La llegada del ferrocarril a Aragón

Desde mediados del siglo XIX hasta principios del XX se produjo un frenesí constructor de líneas ferroviarias en nuestro país. Los empresarios del sector se convirtieron en una oligarquía que controlaban gobiernos, igual que hoy lo hacen empresarios de otros sectores. Se legislaba para favorecer sus intereses y España se llenó de trenesEl primer ferrocarril español se construyó en Cuba en el año 1837. El objetivo era transportar el azúcar, producido en el interior, hasta la ciudad marítima de La Habana para exportarlo. Para ver la primera línea de nuestra península hay que esperar un poquito más: hasta el año 1848 con la ruta de Barcelona-Mataró.

La locomotora llegó relativamente tarde a Aragón. Pero su situación privilegiada entre Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia y Francia, lo convierten en el corazón de Iberia y cualquier proyecto ferroviario de gran magnitud tenía que pasar por aquí. Esto hace que no haya una red de ferrocarril de Aragón, sino un conjunto de trenes, a los que no les queda más remedio que pasar por nuestra tierra, construidos por empresas que no son aragonesas, como la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante (1856) y la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España (1858). El primer ferrocarril que pasó por nuestra comunidad autónoma fue inaugurado en 1861 y conectaba Zaragoza con Lérida.

A partir de aquí, en poco tiempo Zaragoza se convirtió en un nudo ferroviario. Después de unir en 1863 Zaragoza con Pamplona, Madrid, Lérida y Barcelona, llegó el turno a otras localidades de menor tamaño. Así se construyó una línea que unía Alcañiz con Teruel; otra que enlazaba Barbastro con Lérida, a la que después se añadió Huesca; un tren que conectaba Calatayud con Valencia, pasando por Teruel; y el más famoso de todos, el canfranero, que comunicaba Huesca y Jaca con Francia.

Por otro lado, se construyeron rutas secundarias que conectaban Zaragoza o Pamplona con zonas aragonesas productoras de bienes de especial interés comercial, como azúcar de remolacha, productos de la huerta, vino y carbón. Es en este marco en el que hay que entender la construcción del Tren de Las Cinco Villas entre Gallur y Sádaba, que pretendían enlazar, en Sangüesa o Tafalla, con el de Pamplona-Zaragoza. También el de Cariñena-Zaragoza o el de Utrillas-Zaragoza, por el que se transportaba el carbón de las cuencas mineras. Había muchas más rutas, como la de Val de Zafán, pero no puedo detenerme en todas.

A partir de los años treinta del siglo XX hay un parón y ya no se construyen nuevas líneas en mucho tiempo. En los años cuarenta, cincuenta y sesenta, la construcción de carreteras y los avances en la industria del motor hacen la competencia a muchos de estos ferrocarriles, que poco a poco van languideciendo hasta que, a finales de los sesenta y principios de los setenta, muchas de estas líneas son desmanteladas. Los últimos decenios han quedado marcados por la consecución y la planificación de nuevos proyectos con la llegada del AVE.

El caso más doloroso de cierre ha sido el del canfranero, que deja a Aragón sin comunicación directa con Francia por ferrocarril. Muchos, en las últimas décadas, reivindican que debería reabrirse el túnel ferroviario del Somport y la línea internacional, conectando ambas fronteras por los Pirineos. Los argumentos esgrimidos son que la reapertura del paso permitiría la descongestión de las líneas de Irún y Port Bou y que hay una menor distancia, reduciendo costes de transporte.

Quizás haya quien no quiera que la línea del Canfranc le haga la competencia a las de Irún y Port Bou y prefiera ver saturadas estas dos últimas rutas.

El ferrocarril es un invento que cambió el mundo.

La globalización que conocemos hoy en día comenzó con la aparición del barco de vapor y la locomotora. Ambos avances permitieron interconectarlo todo. Por medio del ferrocarril las mercancías del interior de los países llegaban a la costa en un abrir y cerrar de ojos, y desde allí, a través de los barcos de vapor, a cualquier rincón del planeta en un corto período de tiempo. Las zonas con escasez de recursos, de repente, quedaron abastecidas.