Los autores eran de nacionalidad española, llevaban lo sustraído a la chatarrería de un chino también investigado y entraban al camposanto al abrirse las puertas automáticamente para recoger en su furgoneta lo que habían preparado dentro la noche anterior.
El saqueo vivido en el cementerio de Torrero en Zaragoza ha sobrecogido a toda la ciudad por la envergadura del robo perpetrado, más de 1.600 kilos de centenares de objetos sustraídos durante semanas que estaban en 500 nichos del camposanto, pero también por las fechas elegidas para ejecutarlo, las fiestas del Pilar, y la impunidad con la que han podido actuar en un espacio de titularidad pública en el que, aparentemente, nadie sabe nada con certeza de lo ocurrido. Solo los daños visibles en esas lápidas a las que les han quitado hasta los marcos de las fotos del difunto para venderlo en el mercado fundiendo el hierro, cobre o latón de los que estaban hechos.
Pero más allá de la magnitud del delito y lo doloroso en lo emocional del daño causado a las familias afectadas, una pregunta sobrevuela sobre todos ellos: ¿cómo ha sido posible? Está por saber muchos de esos detalles en los documentos oficiales que obran en manos de la Justicia y de los investigadores de la Policía Nacional, sobre todo después de que los tres detenidos por estos hechos hayan pasado ya por comisaría y el juzgado y hayan sido puestos en libertad con cargos tras negarse a testificar.
Sin embargo, no es cierto que nadie sepa nada de lo ocurrido, hay muchos detalles que sí se conocen sobre quiénes eran los detenidos, su supuesta participación en los hechos, cómo actuaban para robar impunemente en el cementerio sin levantar sospechas y sobre todo para qué acometer estos robos tan dolorosos o qué beneficio podían obtener por los objetos robados.
Se están analizando todavía los pormenores de unos robos que se tiene constancia que empezaron a producirse días antes de las fiestas del Pilar, en lo que se consideró inicialmente como hechos aislados. Las primeras denuncias en varias comisarías de Zaragoza llegaron a finales de septiembre y primeros días de octubre. Dos de ellas alertaron de la sustracción y daños en nichos del cementerio, sin que al parecer pusiera en alerta al ayuntamiento o a los responsables de la gestión y mantenimiento del camposanto de Torrero, una empresa privada que lo hace en régimen de concesión.
Tampoco debió llamar la atención que cada mañana, nada más abrirse las puertas del cementerio, entrara por el acceso principal la misma furgoneta. Era, según testigos conocedores de estos hechos, la de los autores de estos robos, que no perpetraban entonces los robos en los nichos, sino que acudían a recoger los objetos sustraídos la noche anterior y que dejaban cuidadosamente preparados para recogerlos en la furgoneta por la mañana, sobre todo aprovechando una circunstancia clave para el éxito, que la apertura y cierre de puertas en el cementerio está automatizado y siempre se hace a la misma hora.
Un chatarrero chino, entre los investigados
Entraban, metían los objetos robados en los nichos y volvían a salir. Según ha podido saber este diario, el destino de estos enseres era siempre el mismo, una chatarrería de Zaragoza cuyo propietario es de nacionalidad china y es ahora mismo uno de los investigados en esta operación, en su caso por la receptación de unos objetos que conocía perfectamente que su procedencia era de un robo. No es una conjetura, es una certeza en este caso, por la naturaleza de esos objetos, evidentes que pertenecían a lápidas de algún cementerio. Esta, además, figuraba como sede social una nave del polígono Centrovía en La Muela, pero quizá la entrega no se hacía en este domicilio sino en otra parte de la ciudad de Zaragoza.
Cada viaje que estos supuestos ladrones hacían a la chatarrería para cerrar la venta podían obtener, según ha podido saber este diario, en torno a 150 o 200 euros. El chatarrero los compraba y su destino era la fundición de esos materiales para venderlos posteriormente a precio de mercado a terceros que pudieran estar interesados. Un negocio redondo pero que tampoco reportaba cuantiosos beneficios si se compara con el dolor que provocaban a las familias de los nichos afectados.
