Covid-19 Las caras de la solidaridad

Por las calles de ciudades y pueblos no caminan muchas personas estos días. La mayoría de la población se protege en sus casas del acechante coronavirus. Sin embargo, en las aceras se adivinan las estelas de ‘héroes’ que salen porque tienen un servicio que realizar o un compromiso que cumplir. No vuelan, ni tienen fuerzas superiores. Son hilos visibles, pero anónimos, que tejen una fuerte red.

Los hay que ‘batallan’ desde primera línea como la enfermera Pilar Arilla y la médico Pilar López, que trabajan cada jornada al 150% en el centro de salud para atender a los pacientes («sobre todo con los mayores», los más vulnerables ante el virus). O Berta Guerrero, al frente de una residencia de personas con discapacidad intelectual, que cuenta con un equipo «formidable, que se ha volcado y está dándolo todo a pesar del miedo». O los policías A. Lomero y C. Arcega, que a pie de calle vigilan que los ciudadanos cumplan a rajatabla las medidas impuestas a raíz del estado de alarma («el esfuerzo que hacemos las Fuerzas de Seguridad es para que la gente se quede en casa», dicen). O el teniente Rubén Cabezas de la Unidad Militar de Emergencias (UME), que está desplazándose estosdías por distintos puntos de España realizando tareas de desinfección (desde Aragón pasando por el País Vasco y, en estos momentos, en Barcelona).

Otros lo hacen en segunda línea con tareas tan importantes como la que desarrolla Adela Badía, trabajadora de la Casa de la Mujer en el servicio de atención a mujeres víctimas de la violencia de género. O la del transportista Rodrigo Burillo, que cada mañana carga su camión de alimentos de primera necesidad y de productos higiénicos para abastecer supermercados y ferreterías de Zaragoza. Por su parte, el panadero Bernardo Rodríguez y su mujer Rebeca Farjas elaboran desde primera hora sus ricos panes, ese alimento básico en nuestra dieta («hay que animar a la gente a que no se olvide del pequeño comercio»).

Y no faltan gestos de solidaridad en tiempos tan complicados. Gloria Fontán es una de las 28 mujeres de Esplús que, como otros muchos pueblos de la Comunidad, ayudan cosiendo mascarillas. «Que no hubiera en los hospitales me parece increíble. Los políticos hacen su labor, mejor o peor, pero el mundo funciona por los ciudadanos», destaca. Mientras, la joven estudiante Ana Estévez ha puesto en marcha un servicio de voluntariado para atender a personas mayores en Cella.

Todos ellos, al igual que el resto de ‘héroes anónimos’ de Aragón y del conjunto del país, también merecen un aplauso.