El Real Madrid se queda solo. Real Madrid 2 Atletico de Madrid 0

Simeone no solo habla de fe. Habla de rebelión. Y de verdad hay algo levantisco en el temperamento del Atlético ideal. En su camiseta, la franja blanca tiene un estampado rojo que parece sangre. Salen al césped como si vinieran de una pelea. Con esa mezcla de fe y levantamiento, el Atlético es temible, aunque últimamente un poco menos. Al Bernabéu, con sus nuevas estructuras amenazantes, salió en 4-4-2, con Correa culebreante, espermatozoidal, peligroso. Vinicius, que se las veía con Llorente, mitad lateral, un cuarto todocampista y otro cuarto lanzador de jabalina, no podía salir tan fácil a la carrera. Contra el Atleti le costaría un poco más. En cuanto lo intentó, como una centella, vimos a tres, los tres de siempre, colgarle como las plumas indias de una cabellera.

Pero la sensación para el Madrid era de tranquilidad. Fue muy llamativa la facilidad con la que Militao le ganó la primera a Griezmann. Militao forma ya una columna flemática con Kroos y Benzema. Empieza a trasmitir una facilidad suave y rítmica.

Sobre la aguerrida conformación colchoneril, se veía el aplomo paquidérmico del Madrid, de sus veteranos dinamizados. Ellos le dan al Madrid una especie de poder autorregulador, son como un termostato que va midiendo las condiciones a las que subir o bajar el juego, el ritmo, las pulsaciones, la velocidad de la pelota. Es un equipo con dos dj’s, mezclan y remezclan, cambian los ambientes…

El Madrid exhibía su gran mole central de pases y solo tenía que esperar el error ajeno, que llegó al cuarto de hora: interceptó Modric y se organizó un contragolpe a medio ritmo, donde Asensio puso la visión, Vinicius el desmarque y la asistencia y Benzema la conducción central y el remate, en volea perfecta.

Había sido un semicontragolpe, corrido o casi caminado, como corrían los viejos Lakers o como juega Doncic, con esa velocidad lentificada que da la sencillez.

Era importante la participación de Asensio, que además del gol aportó una dimensión más de interior, un juego de pasador-pensador, con toques, ángulos y pausas.

El gol le dio al Madrid la oportunidad de echarse ese pasito atrás que tanto agradece, y afectó al Atlético, que perdió un poco de sentido y se desorientó. Benzema y Modric, golosos, iban donde Vinicius y los pases que ahí se formaban, las sinapsis, las madejas de toques las reenviaba luego Kroos al otro lado, con ese mecanismo simple con el que el Madrid desarticula a los rivales y domina la Liga. Kroos, además, confiere al Madrid una elegancia peculiar. ¿Por qué todos los jugadores elegantes son además inteligentes?

Él, Benzema y Modric demostraban una rotación completa, una panorámica de gran angular que hacía parecer a sus rivales unidimensionales, como con un mundo sensorial más primitivo.

Pero el Atlético se rehízo admirablemente, o al menos con tesón. La lucha era enérgica. Casemiro y De Paul se miraban como boxeadores en la báscula. En Casemiro se dibujaba una pequeña sonrisa abusiva. El Madrid era brasileño, el Atlético argentino. Igual que el Barça-Madrid, el derbi tiene ecos universales, reproduce antagonismos profundos.

El Atlético se volvía a meter en el partido reduciendo espacios, acechando tiempos, provocando errores, pero no creaba peligro. Era una mejoría sobre el otro, contra el otro, con la que se oponía a la diabólica banda izquierda del Madrid. Allí ha ido desarrollado, no solo una nueva longitud que da Vinicius, sino espacios intermedios, esquinas nuevas, recovecos: el zócalo interior que tienta Benzema, el semiescalón de Modric cuando pisa la zona, el desdoblamiento por dentro de Mendy sobre Vinicius, la posición extraña de Alaba, pivote-lateral, y sobre todo la de Kroos, ese lugar suyo, hundido entre el central y el lateral, donde nace su visión y el juego. El resultado es que esa banda es como una pared para escaladores, llena de cuñas, agarraderas, salientes para ayudar a subir. Todo eso, por otro lado, funciona por Mendy, por la gran seguridad que da Mendy: tapón del sensual jacuzzi del Madrid.