La rápida intervención de la Policía Nacional ha permitido abortar ese proceso y centenares de objetos fueron incautados antes de ser fundidos. Aún así, se sigue investigando si en los sacos de enseres interceptados está la totalidad de los objetos sustraídos o si alguna venta posterior llegó a cerrarse definitivamente.
¿Por qué eran esos 500 nichos los afectados y no otros? La explicación es sencilla según las fuentes consultadas por este diario: acudían a zonas que carecen de videovigilancia en el cementerio de Torrero. Una carencia que seguramente va a dificultar la investigación y la demostración de que estos fueron los autores y los días y horas en las que actuaban, y quizá es por esta ausencia de pruebas por las que el juez decidió decretar su puesta en libertad con cargos. Son muchos los indicios pero pruebas irrefutables como esta no obran aún en su poder. Y quizá sea porque no existen.
Lo que sí consta es que siempre era la misma furgoneta la que entraba al cementerio y salía después cargada, a la misma hora siempre durante varios días y con varios viajes a la misma chatarrería para vender los objetos sustraídos. El vehículo, en este sentido, pudo ser clave en la rápida detención de los autores, su identificación y seguimiento. Y los propios vecinos de estos detenidos, en el barrio Oliver parecían tener muy claro quiénes eran.
Una vez identificados, se pudo constatar la falsedad de muchos de los bulos que han estado circulando en redes sociales desde el principio. El más importante, la nacionalidad, como ya es habitual en Zaragoza y otros muchos puntos de la geografía española. No eran inmigrantes, ni de nacionalidad extranjera. Eran de nacionalidad española y vecinos de ese barrio desde hace mucho tiempo. Y tampoco era de etnia gitana, otro mantra falso con el que se pretende señalar habitualmente a este colectivo, para alimentar intencionadamente un estigma que, en este caso, no solo es falso sino que además va contra todos los principios de la etnia gitana que consideran el cementerio un recinto sagrado e intocable.
Lecciones que deja el saqueo
La investigación pondrá nombres y apellidos a los autores de este cruel saqueo en el cementerio de Zaragoza, el más importante de su larga historia, que hasta ahora solo había vivido episodios escandalosos de la mano del vandalismo pero no del robo masivo en nichos y tumbas. Un doloroso episodio que para muchos deja lecciones a la Administración, como el hecho de tener que reforzar la videovigilancia o de revisar el mecanismo de control de acceso al camposanto. Quizá ha pasado factura confiarse en que nadie se atrevería a hacer algo así de cruel en el camposanto.
Desde que se produjeron los hechos se han registrado unas 20 denuncias en varias comisarías de la ciudad, un número ínfimo teniendo en cuenta que son hasta 500 los nichos afectados, pero todavía pueden llegar muchas más. De hecho, quizá el Ayuntamiento de Zaragoza podría haber ejercido el rol de aglutinar a todos los denunciantes y presentar una denuncia conjunta para no desbordar a las comisarías de la ciudad.
Pero de momento su primera reacción fue la de animar a los ciudadanos o familias que pudieran verse afectadas a ir a presentar su denuncia ante la Policía Nacional, lo que dificulta obviamente la tramitación administrativa para los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado al tener que gestionar caso a caso unos hechos que tiene evidentes muestras de ser un saqueo con multitud de damnificados en idénticas circunstancias.
Al menos ahora los autores ya han sido detenidos y están bajo investigación judicial. De hecho, como curiosidad, según ha podido saber este diario, uno de los detenidos ha acudido ya a comisaría a alertar de la persecución a la que se está viendo sometido en el barrio por los vecinos, que también le han identificado en redes sociales y se siente amenazado. Aunque no ha solicitado protección, de momento.