Sánchez cede con ERC y PNV para que le apoyen los Presupuestos

El Gobierno allana el camino hacia los Presupuestos Generales del Estado (PGE) de 2022. Aunque todavía faltan detalles por cerrar en la negociación para conseguir la aprobación propiamente dicha de las cuentas –que debe conseguirse antes de que acabe el año–, el Ejecutivo salvó ayer un primer «match ball», consiguiendo que sus socios de ERC y PNV, cuyos votos son fundamentales para que el proyecto prospere, no presentasen enmiendas a la totalidad.

Sobre la bocina –no en vano, los republicanos estuvieron a «cinco minutos» de registrarla–, Pedro Sánchez consiguió encauzar las conversaciones con los nacionalistas vascos y catalanes para asegurarse una tramitación sin sobresaltos y acudir al pleno de la próxima semana –el 3 y 4 de noviembre– con la convicción de que los PGE no naufragarían a las primeras de cambio. Todavía quedan semanas de negociaciones por delante para bajar al detalle de lo que pide cada partido por su apoyo, pero por el momento, el Gobierno ya ha hecho cesiones para que sus socios no se levanten de la mesa y se alineen con los partidos de la derecha, que se opondrán a las cuentas en la primera estación de su andadura parlamentaria.

En Moncloa nunca hubo una fundada preocupación en este sentido. De hecho, todos los interlocutores consultados por este diario aseguraban que tanto al PNV como a ERC «no les quedaba otra opción» que aprobar las cuentas. Unas cuentas que son imprescindibles para «consolidar la recuperación justa» a la que el Gobierno fía todas sus opciones de revalidar la Moncloa en 2023. Esta actitud algo altiva y la unilateralidad con la que se desenvuelve el Ejecutivo en su diálogo con los grupos causan un profundo malestar en sus interlocutores que, además, se quejan de que Sánchez no cumple los compromisos que adquiere previamente con ellos.

Por ejemplo, el acuerdo para transferir la gestión del Ingreso Mínimo Vital (IMV) al País Vasco que se utiliza por los nacionalistas como argumento para no presentar la enmienda a la totalidad se cerró ya hace meses, pero la transferencia no había sido del todo satisfactoria, por lo que ahora, el PNV buscaba materializarla de manera íntegra, a pesar de las reticencias que había manifestado del ministro José Luis Escrivá.

En sus últimas declaraciones públicas, el presidente del Gobierno pidió «responsabilidad» a sus socios, consciente de que, si él los necesita, ellos tampoco tienen intención de dejar caer al Gobierno. En esto consiste la liturgia negociadora de los Presupuestos. Los socios aprietan, pero no ahogan, porque saben que lo que hay enfrente, la alternativa a Sánchez, es las suma de derechas. Un escenario que no interesa a ninguna de las partes. Tampoco al presidente que, al contrario de lo que hizo en 2019, cuando utilizó el veto de ERC a las cuentas para convocar elecciones, ahora no piensa en esta coyuntura hasta consolidar la recuperación económica.

Con todo, cada parte mostró ayer su satisfacción por lo conseguido, en discursos triunfalistas casi incompatibles en los que pareciera que todos ganan. Los nacionalistas vascos, que mantienen un hermetismo casi total cuando negocian, comenzaron hace días a coquetear con la opción de sumarse al veto a las cuentas con el que ya amenazaba ERC. Esto, a pesar de que en privado, desde el Ministerio de Hacienda se aseguraba hace semanas que no se presentarían los Presupuestos hasta tener la seguridad que ninguno de estos dos actores imprescindibles para su aprobación, se opondrían a ella.

Sin embargo, los jeltzales han aprovechado su influencia para desbloquear la gestión del IMV para el País Vasco «antes de fin de año o a inicios del próximo», lo que «restablece la confianza y permite avanzar en una nueva etapa», dijo el portavoz parlamentario, Aitor Esteban. Aún así, aseguró que el acuerdo total «está lejos» y que presentarán enmiendas parciales a las cuentas. Entre lo asuntos sobre la mesa están el tren de alta velocidad y la digitalización de la economía.

Marcando en corto al PNV, los abertzales de EH Bildu tampoco quisieron descolgarse de su apoyo al Gobierno, aunque advirtiendo que esto no supone un «cheque en blanco». Su portavoz en el Congreso, Mertxe Aizpurua, aseguró que, «hasta tener todo atado», no se puede saber «hasta dónde llegará su grupo en los acuerdos» aunque puntualizó que, «en principio van bien». «Tendrá que ganarse nuestros votos y aún quedan semanas de negociaciones. Por nuestra parte no hay ningún cheque en blanco, y hemos puesto encima de la mesa muchas cuestiones relacionadas con los derechos de las personas», aseguró.

Por «cinco minutos»

En ERC amagaron hasta el final con su veto a las cuentas. Incluso, su portavoz, Gabriel Rufián, aseguró que estuvieron a «cinco minutos» de presentar la enmienda a la totalidad. Finalmente no lo hicieron, tras horas de intensas negociaciones y a cambio de compromisos concretos en la ejecución de las inversiones previstas en el ejercicio anterior, especialmente en la gestión de las becas universitarias con una transferencia de 18 millones y en materia de cooperación, y la promoción y blindaje del catalán. «Es solo un primer paso, queda un segundo y es el meollo de la negociación», destacó Rufián.

En el trasfondo de la decisión y en clave catalana, también pesa que con este movimiento Esquerra se desmarca definitivamente de Junts, socio en el Govern y partido que se ha opuesto a las cuentas, junto con la CUP, presentando sendas enmiendas a la totalidad. De hecho, los postconvergentes han presionado a los republicanos desde el primer momento –incluso desde el pacto para la investidura y el Govern de Pere Aragonès– con la exigencia de acordar una posición unitaria por parte de las tres fuerzas del independentismo, informa C. Rubio.