Los blancos, liderados por Campazzo, Deck y Poirier, recuperan un título que no conquistaban desde 2020
Ni el mejor Barcelona de la temporada, muy bien empaquetado, peleón y con mucho talento individual, con Parker como estrella renacida, fue suficiente para impedir que el Real Madrid conquistase la Copa del Rey de 2024, un torneo que no saboreaba desde 2020. Excelso fue el devenir blanco durante todo el duelo, muy bien dirigido por Campazzo y agrupado por un Deck que es de otra galaxia, irrepetible su aguerrido baloncesto. Combinación que no fue suficiente para doblegar a los azulgranas hasta el último cuarto.
Los catalanes aguantaron de todo pero, en el abismo, cometieron un par de errores que tanto Yabusele como Poirier no dudaron en aprovechar para regalar el primer gran título de la temporada a la parroquia blanca. Había ciertas dudas en la afición sobre el destino de este Madrid 2023-24, de si el grupo conseguiría replicar su gran juego en las grandes citas. La repuesta estuvo en Málaga, donde los pupilos de Chus Mateo rozaron la perfección.
Grimau utilizó de inicio el mismo quinteto alto que le dio la única victoria del curso contra el Madrid, el 3 de enero en Euroliga. Cinco hombres de más de dos metros para controlar el rebote, cercar a Tavares y sacar ventajas físicas por doquier. Táctica que al menos, en los primeros compases, ni inmutó a los blancos. El caboverdiano punteaba todos los tiros rivales y sus compañeros, comandados por Campazzo y Musa, disfrutaban a campo abierto como una jauría.
Se olía un duelo largo e igualado porque, tras el buen inicio blanco, Parker y Satoransky, con grandes acciones individuales, redujeron la distancia en un periquete. El partido era anárquico, delicioso, caos bendito en Málaga en el que el Barça, aunque iba por detrás en el marcador, se sentía muy cómodo. Dos triples consecutivos de Laprovittola y un palmeo estratosférico de Hernangómez cerraron el primer cuarto y certificaron el empate para los azulgranas.
Más gasolina al fuego le echó Jokubaitis, niño diablo del Barça al que le sienta de maravilla la Copa. Cinco puntos del lituano dieron continuidad al buen hacer azulgrana aunque el Madrid, con las rotaciones (Mateo no hizo ningún cambio durante el primer periodo) consiguió entonarse. Hezonja, frío el croata hasta la fecha, rostro demasiado serio en Málaga, sumó 10 tantos espectaculares, casi del tirón, para contrarrestar a los enemigos. Cuando quiere, no hay otro como él en toda Europa.
El balcánico también se vistió de base y lanzó un misil a Poirier, que el galo se encargó de estallar contra el aro rival. Quería postre el pívot y volvió a hacer lo mismo tras un pase del Chacho. Genialidades que no hundían al Barça pues, con tres penetraciones de muchísimo esfuerzo, obra de Brizuela, Abrines y Parker, y un triple de Kalinic sobre la bocina, consiguió llegar al descanso con una ventaja de dos puntos.
Salió muy agresivo del vestuario el Madrid, en busca de aro con avidez, aunque Vesely, con su ya mítico tiro de media distancia, conseguía igualar la balanza. Se le ponía mandíbula de boxeador al Barça, recibía por todos lados pero se mantenía con los puños arriba, ni rastro de esa extraña debilidad mental de los primeros meses de campaña.
Y tras una Copa flojísima, emergió Tavares y su fuerza descomunal. Incontrolable, sumó un dos más uno y un tremendo tapón a Kalinic. Grito de rabia en el banquillo madridista apaciguado por un mate de Parker sobre el propio Tavares. Qué final, dos equipos sublimes vaciándose por la gloria. Cada jugada era un pedacito de historia, no se podía ni pestañear. El Madrid mandaba por tres, y aún quedaba la traca final.
Deck, que ya estaba firmando un partido asombroso, siguió con el martillo en la mano, incansable el argentino, capaz de desmoralizar él solo a todo un ejército. Al Barça el parón no le sentó tan bien y bajó mucho la intensidad defensiva, escenario que aprovechó Yabusele, con dos triples, para conseguir una ventaja muy jugosa en clave blanca. Si los azulgranas no reaccionaban, la final se había acabado.
Y en la cima, se erigió Poirier, tremendo su estado de forma, para vestirse de verdugo. Un palmeo imposible, un tapón a Satoransky con mirada desafiante incluida y un violento mate tras rebote ofensivo fueron las señas que le hizo el galo al Barça de que debía abandonar el local. Los azulgranas lucharon con todo, genial su partido, pero a día de hoy es necesario mucho más para tumbar al Real Madrid, magnífico campeón de Copa de 2024.