El físico traiciona a Alcaraz, que pierde con Djokovic y se queda sin final de Roland Garros

Después de un segundo set de los mejores del año, que ganó Alcaraz, al español se le quedó la pierna tiesa y ya no tuvo opciones contra la leyenda serbia (6-3, 5-7, 6-1 y 6-1)

Carlos Alcaraz tiró una derecha a la red y al caer. ¡Zas!. El latigazo. Su pierna derecha se quedó tiesa, no la podía mover. Probó a hacer equilibrios, a plantar el peso en la zona dañada. Novak Djokovic atravesó el campo y se fue a interesarse por él. “Así no puedo jugar”, dijo. Era el 1-1 del tercer set, no tocaba descanso y lo que le pasaba al español parecía que eran calambres, por lo que no podía pedir tiempo médico… Con una excepción. “Puedes regalar los puntos”, le dijo la juez de silla, que también había bajado a preocuparse por el murciano. “Sí, sí, sí”, añadió el español, cojo del todo. Se sentó en la silla para que le dieran un masaje, y el marcador pasó automáticamente a 1-2 sin que el español llegara a servir.

Carlos volvió a la pista y cuando la árbitra dijo el resultado, hubo una fuerte pitada. Tuvo que explicar lo que había sucedido para calmar a la grada, el motivo por el que ese juego subió al marcador. Alcaraz lo siguió intentando, volvió a la pista, pero sus movimientos eran erráticos. Ya no se movía bien, no podía ir hacia delante, a las bolas cortas. Correr para los lados lo hacía con miedo. Jugaba a tiros, uno dentro, tres fuera. Logró algún ganador, pero claro, al otro lado estaba Djokovic, no un cualquiera, el mejor. Y aprovechó el momento el serbio para dispararse en ese tercer parcial: 3-1, 4-1… “No puede ser, es increíble”, decía el español, al que volvieron a atender al pasar por el banquillo de nuevo.

Juan Carlos Ferrero le daba ánimos y le decía que se le acabaría pasando, pero ya nada fue lo mismo. El parcial se le escapó sin sumar un juego más. El partido, casi igual: sólo logró uno más y perdió por 6-3, 5-7, 6-1 y 6-1. El físico le falló. Una duda rondará por su cabeza: el físico, el insultante físico que suele mostrar en la pista, le falló, y ya son varias veces las que le ha sucedido en su todavía corta carrera. Se ha lesionado en exceso para lo joven que es, quizá por esa ansia de ir a por todas, de jugar cualquier bola aunque parezca imposible. Su explosividad tiene un lado negativo. Y a todo en esta cita se unió el calor que hacía en París, casi 30 grados, y la tensión del momento. Se le hizo una montaña.

Fue como echar un cubo de hielo a un partido que acababa de vivir algunos de los mejores minutos de tenis del año. Las revoluciones había subido de verdad en el segundo set, para llevar el deporte de la raqueta a su máxima expresión y convertirlo en uno de los mejores espectáculos del mundo. Carlos Alcaraz, el joven, el osado que se atreve con todo, el fenómeno al que todos quieren ver, contra Novak Djokovic, la leyenda, el tenista que parece casi invencible en los Grand Slams. Los dos al máximo nivel (¡boom!) para dejar un rato de tenis inolvidable. La previa había sido un golpe que no existe y que se inventó el español tras pegarse una carrera para atrás y golpear por el lado, y pasar la red, y poner la pelota en la línea. Djokovic no pudo hacer otra cosas que sorprenderse primero y aplaudir después.

Tenis en estado puro… Y lesión

Fue al comienzo de ese segundo parcial, donde las fuerzas empezaban a equilibrarse. Y chocaron dos planetas un poco después, cuando el español logró ponerse 5-3 por delante. Por fin, a la sexta oportunidad, logró la rotura y parecía que se disponía a igualar el duelo. Pero es en esos momentos cuando Djokovic enseña las garras. Por eso es tan difícil ganarle y al resto, enrabietado, empezó el serbio a pegar duro, mucho, y a aceptar el tú a tú con el español que nadie resiste. Pero él sí. Su muñeca no se doblaba, al contrario. Apretó Nole, resistía Alcaraz con el saque, pero regaló un punto que le sentó fatal porque la tenía clara, y tiró la raqueta al aire. Era otra oportunidad de break que el serbio despachó con un revés paralelo tremendo. Estaba en el partido, y con el saque se vio 0-40. Imposible. No para él, que remontó esas tres opciones de set para Carlos. Levantó el puño. También lo hacía el español. Y el público los vitoreaba a los dos. Dos gladiadores jugando dejadas, globos, desde el fondo con dureza, con efecto…. La presión pasaba al español, que de nuevo tuvo problemas con su servicio y los solucionó para ponerse 6-5 y dar la estocada después en blanco para llevarse el set. Parecía que respondía al reto que le ofrecía su mítico rival. El partido que todos querían ver ya estaba allí… Pero no duró más por los problemas físicos de Alcaraz.

«Así no vas a ganar»

El número uno del mundo había arrancado el duelo algo más nervioso de lo habitual, con demasiados errores, sobre todo con el revés. Iba como narrando lo que pasaba por su cabeza. «Mas velocidad le tengo que dar a la bola”, gritaba. «No vas a ganar a Djokovic a palos», dijo también. «Sí, Charly, sí», se animaba cuando le salía algún tiro bueno. Tenía momentos Alcaraz, pero el más consistente era Djokovic, que si en anteriores rondas tuvo algún momento de duda, sabía que ese no era el día. Serio desde el primer momento, en plan muralla, casi sin errores y tirando perfecto. Es un maestro en saber manejar los tiempos y en no fallar cuando no toca. Y en un encuentro como esta final el «no toca» es prácticamente todo el partido.

Le costó asentarse y ser él mismo a Carlos, empezó a combinar los palos con golpes con efecto, y cuando logró ser él mismo firmó esa segunda parte de segundo set sublime, con su rival también muy inspirado.

Pero entonces llegó el problema en la pierna derecha y todo se enfrío. El público ya no chillaba tanto. Ferrero le decía a su pupilo que se retirara si estaba mal y este quería seguir. Aguantó hasta el final por honor, se divirtió con algunas dejadas y algunas sutilezas, pero su destino en este Roland Garros ya estaba escrito.