Consignas del Campamento VII: El AMOR es la fuente de la Alegría

El  cuerpo humano necesita de agua para conservarse vivo. Está formado por agua y necesita del agua para no perecer.

El espíritu humano necesita del amor para sobrevivir. Una vida sin amor no es vida. Todos necesitamos querer y que nos quieran y sin amor todo se torna en un infierno. La soledad, el abandono es la mas grande de las miserias. La tristeza  es la lógica consecuencia de la falta de amor. El hombre está creado por amor y a semejanza de su Creador – que es Amor-  necesita del amor para no extinguirse y morir.

Una fuente es el lugar donde mana agua. Agua  que calma la sed del hombre que la necesita.

Una fuente es un misterio que hace patente el agua que oculta la tierra. Recogida de las lluvias y las nieves, filtrada y purificada por los caminos ocultos del subsuelo surge, fresca, como un milagro, para calmar la sed del que se acerca a ella y haciéndolo darle vida.

Una fuente de amor, surge en los corazones de aquellos que han acogido los caudales del inmenso cariño del Creador y en la reflexión y el silencio, muchas veces bateados por el dolor, lo prodigan generosos para saciar las ansias  de aquellos que lo buscan y de esta manera recobran la vida.

Dios ha puesto en nuestros corazones una insaciable sed de felicidad, una sed que sólo puede saciar el Amor.

Por eso hemos de buscar en nuestro interior esa capacidad de amar que hay en cada uno de nosotros y ponerla a disposición de los que nos rodean amando a nuestro prójimo. Sólo así lograremos alcanzar la felicidad.

Ese amor a los demás ha de concretarse en pequeños detalles para con los otros. “Obras son amores que no buenas razones”. Hoy se quiere mucho a la gente de boquilla y también  a través de manifestaciones afectivas sensibles: besicos , carantoñas, caricias… pero de verdad, de verdad se quiere a los demás cuando se les ayuda a ser mejores, a hacer las cosas bien, se les corrige y se les ayuda a superarse.

Y todo ello –el amor que les das- se constituye en  fuente de alegría, que brota al dar vida a los otros cuando te entregas a ellos y contemplas como van creciendo y, poco a poco, convirtiéndose,  ellos también, en fuentes de amor para los demás.

Jesús se encarnó como manifestación del amor de Dios a los hombres. “Y tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo para salvarnos”.

En Jesús de Nazaret encontraremos «la fuente de agua viva que calmará nuestra sed y ya nunca volveremos a tener sed».

En Jesús encontramos la fuente de la alegría aquí en este mundo y de la felicidad para siempre en el otro.