Faltan a la verdad los medios que hablan de «servicio multiconfesional». Ha sido una ceremonia presidida por el arzobispo de Canterbury, definida en la BBC como «una ceremonia de adoración, comunión y coronación», con todos los elementos que la Iglesia Anglicana ha realizado durante diez siglos para ungir y coronar a los Reyes de Inglaterra
Su Majestad el Rey Carlos III se ha convertido en el cuadragésimo Monarca que es coronado en la Abadía de Westminster desde que el día de Navidad de 1066 comenzaran en este lugar la entronización de los Soberanos de estas islas con la Coronación de Guillermo el Conquistador. Las primeras luces del día despuntaron poco después de las 5 de la madrugada y para esa hora ya había miles y miles de personas concentradas en The Mall, el paseo que une Buckingham Palace con el Arco del Almirantazgo, el espectacular edificio que hasta hace un año era propiedad del manchego Rafael Serrano.
Gentes que se han sumado al millar largo de espectadores que han acampado en la acera derecha de The Mall desde el pasado jueves –la izquierda estaba reservada para el despliegue de medios de comunicación que se han concentrado en la capital británica.
Al salir del palacio y pasar ante el impresionante memorial a la Reina Victoria, Carlos III ha parecido emocionarse. Victoria fue la primera Monarca en seguir este camino a Westminster Abbey para su coronación.
Carlos III ha llegado a la abadía recubierto con el manto de Estado. El titular de un ducado español, el de Ciudad Rodrigo, ha tenido la responsabilidad de entrar en la Abadía de Westminster portando la corona de la Reina Camila. Él es también el duque de Wellington e íntimo amigo del Rey Carlos III.
La entrada de los Reyes en la Abadía ha demostrado una vez más el que hoy es probablemente el mejor protocolo del mundo por el simple hecho de que quienes lo teníamos mejor hemos renunciado a él en buena medida. Los Reyes han sido recibidos con un cántico que incluye vivas a ambos en latín: Vivat Regina Camilla, Vivat Rex Carolus. Tras ello se entonó el himno «Cristo, Rey de Reyes».
En sus primeras palabras, el Rey proclamó que viene «a servir y no a ser servido». Al principio de la ceremonia los representantes de cuatro órdenes de caballería han presentado al Rey Carlos a la congregación a lo que los asistentes han respondido «Dios salve al Rey Carlos». En Inglaterra se mantiene inalterada la representatividad de las órdenes de caballería, todas ellas de menor relevancia que sus pares españolas. Y el duque de Norfolk, conde mariscal de Inglaterra, que ya tuvo gran protagonismo en el entierro de la Reina Isabel II, ha estado sentado en un lugar de gran preeminencia: en segunda fila de la Familia Real, junto a la Princesa Real, Ana, hermana del Rey Carlos. Norfolk es católico y se decía de él que es más cabeza de los católicos ingleses que el arzobispo de Westminster.
La ceremonia de la Coronación ha marcado diferencias con la de Isabel II en 1953. Entonces la lectura fue san Mateo 22, 15 en la que los fariseos intentan pillar a Jesús pagando impuestos al César y él responde «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.» En la Coronación de Carlos III el pasaje escogido ha sido san Lucas 4,16 en el que Jesús entra en la sinagoga, abre las escrituras y lee el pasaje de Isaías sobre ser ungido para predicar la palabra a los pobres, traer libertad a los cautivos, visión a los ciegos… «En este día» dice Jesús a los congregados «se cumple esta escritura en vuestros oídos».
CORONACIÓN CARLOS III
Coronado por la Iglesia y con el Gobierno como figura decorativa
Probablemente lo más novedoso ha sido el que la liturgia ha incluido una oración compuesta específicamente para este Rey. No existe constancia de que nunca antes se haya realizado en una Coronación una plegaria así. En ella se enfatiza su deber de servir a «gentes de toda fe y convicción» y su compromiso con «las formas de la dulzura» y «los senderos de la paz».
En ese sentido la ceremonia suprimió todos los pasajes que hace setenta años hablaron de lucha o conflicto. Entonces el Príncipe Felipe, más tarde Duque de Edimburgo, juró «vivir y morir por la Reina contra toda clase de gentes». Esa promesa de lealtad hasta la muerte la ha hecho ahora el Príncipe de Gales al Rey Carlos III, pero sin hablar de confrontar a ningún tipo de gentes.
El momento más sagrado de la celebración ha sido la unción con aceite del Monte los Olivos. Se ha ocultado al Rey tras unos paneles bordados con un árbol en el que aparecían los nombres de todos los países de la Commonwealth. La intención ha sido resaltar la sacralidad del momento. Es un acto entre Dios, representado por el arzobispo de Canterbury, y el Rey. En el mismo sentido, la televisión ha enfocado en plano distante la comunión de los Reyes. En cierto modo se ha mostrado un servicio anglicano en más tridentino el rito católico actual.
Uno de los himnos de la ceremonia, Christ is made the sure foundation ha tenido una característica singular: también se cantó en 1981 en la Abadía de Westminster durante la boda del Príncipe de Gales y Diana Spencer. Una forma de mostrar por parte del Rey su respeto por su memoria y honrar un matrimonio que fracasó. Cuando Carlos III se casó, el público que se alineaba en las calles utilizaba periscopios de cartón para ver lo que pasaba ante ellos. Ahora hemos visto cómo sacaban sus teléfonos para filmarlo. Y no olvidemos que ésta ha sido la primera Coronación de la que se han podido sacar fotos en color. En la de 1953 no las había.
Los dos miembros de la Familia Real más problemáticos han sido relegados por el protocolo. El Duque de York en contra de su voluntad. El Duque de Sussex por voluntad propia tras enfrentarse con su padre y apartarse.
Faltan a la verdad los medios de comunicación que han hablado de «servicio multiconfesional». Ha sido una ceremonia presidida por el arzobispo de Canterbury, definida en la BBC como «una ceremonia de adoración, comunión y coronación», con todos los elementos que la Iglesia (hoy Anglicana) ha realizado durante diez siglos para ungir y coronar a los Reyes de Inglaterra.
Se ha querido dar una mini presencia, en ningún caso de más de un minuto cada uno, a los representantes de otras fes. Y eso, en el caso de los no cristianos, con actos que nada tienen que ver con su fe. Lo más relevante de la multiconfesionalidad se redujo a un a un saludo al salir, en el atrio, a los infieles, como ya hizo el Rey en Belfast cuando fue proclamado. Y el no cristiano que tuvo el papel más importante ha sido el primer ministro, Rishi Sunak, que ha leído un pasaje de Colosenses, del Nuevo Testamento. Nada hindú.
Un país muy orgulloso de sí mismo. No como otros.