Nadal, chaparrón de tenis antes de Federer

Queda confirmado, por si existía alguna duda, de que Rafael Nadal vive en otro mundo, disparado en su paraíso de París hacia el duodécimo mordisco en este escenario. Roland Garros, en un martes de tormenta, se frota las manos porque el español va como un tiro, pletórico en su duelo de cuartos de final ante un Kei Nishikori deprimido. En una hora y 51 minutos, un encuentro por fascículos porque la lluvia obligó a la interrupción cuando mandaba por 6-1, 6-1 y 4-2 el campeón de 17 grandes, y que prepara espacio en su museo por si acaso cae otro más el próximo domingo, destrozó a un enemigo menor y acomplejado, otro más que se queda en la cuneta. Ahora toca Roger Federer ( eliminó a Stan Wawrinka en cuatro sets), un regalo para el tenis.

La rutina de Nadal en este Roland Garros se repite día sí, día también, lo cual es una excelente noticia. Tiende el balear a hacer break nada más empezar y repitió patrón ante Nishikori, que acumulaba cuatro horas más en pista, limitadísimo de movimientos y con una catarata de errores demoledora. Al japonés le salió un martes de perros y vivió una tortura en la Chatrier, caminando como alma en pena mientras Nadal le daba una paliza terrible. En una hora y seis minutos, 6-1 y 6-1 para el mallorquín, coser y cantar.

Van cayendo como moscas los enemigos. Hanfmann, Maden, Goffin y Londero fueron atropellados antes por Nadal, más definitivo si cabe ante Nishikori. El asiático, siete del mundo, fue incapaz de encontrar remedio a la sangría y le iban llegando bombas por todas partes, un recital del español sin que tampoco necesitara vaciarse. He ahí una de las grandes noticias, pues Nadal está en semifinales con el depósito bastante lleno de gasolina.

Hasta la fecha, y con la excepción del despertar de Goffin en el tercer set de la tercera ronda, el número dos del mundo no ha encontrado oposición, un hecho que tiene dos lecturas. Por una parte, la buena, está lo dicho ya, ese ahorro de energía que le permite estar con las piernas frescas en los días de la verdad. Por el otro, la mala, el no saber cómo responderá ante un examen de altura como el que llegará ya mismo en semifinales. De todos modos, lo más importante es que Nadal se gusta y le delata su cara, libre de arrugas y muecas.

Ante Nishikori, gobernó con la derecha, con puntos notables desde el fondo. Regaló alguna que otra dejada, el revés funcionó moderadamente y con el saque, salvo excepciones y un pequeño lapsus en el inicio del segundo set (perdió ahí el servicio por primera y única vez), dominó la situación con muchísima tranquilidad. Pocas veces ha tenido unos cuartos más sencillos.

Remató en el tercer capítulo ya con Nishikori rendido e incluso con problemas físicos, reclamando la presencia de los médicos por un dolor en el codo derecho. Nunca tuvo capacidad para reaccionar y lanzó la toalla definitivamente, con el único objetivo de maquillar el marcador. Entonces, unos nubarrones de miedo cubrieron la central y el supervisor apareció en pista para enviar a los jugadores al vestuario. Nadal no quería, claro, pues estaba ansioso por cerrar por la vía rápida y descansar, pero al instante cayó la mundial. Agua, truenos y un viento huracanado, París en estado puro.

Se anunció la reanudación para las 18 horas, demasiada ambiciosa la predicción ya que se activó de nuevo el choque a y media. Tiene su complicación volver después de un receso tan abrupto, pero Nadal ni se inmutó y siguió a lo suyo, castigando a un Nishikori al que ni siquiera el descanso liberó. Con cuatro puntos de saque, enterró cualquier opción de milagro y sentenció inmediatamente después. Una tormenta llamada Nadal.