Sánchez es el rey… de la mentira y la manipulación

«Como no tiene ningún escrúpulo ni límite moral, se ha dedicado durante la mayor parte de su discurso a echar mierda contra sus rivales políticos»

 

La verdad es que hay que reconocerle a Pedro Sánchez sus inmensas dotes interpretativas. Este miércoles, en su discurso de investidura, ha vuelto a demostrar que es el mejor actor de la política española y que su talento está a años luz de cualquier otro de los que hoy intentan hacerle sombra.

Como no tiene ningún escrúpulo ni límite moral, Sánchez se ha dedicado durante la mayor parte de su discurso a echar mierda contra sus rivales políticos. En vez de exponernos detalladamente su plan de acción, en vez de contarnos pormenorizadamente sus acuerdos con las minorías nacionalistas e independentistas o en vez de tratar de disipar las dudas de miles de españoles que han expresado su alarma por la deriva de los acontecimientos, el candidato a presidente del Gobierno ha preferido despotricar contra la «derecha retrógrada».

Y el problema es que lo ha hecho con muy mal estilo y categoría, con un discurso lleno de rancios clichés, manipulando de forma maniquea cuatro frases frikis y dando por ciertos supuestos hechos a todas luces falsos sobre la gestión de PP y Vox en los gobiernos autonómicos y municipales.

Una vez más, Sánchez se ha envuelto en las banderas del feminismo, el cambio climático, la cultura, los derechos humanos y las minorías LGTBI… tratando de arrogarse todas esas causas en su beneficio y, lo que es peor, denunciando que los partidos que le critican están radicalmente en contra de ellas. Semejante falsedad demuestra una enorme mala fe y que el presidente en funciones carece por completo de argumentos más sólidos para defenderse.

«Por la amnistía ha pasado de puntillas, y de sus pactos con independentistas y nacionalistas apenas ha explicado nada»

En realidad, la propuesta de Sánchez simplemente consiste en que tiene que gobernar él para que no llegue a España el infierno de la ultraderecha que, según relató, ya amenaza la vida de los ciudadanos en cinco autonomías y 135 ayuntamientos.

Por la amnistía ha pasado de puntillas, y de sus pactos con independentistas y nacionalistas apenas ha explicado nada. No nos ha dicho cómo piensa entregarle la gestión de todos los impuestos a Cataluña o la Seguridad Social al País Vasco sin romper el sistema, ni cómo es eso de que un relator internacional decida fuera de España cómo debe resolverse el «conflicto político» y tampoco ha hablado del ‘lawfare’ o del troceamiento de las infraestructuras ferroviarias, por poner solo algunos ejemplos. Y seguimos sin saber en qué consiste su acuerdo con Bildu, que sigue sin ver la luz y que oficialmente se nos dice que dará su apoyo gratis. ¿Algún ingenuo se lo cree?

Es verdad que Sánchez ha hecho una mención a las manifestaciones de estos días y ha expresado sus respetos, pero nada nos dice sobre todos esos ciudadanos y profesionales que, alarmados, han suscrito manifiestos contra la degradación de la democracia española y en contra de los acuerdos del PSOE: jueces, fiscales, abogados, letrados, inspectores de Hacienda, policías, guardias civiles, profesores, médicos, ferroviarios, historiadores…

Sánchez, que es un gran actor, nos ha intentando convencer una vez más de su bondad y, de nuevo con cara de cordero degollado, se nos ha presentado como una víctima a la que algunos injustamente llaman «malvado». Ha sacado pecho de su gestión y ha puesto sobre la mesa nuevas medidas de corte populista con las que distraer la atención del personal: extensión de la rebaja del IVA, transporte gratis para jóvenes y parados… El problema es que a estas alturas de la película le conocemos demasiado bien. Aunque se ponga el traje de demócrata y guarde unas formas impecables, estamos ante un profesional de la mentira, la impostura y la manipulación.