Consignas del Campamento y Colonias IV: El trabajo forja al hombre

El hombre nace pequeño y tiene que crecer  y realizarse en el camino de la vida. Tanto física, como intelectualmente, ya sea en la constitución de su personalidad (desarrollo de la voluntad y señorío de los sentimientos), como en el logro de la plenitud en la vida espiritual, el hombre se hace con esfuerzo en la forja del trabajo.

El trabajo físico adecuado desarrolla sus músculos, equilibra su crecimiento y hace al hombre sano y fuerte.

El trabajo intelectual mejora su inteligencia, (capacidad de comprensión y de razonamiento) (concentración, atención, memoria, imaginación…,) (capacidad de análisis y síntesis)  y con ello su capacidad de expresión y comunicación. Todo ello ayuda a la realización del hombre. Pero el trabajo que acrece la capacidad intelectual del hombre se llama estudio. Y hay que estudiar para realizar cualquier actividad humana, que por tal, debe ser inteligente. Hasta para recoger la basura hay que pensar y se necesitan un mínimo de aptitudes intelectuales.

Toda tarea que el hombre realiza es un trabajo y si la hace con calidad y buscando la perfección ello  le va templando y forjando como persona. Pero educar la voluntad y controlar y desarrollar los sentimientos adecuados en cada circunstancia de la vida es y cuesta trabajo.

Hacer lo que hay que hacer y realizarlo cuando y como se debe, para un mejor servicio a los demás, es un trabajo que forja y templa nuestra voluntad y con ello conseguimos una recia personalidad. Además realizar las tareas que la vida de familia, los amigos, los compañeros, la solidaridad con el resto de los seres humanos que nos rodean nos demandan y hacerlo con alegría poniendo el sentimiento adecuado para cada situación va forjando un carácter recio que nos hace, día a día más humanos, más hombres.

La vida espiritual necesita de silencio y reflexión para crecer y alcanzar en el hombre la categoría de eje rector de las libres decisiones humanas. Los hombres actuamos de acuerdo con nuestras convicciones y creencias. Saber cuales son, hasta que punto nos comprometen y actuar de acuerdo con ellas hacen hombre al hombre. Conocer y profundizar en la vivencia de nuestra religión es un trabajo que exige esfuerzo. Hoy no es fácil “hacer” el silencio en nuestras vidas. Ni siquiera un pequeño rato cada día. El encuentro con Dios se hace en la soledad y el silencio. Las prácticas religiosas exigen tiempo y trabajo. La vida espiritual hace al hombre tan cercano a lo divino que lo hace auténticamente humano.