Juan José Omella (Cretas, Teruel, 1946) fue uno de los cardenales con derecho a voto en el cónclave que eligió al cardenal Prevost como nuevo líder de la Iglesia católica. Miembro del núcleo duro del papa Francisco, el turolense analiza los retos del nuevo pontificado
¿Cómo vivió desde dentro el cónclave para elegir al nuevo Papa?
Es una experiencia única, para mí muy intensa por todo lo que significa la responsabilidad de una elección de alguien que es el sucesor de San Pedro y que va a guiar a la Iglesia que está formada por tantísima gente en todo el mundo. No solamente en Europa, ni en España, ni en Aragón, sino en todo el mundo. Me puse en manos del Señor para poder votar a la persona que nos pueda dar respuesta a las inquietudes de este momento histórico.
¿Qué opina de la elección del Papa? ¿Qué espera de León XIV?
Nosotros, en los días previos al cónclave, estuvimos hablando de los desafíos que presentan tanto el mundo como la Iglesia en este tiempo que nos toca vivir. Y vemos que una de las cosas complicadas es el tema de la paz, de la convivencia, del cambio cultural que se está produciendo, el cambio de época del que también hablaba el papa Francisco. Y la llegada de la Inteligencia Artificial, que marca un cambio muy profundo. Encontrar a una persona que diera respuesta a eso era lo que teníamos que buscar. Creo que el papa León XIV, Robert Francis Prevost, por su trayectoria, su manera de ser, lo cumple. De padre italo-francés, de madre española o franco-española, tiene en sus raíces no solo una línea cultural, sino varias, como ahora todo el mundo. Ha estado de misionero en Perú, habla perfectamente castellano, inglés e italiano. Ha sido general de una orden que tiene casas por todo el mundo (San Agustín). Ha estado con los misioneros. Y ha estado en el Vaticano en la Congregación de Obispos. Reúne unas condiciones que hacen que puede entender y escuchar al mundo de hoy, y darle una respuesta.
En sus primeras palabras habló de la «paz desarmada y desarmante». ¿Siente que en la Iglesia se están quedando solos en el mundo, ante la escalada bélica?
Creo que la Iglesia no se queda sola: recoge el eco y la petición de todo el pueblo. Los políticos y los gobernantes, a veces, van por otro lado. La gente sencilla reclama la paz. Pienso en las familias de Ucrania, de Rusia, que ven que sus hijos y sus esposos están en el campo de batalla, y que los pierden en un bombardeo. Eso clama al cielo. Pasa también en África y en Oriente Medio y la gente pide la paz. El ser humano no somos enemigos; somos hermanos, y estamos llamados a entendernos.
«La Iglesia no se queda sola en su mensaje por la paz: recoge el eco de la voz de la gente sencilla en el mundo»
¿Cree que tendrá capacidad de arrastre ese mensaje del Vaticano? En la propia UE se aumenta el presupuesto en Defensa.
Ya sabe usted que los que gobiernan las naciones, por un lado, tienen que estar preparados para defenderse de un ataque. Pero yo creo que hay que escuchar la voz del pueblo que pide esa paz y entendimiento. Ojalá todos lo escuchemos. Jesucristo cuando resucitó dijo ‘la paz os dejo, la paz os doy’. Los cristianos ofrecemos la paz. Ojalá esa paz se pueda cultivar, crezca y nos vincule a todos.
¿Cree que León XIV seguirá la estela de Francisco sobre la posición de la mujer en la Iglesia?
El Papa no tiene que ser ni progre, ni carca. Tiene que seguir con fidelidad el Evangelio. Y ahí dice San Pablo: no hay judío ni gentil, no hay hombres ni mujeres… Somos todos iguales ante Dios. Tenemos que trabajar por esa cercanía y no por la confrontación. En segundo lugar, el Concilio Vaticano II ya marcó un ritmo de adaptar el Evangelio al mundo actual, que marcó el trabajo de los años posteriores de los papas Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, cada uno en un aspecto u otro. El papa León quiere seguir esa línea. Le conozco. Y me da mucha esperanza.
¿Se atreve a vaticinar si puede haber mayor presencia femenina en la Iglesia católica?
En la responsabilidad de Gobierno, no hay ningún problema. Que en el reino de la Iglesia esté representado todo el pueblo de Dios: laicos, laicas, hombres, mujeres, religiosos y religiosas. Otra cosa son los sacramentos, si una mujer puede ser sacerdote o no. El papa Francisco ya puso a mujeres en los dicasterios, que son el equivalente a los ministerios. Esto continuará. Otra cosa son los sacramentos: eso es una teología que hay que estudiar mucho.
Francisco no visitó España. ¿Espera que lo haga León XIV, o que venga incluso Aragón?
Todos desearíamos que el Papa venga a nuestra tierra. ¡Qué mayor gozo! No sé cuáles serán sus prioridades. Francisco optó por animar a las pequeñas comunidades, las más perseguidas. Quizá hará eso, pero no puedo pronosticar. Como arzobispo de Barcelona, me gustaría que viniese a inaugurar el final de las torres de la Sagrada Familia; que visitase Canarias, que el Papa Francisco quería ir; o que visitase el Pilar en Zaragoza… Si viene, bienvenido.
«Se está trabajando bien el tema de los abusos en el seno de la Iglesia, pero perfecto no habrá nada. Afecta lamentablemente a toda la sociedad»
¿Cree que en este pontificado habrá algún tipo de gesto o de avance respecto a las víctimas de los abusos en el seno de la Iglesia?
Creo que el tema de los abusos la Iglesia lo ha tomado muy en serio con el papa Francisco, y se está trabajando en esa línea de prevención y sanación. Se está trabajando bien, pero perfecto, perfecto, no habrá nada. Ya ve cómo está la sociedad en general, que cada día encontramos temas de abusos en todos los ámbitos. No reaccionamos suficientemente. El pecado está, desgraciadamente, en el corazón del ser humano. Tenemos que trabajar todos mucho más en la línea de formar bien a los chavales. Me preocupa que el acceso a la pornografía va bajando de edad, de los 16 a los 10 años. Y eso es destruir al ser humano desde pequeñito. Ahí toda la sociedad, no solo la Iglesia, que lo está haciendo y lo tiene que hacer más, tenemos que trabajar por evitar todo esto.
¿Ha hablado ya con el papa León XIV?
El jueves dirige la reunión del Dicasterio de los Obispos, y ahí tendremos tiempo de hablar. Él era el presidente, el prefecto del Dicasterio de los Obispos, y me imagino que nos dirá quién le sustituye, porque no va a venir él a todas las reuniones (ríe).
¿Puede sustituirle usted?
(Sonríe) No, no, porque, de no cambiar la ley, a los 80 años tienen que dejar el cargo los prefectos. Y yo tengo recién cumplidos 79. No sé si merece la pena para 10 meses (ríe).