Nadal está de vuelta y España lo celebra

Hasta Sergi Bruguera tuvo que ponerse la cazadora. El aire frío que se colaba en la Plaza de Toros espantó la amenaza de lluvia. Y Rafa Nadal se encargó de caldear el ambiente. Sus derechas abiertas eran aplausos; sus dejadas, ovaciones; sus puños y sus «vamos», euforia en la grada. Se le esperaba como al hijo pródigo. Y a pesar de las dudas, la falta evidente de rodaje en las piernas y la muñeca y de la presión por tener que igualar la eliminatoriael balear no defraudó al tendido. Victoria contundente frente a Philipp Kohlschreiber en dos horas y 33 minutos para equilibrar los cuartos frente a Alemania.

Vestido de rojo y amarillo. Así quería volver a ver la afición española al balear, ausente en la Copa Davis desde septiembre de 2016. Ausente en una eliminatoria en España desde 2013. Demasiado tiempo echándolo de menos. Pero había dudas. Incluso las tenía él, después de dos meses y medio sin un partido oficial, sin la presión de la competitividad y la responsabilidad. El primer juego disipó las incertidumbres: Nadal, un poco al ralentí, levantó dos opciones de break en contra y sumó su primer juego 74 días después. Un «vamos» compartido por 10.000 gargantas lo confirmó. Esto es la Davis. Y Nadal está de vuelta.

Había tantas ganas de verlo que hubo lleno. El tanteo podía seguirse sin entrar. En el ruedo, Nadal daba su espectáculo. Enseguida dos breaks a favor. Derechas abiertas para expandir la pista y dejar en nada las carrera de Kohlschreiber, que estuvo peleón como siempre, pero cada vez siente más pesadas sus piernas. Sobre todo ante este Nadal, lleno de ganas y genio para correr, defender, atacar y saltar para celebrar los puntos. No solo porque subían a su marcador. También porque se sumaban a su confianza con la lesión, con el regreso, con lo que está por llegar.

Tardó 52 minutos en amarrar el primer set. Más una cuestión de tiempo y de pequeños desajustes en el ritmo que por dificultades. Porque si bien tuvo 16 errores no forzados, también regaló y se regaló globos milimetrados, drives contundentes, reveses agresivos, dejadas de clase y hasta saques directos. Para desentumecer músculos y recursos. Hubo poca respuesta al otro lado de la red, consciente Kohlschreiber y el equipo alemán de que con Nadal nada es fácil, y menos en tierra. Por mucho que llegue con dudas. Por mucho que llegue sin partidos.

Mismo tiempo y mismo guion para el segundo parcial. Encendida la grada con los saltos de Nadal, que soltaba puños de pura adrenalina. Dos meses y medio después, un partido a cinco sets con la presión de empatar el marcador. Demasiada exigencia para cualquiera, menos para el número 1 del mundo. Pañuelo amarillo en la frente y ceño fruncido, apretó a su rival jugando a poca distancia de la línea de fondo después de restar al límite de los jueces de línea. Corrió y defendió lo que pudo Kohlschreiber, pero no fue suficiente para crear dudas en Nadal, a pesar de otros 20 errores no forzados, olvidado el psoas ilíaco en el paso hacia la victoria.

El alemán todavía tuvo el valor de aumentar la emoción al inicio del tercer set, con una rotura ante el blandito saque del español. Sirvió de acicate para la afición, que ya celebraba la victoria y recuperó los aplausos y la presión hacia el rival. También para Nadal, animal competitivo que se enfadó consigo mismo, e incluso con la juez de silla por una bola dudosa, y ajustó tiros y hambre para sumar puntos para el recuerdo de un regreso triunfal. Algunos de ellos levantaron a la grada, que festejó con decibelios revolucionados la exhibición final del balear para el 1-1 en la eliminatoria. Nadal y la Davis vuelven a encontrarse. Y España lo celebra.