Aprobado final del Parlamento Europeo al acuerdo del Brexit

El Parlamento Europeo dio ayer el último paso para la consumación del Brexit en la madrugada del 31 de octubre. Una votación de desenlace esperado pero altamente simbólica, ya que supone también el abandono definitivo de los 73 eurodiputados británicos, muchos de ellos con lágrimas en los ojos, y el comienzo de una nueva etapa con pocas certezas y muchos interrogantes. La Eurocámara dio luz verde con la abrumadora mayoría de 621 votos a favor, 49 en contra y 13 abstenciones. La votación fue clausurada con los eurodiputados británicos en pie mientras cantaban «Auld Lag Syne», una canción tradicional escocesa, típicamente utilizada en las despedidas.

A pesar del momento sin precedentes en la historia del club, en la capital comunitaria la salida del bloque este viernes ha quedado relegada a un acto meramente burocrático. Sin boato ni alharacas, quizás en la más clara tradición del espíritu funcionarial de la burbuja europea. En la madrugada del viernes al sábado, la «Unión Jack» dejará de ondear a la entrada de la Eurocámara y, después la bandera formará parte del museo Casa de la Historia Europea, a pocos metros del hemiciclo europeo. Será con discreción y casi con nocturnidad. Reino Unido como socio del club europeo es ya pasado y Bruselas considera que simplemente no hay nada que celebrar, aunque algunos sigan creyendo en su reingreso en el club quizás dentro de unos años, cuando Londres sienta en sus carnes la sensación de orfandad ante un tablero internacional cada vez más convulso y menos fiable.

«Haremos una Unión Europea tan atractiva que vuestros hijos y vuestros nietos querrán volver», confió el jefe de filas del Partido Popular, Manfred Weber. «El Brexit les ha dado una victoria pírrica porque el Acuerdo de Salida muestra que nuestros lazos simbólicos sobrevivirán», afirmó Iratxe García como representante de los socialistas europeos.

El sentimiento generalizado en la burbuja europea es la incertidumbre teñida de una acusada melancolía. «Una gran nación se va. Una nación que culturalmente, económicamente y políticamente nos ha dado mucho. Es triste decir adiós a una nación que dos veces dio su sangre para liberarnos», aseguró ayer Guy Verhofstadt, el coordinador del Brexit en la Eurocámara. En medio de esta sensación de pesar generalizado, la euforia de los eurófobos británicos. Nigel Farage, del Partido del Brexit, reconoce que echará de menos su papel de «villano de esta pantomima», en relación al proyecto de integración europeo. «Hay muy pocas personas en la vida, particularmente en política, que logran su sueño. Y en muchos sentidos yo lo he logrado», ha reconocido Farage, un adicto a los focos tanto dentro como fuera del hemiciclo y que ha permanecido en la Cámara europea desde 1999.

Tras la votación, tuvo lugar una recepción de despedida para los eurodiputados británicos organizada por el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli. Antes, las delegaciones de los diferentes grupos hicieron los propio. «No es un adiós, es un hasta luego», fue el mensaje que presidió desde una pantalla el homenaje de los socialdemócratas a sus compañeros. Los eurodiputados laboristas lucieron bufandas rojas y azules, en representación de las enseñas europea y británica, con el lema «Unidos en la diversidad» y las fechas del principio y el fin de los 47 años años de un complicado matrimonio (1973-2020). A algunos les resultó difícil disimular la emoción, antes de volver a cruzar el Canal de la Mancha por última vez. Al menos como eurodiputados.

Pero ahora toca mirar al futuro, por muy incierto que sea. En el periodo transitorio nada cambiará demasiado. Reino Unido no participará en las decisiones del club comunitario, pero seguirá teniendo acceso al mercado único y estará obligado a cumplir las sentencias europeas dictadas por el Tribunal de Justicia de la UE. Mientras, deben comenzar contrarreloj las negociaciones de un acuerdo comercial que debe sellarse en apenas once meses, ya que Londres rechaza una posible prórroga de las negociaciones. Los Veintisiete están dispuestos a encarar el desafío a pesar de las dificultades y del tono marcadamente chantajista del primer ministro británico.