La Cumbre del Clima acaba con un frustrante acuerdo

Cumbre del Clima de Naciones Unidas consiguió finalmente ayer por la noche cerrar un acuerdo entre los cerca de 200 países que se daban cita en Glasgow para reforzar el objetivo de limitar el incremento de la temperatura global a final de siglo en 1.5ºC. Partiendo de la base de que no se trata de un texto vinculante, no es la fórmula ideal para científicos y activistas. Hay deficiencias, sobre todo, en materia de financiación. Pero, al fin y al cabo, supone un importante compromiso político para la próxima década ante la preocupante crisis climática.

Las arduas negociaciones hicieron que la cumbre se tuviera que alargar un día más de lo previsto. Cada COP es diferente. Pero la celebrada este año en Escocia se consideraba la cita más importante desde el histórico Acuerdo de París en 2015, cuando la mayoría de las naciones finalmente se comprometieron a garantizar un clima seguro y estable manteniendo los aumentos de temperatura dentro de 1,5 °C, porque en 2021 era la fecha límite para que los gobiernos presentaran sus planes para reducir sus emisiones.

Las malas noticias es que las promesas colectivas actuales para 2030 no son lo suficientemente ambiciosas. No solo no estamos reduciendo emisiones, sino que vamos camino de incrementarlas un 13% para la próxima década. Las buenas noticias es que esta COP26 pide a las naciones acelerar sus planes de acción para reducir las emisiones mundiales de dióxido de carbono en un 45% para 2030 hasta llegar a un nivel neto cero a mediados de siglo, es decir, que la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos a la atmósfera no sea mayor que los eliminados, ya sea por medios naturales como la plantación de más árboles para absorber el dióxido de carbono o la captura de gases con tecnología.

En este sentido, una de las líneas más destacadas del acuerdo cerrado anoche es que, en señal de urgencia, se insta a los firmantes a presentar antes de finales de 2022 los nuevos objetivos para reducir las emisiones durante la próxima década, en lugar de cada cinco años como proponía el Acuerdo de París.

Por otra parte, otro de las cuestiones clave es que, por primera vez, se pide a los gobiernos compromiso de eliminación de carbón y subsidios a los combustibles fósiles. El compromiso sin precedentes se vio debilitado respecto a los primeros borradores por las presiones de China e India. Pero al menos, sigue ahí. A pesar de que se ha rebajado el término «eliminación gradual» a «reducción gradual», la causa de la crisis climática ha sido denunciada por primera vez desde el Protocolo de Kioto.

Respecto al escollo de financiación hay claros y oscuros. Se urge a los países desarrollados a, al menos, duplicar los fondos de adaptación para los países en desarrollo para 2025. Y eso son buenas noticias. No obstante, los países menos desarrollados también pedían dinero para lo que llaman «pérdidas y daños», es decir, una compensación efectiva por los efectos del cambio climático que ya están sufriendo debido a los excesos de los países más ricos. Pero no se han logrado avances en este sentido debido a la oposición de los Estados Unidos y la Unión Europea. En su lugar, se plantea un «diálogo» para analizar el tema, que queda pendiente para las próximas citas de Egipto en 2022 y Emiratos Árabes Unidos en 2023.

Esto es independiente al Fondo Verde para el Clima, es decir, los 100.000 millones de dólares que la comunidad internacional había prometido para 2020 y a fecha de hoy todavía no se ha desarrollado. Aunque no se ha puesto fecha concreta, se reclama a los países desarrollados a completar esta financiación «urgentemente» y como tarde en 2025 e insiste en la importancia de la transparencia de estos compromisos.

La vicepresidenta española Teresa Ribera consideró que los cambios relativos a las menciones sobre la salida del carbón respecto a los borradores no eran su «opción preferida. Creemos que debemos eliminar, no solo reducir, el carbón», asegura. No obstante, considera que el acuerdo «va un paso más allá de París. Cambia el orden de prioridades, en lugar de destacar que el objetivo es mantenernos en el entorno de 2 ºC y lo más próximo posible a 1,5 ºC, plantea toda la actuación para que el 1,5 esté al alcance del conjunto de la humanidad», declaró.

De alguna manera, por tanto, se puede decir que Boris Johnson, como anfitrión, ha salido bien parado de una cita en la que se jugaba mucho a nivel diplomático en la era post Brexit. La cumbre, que comenzó el pasado 31 de octubre, no era tarea fácil. Si ya es complejo poner de acuerdo en algo a cerca de 200 países, era doble salto mortal hacerlo en una materia tan compleja como el medio ambiente y más aún en plena crisis del gas y cuando los países apenas se están recuperando de la pandemia de la covid.

En la cita no estuvieron ni el chino Xi Jinping ni el ruso Vladimir Putin. Pero sí mandaron delegación para las negociaciones. A lo largo de estas dos semanas se han conseguido importantes avances. China y Estados Unidos sorprendían a todos al dejar aparcadas sus diferencias políticas comprometiéndose a «trabajar juntos» en la próxima década ante el cambio climático. Se han cerrado también acuerdos sobre deforestación, coches eléctricos o emisiones de metano (un gas menos conocido, pero más potente que el C02).

En cualquier caso, queda aún un largo camino por recorrer. Las investigaciones muestran que a 1,5 ° C, 700 millones de personas corren el riesgo de sufrir olas de calor. A 2 ° C, serían 2 mil millones. A 1,5 ° C, el 70% de los arrecifes de coral del mundo mueren, mientras que a 2 ° C, casi todos lo harán. Limitar el calentamiento a 1,5 ° C para finales de siglo también minimizaría los aumentos del nivel del mar que podrían hacer desaparecer países enteros, como Maldivas. El fracaso para mantener esto vivo este objetivo se habría considerado en esta cumbre una catástrofe medioambiental.

El propio presidente de la COP26, Alok Sharma, reconoció que pese a su «imperfección» el texto logró al final «el consenso y el apoyo» necesarios para cerrar la cumbre con una sensación de misión cumplida.