Pero esa banda compleja, esa escalera helicoidal del Madrid la sofocaba el Atético, con una mejoría que era cholística, es decir, antimadrid. Estrangulaba al rival pero al hacerlo estrangulaba también el partido.

Y por eso, quizás, el Cholo sacó a Lemar y Joao Félix en la segunda parte. Puso, de modo irreprochable, la creatividad necesaria. Se rascó el bolsillo y puso lo que tenía ¿No es esto un cambio en Simeone? ¿NO es esto el producto de una evolución, de un diálogo con el entorno? En Simeone todo es agónico y estos cambios, ¡cuánto le han tenido que costar! Al verlo, sentimos un profundo reconocimiento por él, cariño incluso. Eran formas puras de humildad.

Pero los errores se repetirían. Nada había arreglado. Así llegó el 2-0, por el centro, en otro contragolpe espontáneo: error de Felipe (alegría injustificada), buen movimiento de Jovic (otra vez bien en el 9 posicional), asistencia de Vinicius y remate de primeras de Asensio. Aciertos personales encadenados de Ancelotti en un contragolpe sobrevenido. Vinicius regala una vorágine final.

El Madrid conserva sus números defensivos, pero marca más. Es como si hubiera superado el dilema de la manta: estira por un lado y no se descubre por otro. El Atlético sufre lo contrario: marca más, pero le meten goles. Buscando una nueva forma de ser ha perdido lo que era, lo bueno que tenía. ¿Acierta Simeone con esa evolución? Parece que no. Se ha normalizado, se ha vulgarizado. ¿Qué será lo siguiente? ¿Dejar de vestir de negro?

El Madrid, por su parte, ha superado el dilema de la manta por Vinicius, que cuadra el círculo alargando todo, y quizás por la sabiduría reconcentrada de su mediocampo-vieja. Si antes estaban ungidos por la magia de Zidane, su sublime misterio, ahora reciben la experiencia de Ancelotti y el Madrid parece un equipo sabio. Juega a muchas cosas a la vez. Es un cerebro con nueva oxigenación.

Distinto y dócil el Atlético, la superioridad del Madrid durante los minutos finales remitía a la época A. CH. (antes del Cholo). Su gran rival liguero queda a trece puntos, un mes de competición. Como cuando la Quinta la ganaba en Navidad, la Liga ya solo puede perderla el Madrid; tiene que conservarla como Modric conserva la pelota. Girando en torno a sí, amagando, gambeteando. No le hace falta más.

Ficha de partido

Estadio: Santiago BernabéuReal Madrid

  • 1Courtois
  • 4Alaba
  • 3Éder Gabriel Militão
  • 23Ferland Mendy
  • 2Carvajal
  • 14Casemiro
  • 8Kroos
  • 10Modric
  • 11Marco Asensio
  • 20Vinicius Júnior
  • 9Benzema

Atlético

  • 13Oblak
  • 18Felipe Monteiro
  • 4Kondogbia
  • 22Mario Hermoso
  • 14M. Llorente
  • 5Rodrigo de Paul
  • 10Correa
  • 21Carrasco
  • 6Koke
  • 19Matheus Santos Carneiro Da Cunha
  • 8Griezmann
  • Banquillo
  • 24Mariano
  • 13Andriy Lunin
  • 18Bale
  • 12Marcelo
  • 6Nacho
  • 7Hazard
  • 17Lucas Vázquez
  • 16Luka Jovic
  • 21Rodrygo Silva de Goes
  • 22Isco
  • 15Federico Valverde
  • 25Eduardo Camavinga
  • Banquillo
  • 11Thomas Lemar
  • 7João Félix Sequeira
  • 23Kieran Trippier
  • 26Javier Serrano
  • 47Ibrahima Vaniel Camara Silva
  • 16Héctor Herrera
  • 9Luis Suárez
  • 1Benjamin Lecomte
  • 12Renan Augusto Lodi dos Santos
  • Goles
  • Benzema 15′
  • Marco Asensio 56′
  • Goles

Árbitro: Antonio Miguel Mateu Lahoz