El Papa Francisco: «A veces me usan, pero nosotros usamos a Dios más, así que calladito»

«Se gobierna con la cabeza, no con la rodilla», asegura el Pontífice durante la entrevista en su residencia en Casa Santa Marta, en la que también habla de cómo añora salir a la calle

Este es un adelanto de la entrevista que ABC publicará íntegra mañana domingo

La lucha contra los abusos sexuales, la cuestión catalana, los populismos, el ‘pecado’ del clericalismo, sus relaciones con el Opus Dei, la guerra de Ucrania… El Papa Francisco tuvo una larga conversación de casi dos horas con el director de ABC, Julián Quirós, y el corresponsal del periódico en el Vaticano, Javier Martínez Brocal. La cita fue un martes en Casa Santa Marta, su residencia privada junto a la basílica de San Pedro, donde vive junto a otro medio centenar de personas.

El Papa respondió a todas las preguntas sin torcer el gesto, ni consultar sus notas, ni pedir aclaraciones. Francisco habla con las manos, con la mirada y con la libertad. Confía sin tapujos su preocupación por algunas situaciones del mundo y de la Iglesia. Responde sereno a las polémicas de su pontificado. Y desdramatiza con dichos argentinos y anécdotas de su trabajo diario. «Tengo alergia a las entrevistas, pero ahora me he convertido porque no me queda otra», asegura.

Este es un adelanto de la conversación que ABC publicará íntegra este domingo.

-¿Cómo está de la rodilla, Santo Padre?

-Ya estoy caminando, la decisión de no operarme resultó buena.

-Se le ve muy bien…

-(Ríe) Sí, ya estoy en la edad en la que hay que decir «¡qué bien que se le ve!».

-Cuando lo veíamos con la silla de ruedas pensábamos que iba a reducir su agenda, pero la está triplicando.

-Es que se gobierna con la cabeza, no con la rodilla.

-El 13 de marzo cumplirá diez años como Papa. Su elección nos pilló a todos de sorpresa.

-A mí también. Había sacado boleto para estar de regreso a Buenos Aires el domingo de Ramos. Estaba muy tranquilo.

-¿Cómo aprendió a ser Papa?

-No sé si aprendí o no aprendí a ser Papa… La historia te agarra adonde estás.

-¿Qué es lo que más le cuesta de ser Papa?

-No poder callejear, no poder salir a la calle. En Buenos Aires yo era muy libre. Usaba los medios públicos, me gustaba ver cómo se movía la gente.

-Pero sigue viendo a muchas personas…

-A mí el contacto con la gente me recarga, por eso no suprimí ninguna audiencia de los miércoles. Pero echo de menos salir a la calle porque ahora el contacto es funcional. Van «a ver al Papa», esa función. Cuando me veían por la calle, no sabían ni que era el cardenal.

«A mí el contacto con la gente me recarga, pero echo de menos salir a la calle»

-Por cierto que aquí en Santa Marta recibe a personas de todo tipo. Algunos parece que se aprovechan y dicen que son amigos del Papa por sus propios intereses.

-Hace seis o siete años vino a misa un candidato argentino. Hicieron una foto a la salida de la sacristía y le dije: «Por favor, no la use políticamente». «Quédese tranquilo», me respondió. A la semana estaba Buenos Aires empapelada con esa foto, trucada para que pareciera que había sido una audiencia personal. Sí, a veces me usan. Pero nosotros usamos a Dios muchas más, así que calladito y adelante.

-Debe de ser duro también que se calibre cada palabra que usted pronuncia.

-A veces lo hacen desde una hermenéutica anterior a lo que dije, para llevarme adonde quieren. «El Papa dijo esto» … Sí, pero lo dije en un contexto. Si lo sacas de contexto es otra cosa.

-Ningún Papa ha hecho ruedas de prensa o entrevistas hablando on tanta libertad.

-Los tiempos cambian.

-¿Qué regalo le gustaría esta Navidad?

Un poco de paz. ¡Cuántas guerras hay en el mundo! La de Ucrania nos toca más de cerca, pero pensemos también en Myanmar, Yemen, en Siria, donde llevan trece años luchando…