, hijo de Zacur;
por la tribu de Simeón, Safat, hijo de Jorí;
por la tribu de Judá, Caleb, hijo de Jefoné;
por la tribu de Isacar, Yigal, hijo de José;
por la tribu de Efraím, Hosea, hijo de Nun;
por la tribu de Benjamín, Paltí, hijo de Rafú;
por la tribu de Zabulón, Gadiel, hijo de Sodí;
por la tribu de José: por la tribu de Manasés, Gaddí, hijo de Susí;
por la tribu de Dan, Amiel, hijo de Guemalí;
por la tribu de Aser, Setur, hijo de Miguel;
por la tribu de Neftalí, Najbí, hijo de Vafsí;
por la tribu de Gad, Gueuel, hijo de Makí.
Esos son los nombres de los que envió Moisés a explorar el país. Pero a Hosea, hijo de Nun, Moisés le llamo Josué.    Moisés los envió a explorar el país de Canaán, y les dijo: «Subid ahí por el Négueb y después subiréis a la montaña. Reconoced el país, a ver qué tal es, y el pueblo que lo habita, si es fuerte o débil, escaso o numeroso; y qué tal es el país en que viven, bueno o malo; cómo son las ciudades en que habitan, abiertas o fortificadas; y cómo es la tierra, fértil o pobre, si tiene árboles o no. Tened valor y traed algunos productos del país.» Era el tiempo de las primeras uvas. Subieron y exploraron el país, desde el desierto de Sin hasta Rejob, a la Entrada de Jamat. Subieron por el Négueb y llegaron hasta Hebrón, donde residían Ajimán, Sesay y Talmay, descendientes de Anaq. Hebrón había sido fundada siete años antes que Tanis de Egipto. Llegaron al Valle de Escol y cortaron allí un sarmiento con un racimo de uva, que transportaron con una pértiga entre dos, y también granadas e higos. Al lugar aquél se le llamó Valle del Racimo, por el racimo que cortaron allí los israelitas.

Relato de los enviados.

Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar la tierra. Fueron y se presentaron a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad de los israelitas, en el desierto de Parán, en Cadés. Les hicieron una relación a ellos y a toda la comunidad, y les mostraron los productos del país.

Les contaron lo siguiente: «Fuimos al país al que nos enviaste, y en verdad que mana leche y miel; éstos son sus productos. Sólo que el pueblo que habita en el país es poderoso; las ciudades, fortificadas y muy grandes; hasta hemos visto allí descendientes de Anaq. El amalecita ocupa la región del Négueb; el hitita, el amorreo y el jebuseo ocupan la montaña; el cananeo, la orilla del mar y la ribera del Jordán.»

Caleb acalló al pueblo delante de Moisés, diciendo: «Subamos, y conquistaremos el país, porque sin duda podremos con él.» Pero los hombres que habían ido con él dijeron: «No podemos subir contra ese pueblo, porque es más fuerte que nosotros.» Y empezaron a desacreditar ante los israelitas el país que habían explorado, diciendo: «El país que hemos recorrido y explorado es un país que devora a sus propios habitantes. Toda la gente que hemos visto allí es gente alta. Hemos visto también gigantes, hijos de Anaq, de la raza de los gigantes. Nosotros nos veíamos ante ellos como saltamontes, y eso mismo les parecíamos a ellos.»