Reabre la frontera de Ceuta sin resolverse la situación de 320 menores

Ya ha pasado un año desde que Marruecos abriera las puertas de la frontera e inundara la ciudad de sueños rotos. Muchas cosas han cambiado, pero otras siguen igual. Se ha pasado de una crisis migratoria con más de 12.000 personas vagando por la ciudad a una política bilateral en la que ni siquiera importa quién metió a ‘Pegasus’ en el móvil del presidente Sánchez. De traer a España con documentación falsa al líder del Frente Polisario para tratarse de coronavirus en Zaragoza a reconocer las aspiraciones de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. Giros de guion que llevaron esta pasada medianoche a la apertura de la frontera terrestre entre Marruecos y España, después de dos años de clausura por castigo.

«Es una forma de asfixiarnos», reflexiona un empresario.

Un paso más para olvidar agravios e imponer las relaciones de «respeto mutuo» que deseó Pedro Sánchez en aquella carta secreta a Mohamed VI llena de concesiones. Una apertura de pasos fronterizos en Ceuta y Melilla que no resuelve la situación de 320 menores encerrados en los barracones de Piniers, el campamento declarado centro de menores en el que se metió a más de 1.300 niños en mayo del año pasado esperando resolver su situación en España. Esos mismo menores cuyo futuro se gestionó a base de bofetones judiciales al Gobierno. «De los que entraron el año pasado quedan unos 250 todavía allí metidos», explican fuentes oficiales a ABC.

La frontera de Ceuta y Marruecos abre sus puertas este martes tras dos años cerrada
La frontera de Ceuta y Marruecos abre sus puertas este martes tras dos años cerrada – Francis Silva

El Ministerio de Interior quitó las concertinas de la verja por lesivas y se abre una frontera que lleva dos años cerrada con la excusa de la pandemia por parte de Marruecos, pero no se retiran las puertas metálicas y los alambres de espino de ese centro. Encerrados al final de la barriada del Príncipe Alfonso en casetas prefabricadas, como las que se usan en las obras.

Fuentes de la Ciudad Autónoma explican que algunos de los allí residentes se han agrupado en la península o en otros países de Europa con familiares. Otros de los que pasaron de las naves del Tarajal a Piniers alcanzaron la mayoría de edad y salieron sin futuro claro, buscando una forma de cruzar el Estrecho. Y otros muchos no esperaron a que les llegara un destino o una resolución y se escaparon cuando pudieron, como aquellos que corrían por los tejados metálicos del polígono industrial diseñado para las porteadoras y ahora fantasma.«Marruecos ha aprovechado la clausura para reformar todo. Su frontera es nueva entera, pero España no ha hecho nada»,

El resto está allí, esperando una solución. Mientras tanto, Cruz Roja desmantela aquellas naves en el polígono El Tarajal, donde los niños eran acostados en estanterías de almacenaje en plena crisis migratoria. «Aquí ya estamos limpiando y dejando las naves listas para devolverlas a la ciudad», dice uno de los empleados de la ONG, que explica dónde se ubicó la escuela, el comedor, las camas o la habitación para las madres con niños. Las puertas están arregladas con parches de chapa de otro color, tapando los agujeros por los que se colaron las cámaras hace ya un año para sacar la situación infrahumana en la que se acogió a aquellos menores. «Aquí llegó a haber hasta 1.800 personas acogidas, que salieron a centros o con familiares», añade el trabajador de Cruz Roja.

Preparativos para la apertura de la frontera entre Ceuta y Melilla
Preparativos para la apertura de la frontera entre Ceuta y Melilla – Francis Silva

«Va a ser un caos»

El censo oficial de la Policía dice que fueron 1.300 menores los que Marruecos lanzó al mar en medio de la represalia por acoger a Brahim Gali, pero no se cuenta los que regresaron con una devolución en caliente de dudoso encaje legal. En los primeros días, el que quería regresar sólo tenía que ir a la frontera y era conducido hasta la puerta para Marruecos, sin preguntar la edad ni más trámites.

Han pasado 365 días justos desde aquella crisis. España y Marruecos lo conmemoran abriendo las únicas de las fronteras que no estaban operativas: las terrestres de Ceuta y Melilla. Y no todo estaba preparado. Pese a que ayer se estaban haciendo ingentes esfuerzos de última hora por acicalar el paso fronterizo, las carencias se apreciaban a simple vista. «Marruecos ha aprovechado la clausura para reformar todo. Su frontera es nueva entera, pero España no ha hecho nada», señala uno de los agentes que trabaja en este paso.

En la mañana antes de la apertura se habían pintado los arriates, la carretera, limpiado las aceras, podado y regados las plantas, pero los martillos siguen haciendo zanjas y el asfalto estaba sin arreglar. A pocas horas de la apertura se respiraba un ambiente de inauguración de feria de muestras con operarios ultimando detalles, pero faltan efectivos, medios y la demandada frontera inteligente para controlar los flujos masivos de población.

Todo preparado en el lado marroquí del paso fronterizo del Tarajal de Ceuta.
Todo preparado en el lado marroquí del paso fronterizo del Tarajal de Ceuta. – EFE

Los sindicatos policiales y las asociaciones de la Guardia Civil hablan de un déficit de más de 500 efectivos en Ceuta y Melilla. Un agente cada cuatro coches, resumen en sus informes de denuncia. «Va a ser un caos», señaló Ernesto Vilariño de Jucil ayer en Ceuta. Es la principal demanda que lleva a Alberto Núñez Feijóo a la Ciudad Autónoma hoy en su visita como líder del PP. Es lo que más se exige. «Va a haber mucha gente. En Marruecos están haciendo cola», decía uno de los guardias civiles en el paso del Tarajal ayer, cuando faltaban aún casi 20 horas para que se abriera el paso. «Ya van varios días que viene gente a preguntar cómo se va a hacer o qué necesitan para cruzar», explica otro de los agentes.

En el chiringuito cerca del paso fronterizo varios policías dan la clave. «Hay personas que se quedaron aquí y que llevan dos años esperando para ver a sus hijos. Están deseando a esta medianoche para poder cruzar a reunirse con ellos, como cualquiera», afirmaba uno de los agentes. Es lo que ha dejado un año de bochorno. Gente atrapada a ambos lados, familias rotas y promesas de un futuro mejor que nadie se fía que empiecen a cumplirse ya. «A ver qué hace Marruecos», sentencia con desazón otro de los agentes que están en la frontera.