Rusia dispara la propaganda en español con la mirada puesta en Iberoamérica

El 24 de marzo se viralizó, en parte por medio de mensajes en español, un complejo gráfico que según quienes lo compartían en redes sociales mostraba «cómo EE.UU. controla laboratorios de armas biológicas en Ucrania». El gráfico quería demostrar la existencia de un complejo entramado de instituciones del Gobierno estadounidense con empresas biomédicas y universidades, junto a las fotos de Hunter Biden, hijo del presidente norteamericano, y George Soros, el filántropo e inversor al que el Kremlin lleva años acusando de injerencista. Ese entramado apuntaba al Ministerio de Sanidad de Ucrania, al que se atribuía la gestión de al menos 30 laboratorios biológicos dentro de ese país vecino de Rusia.

Ese gráfico, y la campaña de difusión que hizo que proliferara en redes como Twitter, es en realidad un compendio de las mayores falsedades que Rusia ha tratado de difundir en su estrategia de guerra híbrida para justificar la invasión de Ucrania. Según un empleado en México de la cadena estatal rusa RT que lo compartía en Twitter, «los laboratorios son financiados por organizaciones como el fondo de inversión Rosemont Seneca, dirigido por Hunter Biden, hijo del presidente de EE.UU., o el fondo de George Soros». El mensaje en que el corresponsal de RT hacía esas afirmaciones tuvo más de 3.500 interacciones, entre retuits, favoritos y comentarios, a pesar de contener falsedades.

Este caso ejemplifica cómo la desinformación rusa se ha adaptado a la nueva realidad después de que tanto la Unión Europea como las grandes plataformas de internet radicadas en EE.UU. tomaran medidas para ponerle límites a esta tras la agresión a Ucrania. Antes, según dos recientes informes del departamento de Estado, Rusia se valía eminentemente en RT y Sputnik, sus dos grandes medios estatales dedicados a audiencias internacionales, para difundir mensajes propicios al Kremlin y dañinos para el statu quo en Occidente.

Pero tras quedar recientemente expulsados RT y Sputnik de las ondas en muchos países y ver degradados sus contenidos digitales en los algoritmos de las grandes plataformas como Facebook o Google, hoy la propaganda rusa pervive con argumentarios obtenidos directamente del régimen ruso, como el de los laboratorios, y amplificados después por empleados, colaboradores y simpatizantes del régimen ruso en Occidente, sobre todo asalariados de RT y Sputnik.

Captura de pantalla Manuel Hernández, empleado de RT en México
Captura de pantalla Manuel Hernández, empleado de RT en México

Nueva forma de guerra

Según Elina Lange-Ionatamisvili, autora de un detallado informe sobre desinformación rusa en Ucrania publicado por el Centro de Comunicaciones Estratégicas de la OTAN, la guerra híbrida incluye este tipo de acción es desinformativas: «Las campaña de información y las acciones militares relacionadas por parte de Rusia se corresponde con las características de una nueva forma de guerra donde las líneas entre la paz y la guerra, la fuerza militar extranjera y los grupos locales de autodefensa se desdibujan y el principal espacio de batalla se ha movido del terreno físico al terreno de los sentimientos y las emociones de las poblaciones en cuestión».

En esta nueva fase de la guerra híbrida, el español es una lengua preferente, como demuestra el caso del gráfico antes mencionado. Según un análisis de Omelas, una consultora con sede en Washington que rastrea propaganda en español en internet, las interacciones de usuarios en español con contenido procedente del régimen ruso pasaron de 100.000 por día a principios de año, a 220.000 por día cuando Rusia inició la invasión y se han llegado a disparar hasta las 500.000. En el análisis de Omelas, las interacciones se miden con usuarios que le han dado a ‘me gusta’ o ‘compartir’ y con comentarios en las diversas plataformas digitales. En el punto álgido de la invasión ucraniana, las publicaciones del régimen ruso en español en redes sociales tuvieron más de 1.5 millones de interacciones en un lapso de 10 días entre el 23 de febrero y el 2 de marzo, según Omelas.

