Marcha por el desierto

Moisés hizo partir a los israelitas del mar de Suf y se dirigieron al desierto de Sur. Caminaron tres días por el desierto sin encontrar agua. Llegaron a Mará, mas no pudieron beber el agua de Mará, porque era amarga. Por eso se llama aquel lugar Mará. El pueblo murmuró contra Moisés diciendo: “¿Qué vamos a beber?” Entonces Moisés invocó a Dios y Dios le mostró un madero que Moisés echó al agua, y el agua se volvió dulce. Allí le dio decretos y normas y lo puso a prueba.

Y dijo: “Si escuchas atentamente la voz de Yahvé, tu Dios, y haces los recto a sus ojos, y obedeces sus mandatos y guardas todos sus preceptos, no te afligiré con ninguna de las plagas con que afligí a los egipcios; porque yo soy Dios, el que te sana.” Después llegaron a Elín, donde hay doce fuentes y setenta palmeras, y acamparon allí junto a las aguas.

Toda la comunidad de los israelitas partió de Elín y llegó al desierto de Sin, entre Elín y el Sinaí, el día quince del segundo mes después de su salida del país de Egipto. Toda la comunidad de los israelitas murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto. Decían: “¡Ojalá hubiéramos muerto a manos de Dios en el país de Egipto cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea.”

Dios dijo a Moisés: “Mira haré llover pan del cielo para vosotros; el pueblo saldrá cada día a recoger la ración cotidiana; así lo pondré a prueba, a ver si sigue mi ley o no. Mas el día sexto prepararán lo que hayan recogido y será el doble de lo que recogen cada día.”

Moisés y Aarón dijeron a todos los israelitas: “Esta tarde sabréis que es Dios quien os ha sacado del país de Egipto; y mañana veréis la gloria de Dios, porque ha oído vuestras murmuraciones contra él; pues nosotros, ¿qué somos para que murmuréis contra nosotros?” Moisés añadió: “Esta tarde Dios os dará de comer carne y mañana pan hasta saciaros; porque Dios ha oído vuestras murmuraciones contra él; pues nosotros, ¿qué somos? No van contra nosotros vuestras murmuraciones, sino contra Dios.”

Moisés dijo a Aarón: “Di a toda la comunidad de los israelitas: Acercaos a Dios, pues ha oído vuestras murmuraciones.” Mientras hablaba Aarón a toda la comunidad de los israelitas, ellos se volvieron hacia el desierto, y de pronto la gloria de Dios se apareció en la nube. Dios dijo a Moisés: “He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: Al atardecer comeréis carne y por la mañana os saciaréis de pan; y así sabréis que yo soy Yahvé, vuestro Dios.” Por la tarde, en efecto, vinieron las codornices y cubrieron el campamento; y por la mañana había una capa de rocío en torna al campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío apareció en la superficie del desierto una cosa menuda, como granos, parecida a la escarcha sobre la tierra. Al verla los israelitas, se decían unos a otros: “¿Qué es esto?” Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: “Éste es el pan que Dios os da de comer. Esto es lo que manda Dios: Que cada uno recoja cuanto necesite para comer; un ómer por cabeza, según el número de personas que vivan en su tienda.”

Así lo hicieron los israelitas; unos recogieron más y otros menos. Al medirlo con el ómer, no sobraba al que había recogido más, ni faltaba al que había recogido menos. Cada uno había recogido lo que necesitaba para comer. Moisés les dijo: “Que nadie guarde nada para mañana.” Mas no obedecieron a Moisés, y algunos guardaron algo para el día siguiente; pero se llenó de gusanos y se pudrió; y Moisés se irritó contra ellos. Lo recogían cada mañana, cada uno según lo que podía comer, pues, con el calor del sol, se derretía.

El día sexto recogieron el doble, dos ómer por persona. Todos los jefes de la comunidad fueron a contárselo a Moisés; él les respondió: “Esto es lo que ha mandado Dios: Mañana es sábado, día de descanso consagrado a Dios. Coced lo que tengáis que cocer y hervid lo que tengáis que hervir; lo sobrante, guardarlo en reserva para mañana.” Ellos lo guardaron para el día siguiente, como había mandado Moisés; y no se pudrió, ni se agusanó. Moisés dijo: “Comedlo hoy, pues hoy es sábado en honor de Dios. Hoy no lo encontraréis en el campo. Seis días podéis recogerlo, pero el séptimo es sábado, no lo habrá,” El día séptimo salieron algunos del pueblo a recogerlo pero no lo encontraron. Dios dijo a Moisés: “¿Hasta cuándo os negaréis a guardar mis mandatos y mis leyes? ¡Mirad Dios os ha dado el sábado; por eso, el día sexto os da pan para dos días. Que se quede cada uno en su sitio y no se mueva de él el día séptimo.” El pueblo descansó el día séptimo.

Israel llamó a aquel alimento maná. Era blanco, como semilla de cilandro, y con sabor a torta de miel.

Moisés dijo: “Esto es lo que ha mandado Dios: Llenad un ómer de ello y conservadlo, para que vuestros descendientes vean el pan con que os alimenté en el desierto cuando os saqué del país de Egipto.” Moisés dijo a Aarón: “Toma una vasija, pon en ella un ómer lleno de maná, y colócalo ante Dios; que se conserve para vuestros descendientes.” Aarón lo puso ante el Testimonio, conforme había mandado Dios a Moisés, para conservarlo.

Los israelitas comieron el maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada. Lo comieron hasta que llegaron a los confines del país de Canaán. El ómer es el décimo del efá.