Los niños y niñas de toda Gaza no tienen ningún lugar seguro al que ir

Las organizaciones humanitarias trabajamos incansablemente para traer más camiones, para hacer llegar suministros a los cientos de miles de personas que siguen en el norte, y para distribuirlos a los niños y sus familias que buscan refugio

He pasado los últimos cinco días en Gaza, donde he sido testigo de cómo una situación desesperada se convertía en catastrófica.

Mientras visitaba un refugio en el sur, conocí a una familia que se había desplazado al sur y que buscaba desesperadamente leche para su bebé. La madre de esta criatura había muerto sepultada bajo los escombros. Conocí a niños que hacían cola entre cientos de personas para acceder a un solo baño. Conocí a colegas que trabajaban heroicamente en un refugio en el que ellos mismos se habían refugiado. Estas historias de sufrimiento son, por desgracia, la norma en Gaza, donde 1,8 millones de personas —casi el 80% de la población— se han quedado sin hogar y buscan refugio donde pueden.

La pausa de siete días en los combates proporcionó cierto alivio a las familias, permitiéndoles buscar alimentos, buscar a sus seres queridos y descansar de los incesantes bombardeos. Pero duró poco.

Las organizaciones humanitarias trabajamos incansablemente para traer más camiones, para hacer llegar suministros a los cientos de miles de personas que siguen en el norte, y para distribuirlos a los niños y sus familias que buscan refugio. Sin embargo, esto sigue siendo insuficiente para satisfacer las necesidades de los 2,3 millones de personas que necesitan asistencia básica.

Desplazarse a zonas que carecen de servicios básicos, como agua y saneamiento, y de infraestructuras seguras que den refugio

Cuando a primera hora de la mañana del viernes se difundió la noticia de que la pausa había terminado, la esperanza de un alto el fuego duradero se esfumó. De nuevo las ambulancias transportaban heridos al hospital, y a las familias ya desplazadas se les ordenaba que volvieran a trasladarse.

A trasladarse a zonas que no pueden acogerlas, en medio de ataques aéreos, bombardeos y combates. Desplazarse a zonas que carecen de servicios básicos, como agua y saneamiento, y de infraestructuras seguras que den refugio. Y desplazarse por carreteras tan dañadas y llenas de escombros de edificios que resulta casi imposible viajar con personas mayores, enfermas o con discapacidad. La realidad es que ningún lugar es seguro en Gaza.

Los trabajadores humanitarios nos sentimos obligados a hacer todo lo posible para proteger los derechos y preservar la vida

En lugar de garantizar la seguridad y la supervivencia de las familias, esta orden presenta a las familias la inconcebible elección de una sentencia de muerte sobre otra. Lo que he visto y oído esta semana en Gaza confirma que no existen zonas seguras. También va en contra del derecho internacional humanitario desplazar por la fuerza a una población.

Puede que un niño o una niña pequeña no entienda lo que está ocurriendo, pero ve la destrucción a su alrededor. Ven cuando se destruyen sus casas, sus escuelas y sus comunidades. Oyen todo lo que ocurre a su alrededor, los ataques aéreos, los gritos de auxilio. Y sienten el terror, la inseguridad y la impotencia.

Los trabajadores humanitarios nos sentimos obligados a hacer todo lo posible para proteger los derechos y preservar la vida de todos los civiles, especialmente de los niños y niñas. Nos guían los principios humanitarios para proteger a los más vulnerables y proteger a la sociedad. La ampliación prevista de las operaciones militares en ciudades del sur como Jan Yunis tendría consecuencias humanitarias catastróficas para la infancia, agravadas por las actuales restricciones e impedimentos que nos impiden hacer nuestro trabajo.

No podemos quedarnos de brazos cruzados viendo cómo continua el horror en Gaza. La comunidad internacional debe defender el derecho internacional, que se diseñó para evitar las mismas violaciones que estamos presenciando.

Solo hay una cosa correcta que hacer: un alto el fuego definitivo para proteger a todos los civiles, y el acceso sin restricciones de los trabajadores humanitarios para prestar asistencia a todos los niños y niñas de Gaza. Si no lo hacemos, será a costa de las vidas, las esperanzas y el futuro de todos los niños y niñas de la región, condenándolos a quedar atrapados en la violencia.

*Jason Lee es director de Save the Children en los Territorios Palestinos Ocupados