La espectacular apertura del Gran Museo Egipcio con Felipe VI entre los invitados

Tras décadas de retrasos, el recinto abre sus puertas al completo en un acto que reúne a representantes de las monarquías europeas y será el 4 de noviembre cuando se estrene con público

Este sábado, ese polvo finísimo del desierto que se pega a la piel y a la luz de las cinco de la tarde en Giza tiene algo de ceremonia. Los coches oficiales avanzan hacia el nuevo santuario de Tutankamón como si fuese una procesión hacia el pasado. El Cairo vuelve a desplegar su doble magia: el vértigo de una urbe que no duerme y el silencio antiguo que emana de la meseta.

Es la inauguración del Gran Museo Egipcio (GEM) y hasta la región se han desplazado varios jefes de Estado y representantes reales europeos. Entre ellos, el rey Felipe VI, que regresa a Egipto apenas mes y medio después del viaje de Estado a la república árabe junto a la reina LetiziaMary de Dinamarca y otros miembros de casas reales del continente cuya presencia subraya la dimensión global del gesto de hoy.

Todos los asistentes reales se hicieron una fotografía de familia en la que se pudo ver al monarca español conversar con Enrique de Luxemburgo, que acaba de ceder sus poderes a su hijo. También hizo acto de presencia Rania de Jordania o el rey Felipe de Bélgica.

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Foto de familia de los representantes de las casas reales en la inauguración. (Casa Real)

El GEM ha sido una novela de capítulos interminables: anunciado en los 90, lanzado como proyecto formal en 2002 y atravesado por retrasos acumulados que muchos asociaban ya a una suerte de maldición. Hoy, por fin, abre al mundo con más de 16.000 piezas expuestas (aunque en su interior se almacenan cerca de 90.000).

Su arquitectura —ideada por el estudio irlandés Heneghan Peng— está pensada como una prolongación racional de las pirámides. Entre sus 167.000 metros cuadrados no solo se alberga la colección faraónica más ambiciosa jamás mostrada en un solo edificio; también zonas educativas, cafés, un cine 3D, salas de conferencias y casi una veintena de laboratorios de restauración conectados al núcleo principal como arterias.

placeholderRania de Jordania y Mery de Dinamarca, entre los asistentes. (EFE)
Rania de Jordania y Mery de Dinamarca, entre los asistentes. (EFE)

La ambición es inequívoca. Lo que quieren es que la «cuarta pirámide» no sea simplemente un museo inmenso, sino un ecosistema cultural. Una interfaz entre la Egipto faraónica que obsesiona al planeta y una Egipto moderna que aspira a colocarse en el circuito premium de la diplomacia cultural.

Y luego, claro, está el termómetro Vanitatis: los looks. Mary de Dinamarca optó por un vestido midi blanco calado con falda lápiz. Por otro lado, Rania de Jordania se lanzó a acaparar el protagonismo con un diseño en rojo vibrante con falda drapeada.

Porque en la inauguración de un museo que reordena la narrativa del Antiguo Egipto para el siglo XXI, también se reordena otra cosa: el imaginario de la monarquía europea frente al pasado. Egipto lo sabe, y lo capitaliza. Ellos se llevan la foto. El resto, la fascinación.