Los migrantes acogidos en Sabiñánigo: «No sabemos dónde estamos ni por qué hemos salido de Canarias»

Los subsaharianos aterrizados en Huesca confiesan su desconcierto en medio de la polémica a su alrededor

Las donaciones de ropa de la localidad oscense no están llegando por los protocolos establecidos

Sabiñánigo es estos días una localidad confundida. La llegada de 150 inmigrantes subsaharianos procedentes de Canarias el pasado jueves sorprendió a sus vecinos y también a las autoridades regionales (el Gobierno de Aragón calificó como «intolerable» la ausencia de noticias al respecto y la falta de comunicación en ese traslado), pero lo cierto es que los africanos ya residen en el Pirenarium, el albergue del municipio.

 Si los dirigentes andan desubicados con la situación, mucho peor están los implicadosque ni siquiera acaban de entender por qué son noticia y no tienen ni idea de dónde están. Para ellos es una quimera situar a Sabiñánigo en un mapa, pero, al contrario de lo que parecía en un primer momento, el deseo de un gran número de ellos es el de quedarse en territorio español.

Así lo aseguraban algunos de ellos con los que pudo hablar ayer viernes EL PERIÓDICO DE ARAGÓN mientras paseaban por los interiores del albergue municipal. Ya sea por miedo a lo desconocido, por instrucciones que han recibido o por temor a posibles represalias, la mayoría rehusó a hacer declaraciones. «No sabemos dónde estamos ni por qué hemos salido de Canarias», dice Ismail, resumiendo el sentir de sus compañeros, a los que parece no importarles demasiado esa falta de información si eso les sirve para encontrar una vida mejor. «Somos hombres con una profesión. Electricistas, mecánicos, albañiles…Queremos quedarnos aquí», asegura el senegalés, que dice haber estado cinco días en el mar y haber pagado por el viaje en patera 1.500 euros.

Un grupo de inmigrantes, esperando a recibir atención en el Pirenarium.

Un grupo de inmigrantes, esperando a recibir atención en el Pirenarium. JAIME GALINDO

Mientras en Zaragoza el Gobierno de Aragón anunció que asumirá la coordinación en la acogida de migrantes, la mayor preocupación de los africanos era conseguir ropa de abrigo. La mayoría, desde Canarias, llegaron con pantalones cortos y chancletas y la borrasca que azota estos días la comarca oscense les ha pillado con lo puesto. «¿Me das tu chaqueta, amigo?», pide Yakuba, en manga corta mientras diluvia, a la vez que nos explica su historia. El también senegalés confiesa que quiere llegar hasta Blanes, donde reside algún conocido y en donde le gustaría encontrar trabajo de sastre, que es a lo que se dedicaba en su país, aunque trabajaría de cualquier cosa si eso le diera la posibilidad de conseguir el pasaporte («papeles, papeles», no para de repetir, siendo la única palabra que parecía conocer en español) y así poder traer a su familia.

Solidaridad

La falta de ropajes de los inmigrantes contrasta con la ola de solidaridad que se ha producido en Sabiñánigo desde su llegada. A través de las redes sociales y del boca a boca, viendo en las condiciones que llegaron, se hizo un llamamiento para que todo el que quisiera donar algo de ropa de abrigo pudiera hacerlo. Esa convocatoria fue un éxito, aunque los vecinos se quejan de que, a pesar de sus buenas intenciones, la ayuda otorgada no ha llegado como les gustaría. «Nos dicen que existe un protocolo, que la ropa hay que desinfectarla, clasificarla…y mientras tanto los pobres muriéndose de frío», se lamenta una vecina que no entiende la situación: «Ha sido mucho más rápida la respuesta social que la institucional».

Lo que sí han tenido desde el primer momento los recién llegados de África es atención sanitaria. El centro de salud de Sabiñánigo atendió a los inmigrantes que requerían algún tipo de tratamiento o cura. «Todos llegaron fatigados y con mucho hambre, con muchos dolores musculares. También nos topamos con muchas úlceras producidas por las malas condiciones de las pateras, las posiciones en las que tuvieron que viajar y el contacto constante con el agua salada del mar», explica la doctora Galindo, que no tenía que trabajar ese día pero que acudió por la saturación que se produjo. «Uno de ellos, al ser sus heridas más graves, tuvo que ser trasladado al hospital y está ingresado», añade la sanitaria, a la que le han advertido de que la estancia de los subsaharianos podría alargarse alrededor de un mes.

El conflicto

«La prioridad es garantizar que los migrantes que han llegado ya desde Canarias y los que puedan ser trasladados en próximas fechas reciban la mejor atención posible», afirmó el Gobierno de Aragón tras la reunión de ayer. La confusión y los reproches están marcando este proceso de acogida temporal. Un proceso que, según ha podido saber este diario, es habitual y se produce prácticamente a diario. Lo que no suele ser usual es la llegada de un grupo tan numeroso, por lo que las instituciones competentes en la acogida, el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones y las entidades sociales, no suelen notificar al Ejecutivo regional sus actuaciones y es de ahí de donde surge el conflicto existente. Para ellos son personas a las que se les da asilo, no refugiados, como en el caso de los ucranianos en guerra, que siguen un proceso distinto. En el caso de los subsaharianos, y a pesar de que el Gobierno de Aragón ha comunicado que toma el mando de la coordinación, esa labor corresponde al citado Ministerio.

El hotel Montearagón de Quicena está cerrado a cal y canto para los 50 africanos.

El hotel Montearagón de Quicena está cerrado a cal y canto para los 50 africanos. JAIME GALINDO

 Mientras que, desde la Consejería de Bienestar Social y Familia lamentaron la ausencia de representantes del Gobierno central en la reunión celebrada ayer, la vida de los inmigrantes en tierras oscenses sigue su curso. En el hotel Montearagón, en Quicena, impera el secretismo. Con sus instalaciones cerradas (habitaciones y cafetería) para los 50 africanos que desde el jueves residen allí y carteles de prohibido el paso cada pocos metros, la responsable confirma el aislamiento: «Aquí no se puede entrar y tampoco se pueden hacer fotos. Son órdenes directas del Ministerio». Ante la posibilidad de que algún inmigrante diera un paseo en algún momento del día también era clara: «No va a salir nadie ni vais a poder hablar con ninguno», aseguraba.

Unas férreas medidas de seguridad que, por el propio bien de los recién llegados y viendo que su estancia en tierras oscenses se va a alargar semanas, tendrán que relajarse para que, sea donde sea, sean capaces de comenzar una nueva etapa y puedan dejar atrás la confusión que se está viviendo estos días a su alrededor.