Era, por ahora, el partido de los partidos para España, los octavos de final de un Mundial y contra Estados Unidos. El mayor de los retos. Por ahora porque a partir de este momento, solo se puede crecer. Solo se debe crecer. Porque la selección nacional mostró su mejor versión en el día más grande: valentía, buen fútbol, ocasiones, carácter y mimbres para hacer temblar a Estados Unidos. España cae con honores en este Mundial de Francia 2019.

Estados Unidos, campeona del mundo, 48 partidos consecutivos con gol a favor, 648 minutos sin recibir ninguno. Datos que remarcaban sobre el papel la diferencia entre los dos conjuntos. Sobre el papel, porque sobre el césped España mostró seriedad y confianza a raudales para no dejarse amilanar ni por Alex Morgan, apenas presente en la primera parte, ni por Rapinoe, la más peligrosa de las rivales. Eso sí, los nervios se presentaron a los cinco minutos. A Mapi León se le enredaron en las piernas y llegó atarde para despejar un balón: penalti a Heath convertido por Rapinoe a los cinco minutos; casi antes de encontrar el lugar en el campo, de dibujar la estrategia, de encontrar el ritmo.

Sin embargo, lejos de convertirse en un obstáculo que hiciera más complicada la hazaña, ese tanto en contra sirvió de acicate para las de Vilda. Activas, compactas, seguras y sin miedo, ya habían tuteado a Alemania, se despegaron el respeto y en la primera ocasión que tuvieron lograron lo que no habían hecho nueve rivales anteriores:marcar un gol a Estados Unidos. Pilla Lucía García, arrebató el balón a la central estadounidense tras un pase erróneo de la portera, y cedió a Jennifer Hermoso, que brindó un disparo a la escuadra. Todos los goles que no entraron; el corazón y la fe de todas, en sus botas. Balón a las mallas para hacer mucho más que empatar el partido:quitar los miedos, acumular confianza, provocar dudas en el rival. Estados Unidos no era imbatible.

A partir de ahí, España se topó con la presión de las norteamericanas, heridas en su orgullo porque todos los dedos las señalan como campeonas y unas jugadoras que hasta ayer jugaban en campos de tierra osaban retar su dominio. Las de Jillian Ellis se volcaron en campo contrario, llegaron con claridad por la banda derecha y por la izquierda, omnipresente Rapinoe, incisiva Mewis. Mantuvieron el balón en su poder y no se permitieron defender en su campo buena parte de la primera mitad. Pero las de Vilda habían encontrado en las botas de Hermoso una pócima mágica para correr más, defender un poco más alto y aún permitirse en lujo de amenazar el dominio de Naeher. Lucía García fue una pesadilla para Crystall Dunn; Paños mantuvo la tranquilidad en la zaga; Hermoso buscó el segundo.

Solo desde los once metros

No había opción de respirar. La fortaleza física de Estados Unidos se dejó notar en la velocidad con la que enseguida se posicionaban cerca del área española, en los continuos balones que ganaban por alto, en las cargas en el uno contra uno. En uno de ellos, Vicky Losada se llevó un golpe tremendo. A la media hora, sus lágrimas se quedaban en el césped porque, con un ojo casi cerrado por la inflamación, no podía seguir. Por ella salió Nahikari, más rapidez al ataque. España, conjurada desde el principio para no ceder ante los números de la rival, no se iba a dejar nada por intentar.

Para la segunda parte, más osadía. Más fe. Más posesión. Más demostrar que España está en la élite. Porque las de Vilda, sin poderse permitir más riesgos al ataque que dos buenas ocasiones de Guijarro en jugadas aisladas, mantuvieron a raya a las estadounideneses con solidaridad en defensa y contundencia. Demasiada en el minuto 70. Otra pierna, de Torrecilla, más larga y más tarde que lo que el reglamento permite. Confirmado por el VAR tras unos instantes. Otra vez Rapinoe. España dejó unos últimos destellos, pero no quedó más oxígeno.

Era un Mundial para creérselo. Para confirmar el crecimiento imparable de una generación que puede competir en cualquier escenario con cualquier rival. Hizo temblar a la menos todopoderosa Estados Unidos. España ya está aquí.