La retirada rusa en Járkov: combatiendo y a la espera de nuevas atrocidades

Por la carretera de Tsyrkuny, inmediatamente a las afueras de Járkov hacia el noreste, los BM-21 Grad ucranianos vuelven a toda prisa con los tubos lanzacohetes vacíos para ir en busca de más munición. En las cunetas hay una montaña de carcasas, aparte de carros y vehículos logísticos rusos convertidos en ceniceros, prueba de que el enemigo llegó hasta aquí. Hasta las puertas de la segunda mayor ciudad del país, que es ya el segundo mayor fiasco del las tropas de Moscú después de Kiev porque de Járkov se están replegando, pero lo hacen a fuego. Tratando de que no les empujen tanto que les echen de vuelta a sus fronteras, que están solo a veinticinco kilómetros. Lo que ya sería una vergüenza. Parece que intentan conservar una línea de suministro que una Belgorod por Vovchansk e Izium con sus fuerzas en el Donbass, a ver si concentrándose ahí avanzan.

En el día 81 de la invasión mandada por el Kremlin, la situación que maneja el Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas de Ucrania es que los de Vladímir Putin pelean en esta región por no ser expulsados a Rusia. Y en esa contraofensiva, ayer «bombardearon sistemáticamente» las posiciones de Ruski Tyshky o Petrivka, combates hacia los que conducía esta carretera de Tsyrkuny, que tiene hasta proyectiles sin detonar incrustados en vertical en la calzada y el tendido eléctrico todavía por los suelos. Explicaba el Estado Mayor en su último informe de la tarde que hay áreas en que la dotación de personal de los rusos «es inferior al 20 por ciento».

Un misil incrustado en la tierra en las afueras de Járkov
Un misil incrustado en la tierra en las afueras de Járkov – L.L.C.

Ucrania está más bien envalentonada. Casi cantando victoria en Járkov como el sábado por la noche en Eurovisión, ocasión esta del festival que sirvió para hacer resonar en el mundo entero una petición de ayuda para los de Azovstal, algo que desde la acería aseguraron ayer que les hicieron pagar lanzándoles el domingo una tormenta de fósforo blanco. No hay verificación independiente posible, ni tampoco de la autenticidad de los proyectiles presuntamente rusos con la inscripción «¡Kalush, como querías!» que difundió en Telegram el canal pro Moscú ‘FighterBomber’. Y que compartió dando todo el crédito a las imágenes uno de los asesores del alcalde de Mariúpol, de nombre Petr Andryushchenko . «Han perdido cualquier cosa parecida a la humanidad», lamentaba.

Miedo a otro Bucha

Lo que sí se puede contrastar es lo que está pasando en Járkov: que desde mediados de esta semana pasada el centro de la ciudad ya no está sometido «al castigo de las explosiones y las sirenas antiaéreas 24 horas al día de los últimos dos meses y medio», cuenta Alyna, profesora en la Universidad, y también que los medios ucranianos están informando de que, en las aldeas que están siendo liberadas, se están encontrando «explosivos que han dejado los rusos dentro de las lavadoras -una acusación muy repetida en este conflicto- y también en el interior de perros muertos, para que estallen porque saben que quien los vea tratará de recogerlos». Los ucranianos tienen pasión por las mascotas. «También se habla de que hay muchos heridos que se metieron en los refugios y que están siendo encontrados muertos», añade la mujer. Nadie descarta que a medida que se pueda acceder a las poblaciones del entorno de Járkov que han estado bajo control ruso empiecen a descubrirse nuevas atrocidades. Otros Bucha, la ciudad martirizada a las afueras de Kiev en la que el enemigo dejó atrás cadáveres de civiles en las calles con un tiro en la cabeza o fosas comunes tan grandes que se detectaron desde el aire, por abreviar. Una brutalidad que se está documentando como crimen de guerra.

Dar por liberada de ocupantes esta o aquella pedanía no es tan fácil. Los soldados ucranianos van entrando en pelotones como en una operación de asalto casa a casa, comprobando los sótanos, intentando descubrir minas y restos de explosivos sin detonar. Como el sábado hicieron en Ruska Lozova por ejemplo, 19 kilómetros al norte de la capital de la región, donde, según testigos, se temía que había regresado un grupo reducido de rusos y estaban en lo cierto, porque les dispararon. Minúscula y fantasma, Ruska Lozova pertenece al distrito de Derhachi, una pequeña ciudad recuperada a mediados de semana de manos del invasor donde se puede acceder y observar las ruinas del centro cultural que el viernes reventaron a distancia las tropas de Moscú ya retiradas. Un golpe de artillería primero, luego un misil. Dos muertos.

Con este panorama, en Járkov capital se reanudará hoy lunes el servicio de transporte público interrumpido el 24 de febrero, fecha de inicio de la ofensiva, y con dos semanas de uso gratuito, explica Alyna, un incentivo pensado para que los vecinos se animen a volver al trabajo, si lo tienen. El optimismo está en alza. El jefe de la Administración Militar en la región, Oleg Sineguboy, dijo el domingo que «alrededor de 2.000 personas» están regresando cada día, que se están añadiendo vagones a los trenes procedentes de Lviv, -el nudo más próximo a Polonia- todo ello en consonancia con las cifras de repatriados que se manejan en el conjunto del país. Desde el cinco de mayo, notifica la Guardia de Fronteras, el número de los que se van ya es inferior al de los que vuelven: el sábado 37.000 frente a los 84.000 retornados. Y eso que Ucrania todavía no había ganado Eurovisión.