«Esas primeras semanas de la invasión, vimos un gran aumento en las interacciones en español con el contenido ruso», afirma Ben Dubow, el presidente de Omelas. Esta plataforma ha detectado un considerable aumento en las menciones a los laboratorios en Ucrania, como parte de una estrategia más amplia que Dubow define de este modo: «Es parte de una narrativa de que Ucrania no es más que un satélite de la OTAN, y que refleja a la OTAN como un instrumento de guerra para robarle su identidad y sus tradiciones a un pueblo [el ruso] que solo quiere mantenerlas».

Chino, árabe y español

Tras las rondas de sanciones aprobadas por EE.UU. y la UE, la propaganda rusa se ha lanzado, según datos recogidos en medidores de desinformación como Hamilton68, un servicio del German Marshall Fund, a publicar en idiomas de aquellos países que no le han dado la espalda. Eso explica la proliferación de contenido en chino, en árabe y, también, en español. Empleados y comentaristas de RT y Sputnik en español en todo el mundo han intensificado la difusión de los mensajes del Kremlin, como que en Ucrania lucha « una internacional facha», que es un país plagado de nazis, que Europa está engañada por la « propaganda otanista» o que la defensa de Ucrania no tiene nada que ver con valores democráticos sino con intereses geoestratégico entre EE.UU. y Rusia.

Según afirma Dubow, esas voces que amplifican el mensaje del Kremlin en español suelen ser «verdaderos creyentes». «Rusia suele contratar [para esos medios] a verdaderos creyentes, gente que en otros países se presenta como contrapunto a las grandes narrativas dominantes de las élites, ya que nadie, además de ellos, tiene el coraje de desafiarlas», añade.

Tras las rondas de sanciones aprobadas por EE.UU. y la UE, la propaganda rusa se ha lanzado a publicar en idiomas de aquellos países que no le han dado la espalda

Según informa la propia RT, la compañía tiene unos 200 empleados para su servicio en español y ha abierto oficinas oficinas en Argentina, Cuba y Venezuela. El perfil de RT en Español cuenta con más de 3,5 millones de seguidores en Twitter, 4,3 millones en YouTube y más de 18 millones en Facebook. Aunque es cierto que RT America, un servicio en inglés en EE.UU., cerró días después de que Occidente sancionara a Rusia, RT en español mantiene sus emisiones y ofrece su contenido a través de internet. Muchos de sus asalariados y colaboradores, aunque no todos, han sido etiquetados como tales en redes como Twitter.

Señalar al hijo de Biden

El ejemplo de los supuestos laboratorios biológicos en Ucrania ha sido empleado por el régimen ruso para justificar su guerra, al alegar que en ese país había una amenaza real para Rusia. EE.UU. colaboraba con Ucrania en iniciativas conjuntas para contener material bacteriológico remanente de los tiempos de la Unión Soviética, pero no hay en ese país laboratorios estadounidenses donde preparen armas de ningún tipo, como ha afirmado el Kremlin. El gráfico antes mencionado, amplificado por las cuentas en español, fue de hecho presentado por el ministerio de Defensa ruso junto con otros similares el 24 de marzo, según publicó la agencia estatal RIA Novosti. En ellos se trata de implicar al hijo del presidente Biden, que fue consejero en una empresa energética ucraniana, y a Soros, un financiero al que la propaganda rusa ha acusado hasta de estar tras el coronavirus.

Según Justin Sherman, que es investigador en el Atlantic Council, hay una estrategia específica de Rusia de promover sus ideas y argumentos fuera de Occidente. «Se dirigen a audiencias de todo el mundo, pues tienen interés en promover esa desinformación en muchos lugares y, especialmente en la ONU y otros foros internacionales han hecho un gran esfuerzo para que, por ejemplo, muchos países de lo que se conoce como ‹el sur global› respalden algunas de sus políticas».

Para Sherman, acumular estas teorías conspirativas en las que se unen las falsedades de los laboratorios, el hijo de Biden y viejas teorías antisemitas como la influencia de Soros en el mundo, obedece a una estrategia de crear confusión: «Como en la era de la Unión Soviética, si se analiza la desinformación rusa, no tiene sentido establecer quién cree literalmente que algo es verdad o no, porque lo más relevante que es tener tantos sinsentidos y narrativas superpuestas que la gente comienza a perder la confianza en las instituciones, algo que acaba acrecentando las divisiones en la sociedad».