Rodrygo cumple el sueño de la Cenicienta con un ‘hat-trick’ en el Bernabéu

El lugar de un rey o una reina no lo ocupa cualquiera. La aristocracia exige crianza, al menos en el fútbol, donde no se es monarca por dónde se nace, sino por lo que se hace. Seamos serios. Rodrygo pisa alfombra de reyes en el Bernabéu, el último Cristiano, y por ello cualquier juicio sobre su rendimiento necesita la perspectiva del tiempo. Lástima que no exista. Por ahora, es una Cenicienta en sueños, los suyos y los ajenos, a la que no se le han caído las botas. Están bien apretadas, como su juego, directo siempre al lugar de la muerte que, en su caso, es el de la vida, bendita vida para este Madrid.

Rodrygo hace bien muchas cosas, pero ninguna de ellas pesa lo que pesa el gol. Al Madrid no le faltan matices, los tiene todos. Lo que le urge son certezas, y éstas llegan con los tantos, que refuerzan la confianza y, acto seguido, el juego. Es el círculo virtuoso de un equipo, sea o no de fútbol, la tendencia adecuada y ganadora. El sentido inverso lo convierte en un círculo vicioso, que es en el que el Madrid ha caído repetidas veces con Bale.

La aparición del brasileño, al margen de lo tangible en el marcador, funciona también como un anticuerpo contra la frustración que produce el galés, un futbolista mortal para quienes lo enfrentan y para quienes lo acompañan. La historia del galés en el Madrid no ha acabado, pero Zidane decidió hace tiempo. Sólo necesita una pieza alternativa, una garantía para hacer lo que quiere. Rodrygo, hoy, lo es. Mañana, veremos.

Este Galatasaray es el menos competitivo en tiempo, pese a vivir bajo el mando de Fatih Terim. El tiempo se hace demasiado largo para todos, especialmente para los entrenadores. Ello ya fue palpable en el Ali Sami Yen, pero entonces Rodrygo, que estrenaba titularidad, fue más táctico que osado, en un Madrid que no podía permitirse un solo error. Zidane sacó entonces varias conclusiones. De los cinco partidos disputados, dos frente a los turcos, más los disputados contra Osasuna, Leganés y Betis, ha marcado en tres, cinco goles en total, este miércoles un hat-trick, y la mayoría claves. Hay goles y goles.

Todavía en una situación comprometida en la Champions, el brasileño espantó fantasmas a manotazos nada más llegar. Marcó a los cuatro y a los seis minutos, y cerró el acto a los 92. Tres tantos en los que hizo cosas muy diferentes, eso sí, ante una defensa que era como una delicia turca: puro azúcar. Siempre recibió de Marcelo desde la izquierda, primero para recortar y colocar la pelota lejos de la envergadura de Muslera; después para cabecear en el lugar del nueve. Al final, cabalgó hasta el área, se asoció y cerró la noche como la había abierto y soñado.

50 GOLES DE BENZEMA EN LA CHAMPIONS

Zidane lo coloca en la derecha, porque es el lugar libre en el ataque del 4-3-3, pero por su movilidad, visión y remate, sería un excelente segundo punta. Sea como sea, se las arregla para ir donde quiere. Tiene la intuición para encontrar a oscuras la sala de espera del gol. Eso es un don. Ahí no quedó, sin embargo, su repertorio, porque un ejercicio de presión permitió al brasileño profundizar y dar el gol envuelto a un Benzema on fire. No era un tanto cualquiera para el francés, que con 49 dianas en Europa igualaba a Di Stéfano, aunque prácticamente en el doble de partidos. En el desenlace, lo superaría en una contra: 50. Dejemos la comparación ahí.

Los dos primeros goles dieron al Madrid sosiego para gustarse un poco más. Un pisotón a Kroos sobre la cal del que alertó el VAR permitieron a Sergio Ramos hacer un Panenkita y minorar los efectos de la lesión de Marcelo, muy motivado y en buen tono hasta entonces. Ha tenido una semana de ruido. Reconoció ser humano para luego meterse en un enredo. También es humano.

Terim cambió jugadores por vergüenza, pero sin que la pelota cambiara de dirección. El titán Luyindama no llegaba a todo y Courtois estaba atento cuando hacía falta. Zidane dio descansos y minutos necesarios, como en el trueque de Modric por Casemiro, y sacó a Isco como si lo hiciera de un baúl en el desván. A la primera pudo marcar, pero su fútbol ya no parece de cuento. Los cuentos tienen otro protagonista.