Federer sobrevive a las locuras de Monfils

Roger Federer sigue encandilando en el Mutua Madrid Open deslizándose por la Caja Mágica hacia los cuartos de final. En la sobremesa, sobrevivió al espectáulo que propuso Gael Monfils y se cita con Dominic Thiem. El suizo llegó a Madrid a probarse, a ver cómo reaccionaba su cuerpo ante la adaptación a la tierra después de dos años sin pisarla. No se esperaba nada más que saber qué podría hacer en Roland Garros. Después de un plácido debut ante un mermado Richard Gasquet se encontró con un tenista atlético, ilegible, capaz de lo mejor y lo peor, que ofrece poco juego cuando quiere y pocas opciones cuando lo necesita. Pero en un partido loco, con muchos errores y otros tantos puntos destacables, Federer duerme un día más en Madrid (6-0, 4-6 y 7-6 (3)).

«Alleeeeeeez», soltó desde el interior de su rabia Monfils. Habían pasado 20 minutos de encuentro pero era el alarido por ganar el primer juego del partido: el primero del segundo set después de llevarse seis en un suspiro. La grada reclamó con unos tímidos pitos algo más de acción porque apenas hubo puntos con más de dos intercambios. Monfils no acertaba ni con el saque ni con el revés ni con subir a la red. Nada le salió. Mientras, Federer poco tenía que hacer para sumar puntos a su marcador. Uno tras otro. Aunque cometiera dos dobles faltas. Aunque su revés no acabara de encontrar cómodo. Aunque su derecha no era todo lo fina que muestra en otras plateas. Todo era fácil para el suizo porque no había nadie al otro lado de la red.

Inició la segunda manga Monfils. A su primer saque, ace, aplausos. En el segundo, otro ace, más aplausos. Dos golpes más que Federer no pudo contestar y el grito hacia el cielo. «Alleeeeeeeeeeez». Monfils despertó, animó a la grada. Con todo su tenis, que lo tiene a rabiar, con toda su potencia, con servicios a 224 kilómetros por hora, y con sus bromas y su espectáculo.

A Federer se le frunció el ceño, el viento comenzó a soplarle en contra y con dos errores de revés facilitó que el francés se agigantara. Un break en el segundo juego, que Monfils amplió hasta el 3-0. Los aplausos, entonces, cambiaron de bando. Porque el francés cae en gracia, pero Federer es una institución allí donde va. Y Madrid no es la excepción.

Quiso pelea el 3 del mundo, metido un palmo más en la pista, aceleró el ritmo, más deslizamientos en sus zapatillas para que se acostumbren; encandenó por fin buenos servicios y se puso serio al resto. Del 2-4 al 4-4 gracias a una puesta en escena mucho más concentrada. Incluso tuvo opción de lograr el break en dos ocasiones. Pero Monfils, que se ganó a la grada de nuevo con pequeñas bromas, frenó el avance helvético a base de derechazos. Se cumplía una hora cuando el 18 del mundo agitaba la Caja Mágica con el segundo set a su favor.

Federer, que no había jugado tan bien como para ganar 6-0 el primer capítulo, pagó la falta de ritmo, la escasez de efectividad en los primeros saques, los titubeos con el revés, la poca velocidad de sus piernas. Y Monfils abrió más la herida en el tercero mostrando su tenis más compacto. Mantuvo con facilidad su servicio, aprisionó al suizo con el resto. Demasiados errores. Incluso de bulto y sorprendentes como una volea fácil, a mitad de pista y con el francés vencido que estrelló con estrépito en la red. Otro break y la Caja Mágica empezó a temer por la desconexión del de Basilea. 1-4, otra vez.

Fue entonces cuando Federer se olvidó de que jugaba en tierra. Apeló al saque y red, a los puntos cortos y concisos, a la versión que mejor le va, en cualquier superficie. Recuperó el break, su servicio de nuevo fino, regaló un par de detalles para levantar a la grada y apuró sus opciones al filo del tie break. De nuevo con bola de break que desaprovechó con una derecha larga.

Tembló, con su saque, lejos de sus mejores números. Ofreció una bola de partido que salvó con saque y red; regaló otra que levantó con derechas, lo único que daba confianza. Y en el tie break, el mejor Federer: el contundente, el seguro, el detallista. Federer duerme un día más en Madrid.