Génova muestra un PP sin conflictos para «aislar» a Ayuso

La dirección nacional del PP, con su secretario general al frente, Teodoro García Egea, ha puesto en marcha una campaña de reconciliación con las organizaciones territoriales, después de un proceso de renovación provincial que ha abierto heridas y generado fuertes tensiones. Los cuadros territoriales reconocen que toman nota de los esfuerzos y que hay voluntad de pasar página y de «corregir» algunos desencuentros. La estrategia se activa en un momento en el que la crisis en Madrid no ha dejado de ofrecer titulares, y da pie, por tanto, a que en el partido interpreten que hay una operación por parte de Génova para «poner en evidencia a Ayuso». La lectura del mensaje que creen que quieren imponer la cúpula es: «Si hay paz en todo el partido, menos en Madrid, el problema debe estar en Madrid, y no en Génova». O dicho de otra manera: «O todos cedemos para trabajar por la unidad, o no hay unidad».

Hay orden de Pablo Casado a los suyos para que rebajen el tono y eviten entrar en polémicas, mientras que en el equipo de Ayuso insisten en que es la otra parte la que no deja de alimentar filtraciones para de esa manera «cercar» a la presidenta.

Después de ejecutar la renovación, a falta de congresos ya poco problemáticos, salvo el de Madrid, García Egea está en campaña por las estructuras territoriales para limar asperezas y ganar adhesiones para la «causa de Pablo». Y para corregir la imagen de escudero con «mano de hierro» que se ha ganado en estos últimos meses. La dirección actual del PP de Madrid, ligada a Génova, también «está trabajándose» a la organización regional para aunar voluntades a favor de la línea oficial.

Respeto a la autoridad nacional

Ayuso es un fenómeno nacional entre toda la militancia del partido. Pero en clave interna, la imagen de que ella no tiene de su parte a la organización puede utilizarla Génova a favor de sus intereses, o en eso confían. El problema es que los barones admiten el principio del respeto a la autoridad nacional, pero se encuentran en esa dualidad que les obliga a valorar y defender también su autonomía y su autoridad en la organización regional que representan. Ya ha salido a escena el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, a defender que Ayuso tiene derecho a optar a ser la presidenta del PP de Madrid, y nadie discute este hecho.

Mientras, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, niega a todo el que le pregunta en privado si aspira a la Presidencia del PP regional que esté en esa batalla: si de él depende, ni mucho menos presentaría su candidatura. Pero la inercia de Génova se impone sobre sus deseos, como ya ocurrió en plena pandemia cuando la dirección que preside Casado decidió elevarle al cargo de portavoz nacional, contaminando así su imagen de «alcalde de España». Almeida actúa conforme a sus obligaciones con el aparato y el mando, y hará ante el congreso lo que Génova le ordene que haga, pero es a costa de sacrificar su potencial político y parte del apoyo popular que se ganó en la gestión de la crisis sanitaria. Que como premio pueda aspirar a una cartera en un presunto Gobierno de Casado, si éste consigue un resultado electoral que le abra la puerta de La Moncloa, es un futurible hoy demasiado indeterminado.

El problema de la crisis, que ayer Ayuso y Almeida intentaron enfriar con motivo de la celebración en Madrid de la festividad de la Virgen de la Almudena, es que ha llegado a un punto de no retorno donde, o gana Casado o gana Ayuso. Pero las posiciones se han extremado tanto que no hay apenas margen para una solución intermedia. Almeida no tiene nada que ganar en este pulso, pero de manera colateral sí puede beneficiar a Vox y a su «marca» en Madrid. La comunidad madrileña es una de las plazas en la que el PP tiene una base electoral más conservadora y donde más puede perder si no consigue mantener a raya el potencial del partido de Santiago Abascal.

Los dos dirigentes madrileños se esforzaron ayer en dejar mensajes dirigidos a poner sordina a su rivalidad, poco exitosos, por otra parte, no ya ante la opinión publicada y pública, sino también entre sus propias huestes. Es una rivalidad alimentada desde Génova para favorecer a Casado, ya que, a fin de cuentas, el alcalde no es más que el «avatar» con el que la dirección nacional pretende indirectamente recortar el poder de la lideresa.