La nueva ordenanza de limpieza pública: «Hay que cuidar Zaragoza»

Los zaragozanos reciben la norma sin reparos, asumiendo que hay que respetar la calle pero con dudas sobre el efecto de una multa

El no recoger los excrementos de las mascotas o arrojar las colillas al suelo se podrían sancionar con hasta 750 euros

Zaragoza no es un cenicero ni, tampoco, un basurero. Por eso, desde este viernes, los ciudadanos tendrán que ajustarse a las nuevas sanciones que propone la nueva ordenanza de limpieza adaptada a la actual sensibilidad medioambiental, frente a la que sustituye de 1986. Ahora, tirar las colillas de los cigarrillos al suelo, no recoger los excrementos de las mascotas, ni limpiar sus orinas y, también, regar las plantas (produciendo molestias en la vía pública) tendrán sanciones que podrían llegar a los 3.000 euros (dependiendo de si la infracción es leve, grave o muy grave).

En el campus universitario de San Francisco, Luis pasea todos los días con su perro, un pastor alemán que corre por el césped. Las sanciones a él no le «convencen mucho», pero entiende que pueden ser una forma de hacer que la gente respete las normas y, al final, «todo lo que sea el cuidado de la ciudad es perfecto». Y para mantener Zaragoza limpia, la gente descuidada con las necesidades de sus mascotas en la vía pública se enfrentaría a una multa de entre 50 a 750 euros.

Caminando de la mano por el mercado ecológico, que se organiza todos los viernes en la Universidad, Modesto y Elena mencionan que lo importante es «el respeto a los demás», algo que parece perdido. Por ello, están de acuerdo con todas estas sanciones que proponen desde el Ayuntamiento, porque «harán concienciar a la gente de que ensuciar la ciudad no está bien».

Soluciones para ellos hay muchas, desde «una buena educación de la ciudadanía» hasta «poner más basuras con ceniceros para los fumadores». Porque, con el calor en verano, según modesto, «si la colilla la tiras a la basura puedes liarla». Y mucho porque dañar, incendiar o volcar contenedores también será sancionado, desde los 751 euros hasta los 3.000.

Unas medidas que a Óscar, barrendero del ayuntamiento, le parecen adecuadas y «necesarias». Porque «todo lo que sea una ayuda para nosotros se agradece», explica mientras escoba las colillas de los más descuidados. En su opinión «los dueños de las mascotas si parecen más concienciados», pero «los fumadores la verdad es que no».

En un banco al lado de donde se encuentra trabajando Óscar, una pareja de ancianos descansa del calor bajo la sobra de los árboles. José María y, su mujer, María Isabel debaten sobre qué es lo más molesto de todo, ella lo tiene claro: «los grafitis me parecen un horror». La dificultad de limpiar el ladrillo es lo que más le preocupa, además «eso queda muy feo, si por lo menos fueran dibujicos majos…». Una práctica que le puede costar cara al artista, porque las sanciones se sitúan también desde los 50 hasta los 3.000 euros, en función del desperfecto.

Entre los dos, llegan a la conclusión de que hay muchos problemas que solucionar, pero la manera de hacerlo… «eso ya es más complicado», señala María Isabel. Su marido contempla el poner más ceniceros para los fumadores en las papeleras, una solución que parece ser bastante popular, aunque a ella no le convence porque «que fumen en las paradas de autobús y en las terrazas es muy molesto» y los ceniceros serían «lo que faltaba».

En esta acalorada charla, también mencionan el problema de «educación que tienen algunos» cuando defecan, escupen u orinan en la vía pública. «Yo no he visto a nadie, gracias a Dios», asegura el hombre, «aunque me parece que en las zonas de fiesta y así se ve más». María cree que una buena opción sería poner váteres portátiles en las calles de la ciudad, ya que «en los bares no te dejan entrar al lavabo si no eres cliente, y si te pilla una urgencia…».

Sobre la fiesta, Óscar menciona que son los botellones lo que más trabajo le dan. «A mí no me importa que los jóvenes, o quién sea, se lo pasen bien», explica mientras termina con su trabajo en la acera del campus, «pero no tienen ningún respeto y todo lo que dejan tirado me toca recogerlo a mí«. Aunque, quizá, con la nueva normativa (que podría sancionar al infractor con una multa de hasta 750 euros) cambien las cosas.