El virus ya estaba en febrero, ¿por qué es una noticia buena y mala a la vez?

Mucho antes de que las autoridades sanitarias reconocieran que en España había algún riesgo de contagio, mucho antes de que Fernando Simón admitiera que se habían producido las primeros casos comunitarios en nuestro país, quizá incluso antes de que el SARS-CoV-2 fuera un asunto tratado en las mesas de los expertos del Gobierno, el coronavirus ya campaba a sus anchas por España. Es incluso muy probable que muchos de los casos de esa «gripe tan fuerte que estamos pasando este año» contabilizados en febrero fueran realidad casos de Covid-19.

El estudio de los 28 genomas de virus estudiados por el Instituto de Salud Carlos III arroja como principal y más sorprendente conclusión que el agente patógeno estaba en España al menos desde mediados de febrero y que no invadió nuestro país por una sola vía de entrada, sino por varias a la vez. Las sutiles diferencias genéticas encontradas en las 28 secuencias analizadas de pacientes españoles demuestran que los virus mayoritariamente instalados en nuestro territorio pertenecen al menos a dos orígenes distintos (las especies o «clados» llamadas G y S) y un porcentaje menor a una tercera estirpe, el clado V. Esta diversidad no puede ser explicada más que mediante una penetración sistemática de virus procedentes de diferentes orígenes epidemiológicos. En España no hubo una sola vía de entrada que contagiara a un paciente cero español. Más bien nos vimos bombardeados desde diferentes flancos a la vez.

El trabajo se basa en el rastreo de sutiles variaciones en la información genética de los virus. Uno de estos microorganismos expresa una información genérica relativamente fácil de secuenciar porque es muy simple a penas está formada por 30.000 pares de bases o «letras» del alfabeto genético. El genoma humano está formado por 3.000 millones de pares de base.

Cada vez que un virus penetra en una célula «secuestra» su ADN y lo utiliza para copiarse a sí mismo. Puede hacerlo cientos de miles de veces en un día. Y en ese proceso de copia se producen errores de transcripción. Esas diferencias entre el modelo y la copia son muy útiles porque indican cuánto tiempo lleva un virus en circulación y con qué otros miembros de su especie se relaciona. Tirando del hilo de los errores de copia se ha podido establecer que los virus que infectaron a los primeros españoles vinieron del extranjero al menos a mediados de febrero, si no antes.

Hay que recordar que en aquello días las autoridades sanitarias negaban la existencia de contagiados en España. El único enfermo por coronavirus oficialmente reconocido era un paciente alemán residente en La Gomera que supuestamente había sido infectado en Alemania. Eran los tiempos en los que Fernando Simón diferenciaba entre «contagios importados» y «contagios comunitarios». Hasta el 24 de febrero no se informó de contagios en Madrid, Cataluña y Valencia y aún se seguía siendo prudente sin confirmar que la transmisión comunitaria fuera evidente.

Lo cierto es que muy probablemente ya lleváramos por aquel entonces varias semanas de dispersión del virus por las islas y la península, si se confirman los datos del Instituto de Salud Carlos III.

La noticia es buena y mala a la vez. Buena porque eso indicaría que hay muchas más personas ya contagiadas y por lo tanto inmunizadas de lo que creemos. Las tasas de dispersión del virus antes de llegar siquiera a conocer de su presencia en España debieron de ser altísimas. De hecho, algunos expertos creen que el coronavirus pudo coincidir en el tiempo con el brote de gripe estacional que afectó a nuestro país entre enero y febrero y que fue especialmente virulento. Quizás algunos casos de Covid-19 pasaron inadvertidos entonces.

Pero la noticia es mala porque demuestra que hemos perdido un tiempo precioso para reaccionar a la pandemia. En algunos países como Islandia se empezaron a tomar medidas y hacer tests antes incluso de tener un primer caso de contagio interior. Aquí, al parecer, el virus ya era dueño del terreno mientras nuestras autoridades seguían pensando que no habría más que algunos pequeños casos «a lo sumo». Ese tiempo perdido pasará factura a la hora de salir de la crisis.