La UME ayuda al milagro de Fatma y Merve

La unidad de emergencias del Ejército español busca supervivientes en el terremoto de Turquía y colabora en el rescate de dos jóvenes sepultadas desde el lunes bajo los escombros

Cada día que pasa es una carrera contra el reloj en Turquía. A medida que pasan las horas desde el devastador terremoto del lunes, se apagan las esperanzas de rescatar a los miles de desaparecidos que, sepultados bajo los escombros, siguen con vida. Ya se ha cumplido el plazo de 72 horas desde el seísmo, la ventana en que es más probable encontrar supervivientes, y cada minuto cuenta. Esa es la lucha que libran los equipos de rescate turcos y venidos de otros países, entre los que figura la Unidad Militar de Emergencias (UME) del Ejército español, que ha enviado a medio centenar de soldados. Su misión: algo tan improbable como un milagro. Pero, igual que ocurren las grandes tragedias como este terremoto, de vez en cuando también suceden milagros.

Solo así puede llamarse lo que han obrado este miércoles un equipo de rescate turco y la UME en Islahiye, una de las localidades más castigadas por el potente temblor y la zona asignada a la UME. Después de más de cinco horas de dificilísimas tareas, dos jóvenes, Fatma y Merve, fueron sacadas con vida bajo los escombros de un edificio de nueve plantas que se desplomó como un castillo de naipes. Sus plantas se derrumbaron una sobre otra y quedó como un sándwich, dividido en capas pero todas tan aplastadas que su altura, antes de nueve pisos, ahora solo llegaba a la segunda planta del inmueble vecino, que por otro milagro continúa en pie.

«Hay una persona con vida. ¡Vamos a entrar!», gritaba a primera hora de la tarde el teniente Mora desde la montaña de escombros a que quedó reducido el edificio. Después de varias búsquedas sin éxito en otros barrios de Islahiye durante la mañana, el equipo de la UME había sido llamado a este inmueble porque el equipo de la agencia turca contra los desastres (AFAD) había localizado supervivientes. Colándose unos dos metros por una estrecha oquedad, un hueco de vida como lo llaman los rescatistas, Mora consiguió llegar hasta una joven que había quedado atrapada entre dos de las plantas que se habían hundido. Encogida y con la clavícula rota, tenía incrustado un hierro que le atravesaba la pierna e impedía sacarla arrastrando suavemente de ella, por lo que los médicos estaban barajando incluso la posibilidad de amputársela. Agonizando y casi sin conocimiento, así llevaba desde el lunes, hasta que finalmente había sido encontrada por los equipos de búsqueda. Pero eso no era todo: tras una pared detrás de ella, resistía otra mujer, que estaba más consciente e incluso sacaba su mano por un agujero para pedir agua.

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SECUENCIA DEL RESCATE DE LA UME PABLO M. DÍEZ

Asegurar el terreno

Tras despejar la montaña de escombros para evitar movimientos que pusieran en riesgo el salvamento, solo se quedó ante la abertura el equipo imprescindible. Entre ellos, además de algunos efectivos turcos, el traductor de la UME y una de sus sanitarias, quien se encargó de preparar una inyección de suero para la primera superviviente con el fin de proteger sus órganos cuando la sacaran después de varios días de aplastamiento. Además, le hicieron un torniquete en la pierna herida y, al parecer, tenía un pie roto.

A pie de calle, sus trabajos eran observados con angustia por los familiares de los residentes en el edificio, que no sabían si las supervivientes eran sus seres queridos o los vecinos. Calentándose con hogueras y cobijándose en chamizos, los damnificados aguantan entre las ruinas esperando algo tan improbable como un milagro. «¡Por favor, busquen por allí, que hemos oído a Ashe, que solo tiene tres años y es la hija de mi primo!», imploraba Abdullah a los efectivos de la UME.

Cuando el soldado Antonio Miguel López soltó al perro Nico, un pastor belga malinois negro, entre los escombros para que husmeara si había alguien con vida, no se dirigió al lugar que señalaba la familia de la pequeña Ashe, sino hacia las oquedades donde estaban atrapadas las dos jóvenes. «Con su olfato especialmente adiestrado para encontrar personas con vida, los perros no fallan. Si no busca en el lugar donde ustedes han oído voces, es que allí no hay nadie vivo», explicaban los militares españoles a los afligidos parientes a través del traductor.

Efectivos de la UME buscan entre los escombros en Turquía, este miércoles

Arriba en la montaña de escombros, y después de varias horas debatiendo cómo rescatar a las dos jóvenes, los operarios turcos decidieron finalmente que iban a encargarse ellos mismos. Con la satisfacción de haber asegurado su posición y estado de salud, pero seguramente con la frustración también de no haberlas sacado, acababa así la misión de la UME, que se encaminaba a otro «lugar de trabajo» para continuar su tarea.

«Aunque el límite normal son unas 72 horas, nosotros no perdemos la esperanza y seguimos cualquier indicio que pueda darnos señales de que hay una persona bajo los escombros», explicaba a ABC el jefe de Comunicación Pública de la UME, el capitán de corbeta Aurelio Soto. Veterano de otras misiones como los terremotos de Ecuador en 2016 y Haití en 2010, comparaba que este último de Turquía «también ha sido muy mortífero y ha afectado a una zona muy amplia».

Al anochecer, y con la UME ya en otro punto, los rescatadores turcos lograron por fin sacar a las dos jóvenes. Con los cuerpos descansando sobre camillas de plástico que los operarios movían con sumo cuidado, emergieron de un estrecho agujero y enseguida las arroparon con mantas para resguardarlas del frío. Primero Fatma, apenas consciente, y a continuación Merve, quien lloraba incrédula de alegría mientras una enfermera la consolaba y le acariciaba la cara. «¿Dónde está mi padre? Tras el terremoto, todo estaba oscuro y no podía ver a mi hermana», preguntaba sollozando. Envueltas en las mantas, las bajaron en una carretilla mecánica hasta las ambulancias que las estaban esperando, que partieron a toda velocidad al hospital de Islahiye alumbrando con sus sirenas las calles, a oscuras por falta de electricidad. Aunque no todos los días se obran milagros, al menos este ha contado con la ayuda española de la UME