Hemos tratado de reflexionar sobre cómo tomar buenas decisiones. Y si nos fijamos, para ello, hay dos cuestiones fundamentales: el conocimiento y la voluntad. Es imprescindible para obrar bien ser personas cultas, inteligentes, que dediquen tiempo a pensar antes de decidir.
Sucede que, paradójicamente, nadie presume de poco inteligente y sin embargo muchos presumen de tener poca voluntad. Parece que educar la voluntad es una tarea innecesaria o insignificante y sin embargo, la voluntad juega un papel primordial en la vida de los seres humanos. La educación de la inteligencia redunda en beneficio de la educación de la voluntad porque los actos de entender y de querer están estrechamente relacionados.
Luego enseñar a pensar, enseñar a informarse, enseñar a realimentar el propio pensamiento con la mejor información, enseñar a estudiar a aprender, para saber, forma parte de, o es previo a la educación de la voluntad. También influye en la voluntad humana los sentimientos, los apetitos sensibles: el deseo y el temor, el gozo y la tristeza, la esperanza y la desesperación, la audacia y la ira. Pero todo ello ha de pasar por nuestra inteligencia y nuestro autodominio. Este es un aspecto importante que tiene mucho que ver con la superación de nuestras ignorancias, de nuestras perezas, de nuestras cobardías, de nuestros miedos. La formación de hábitos buenos: orden, puntualidad, sinceridad, valentía, generosidad, laboriosidad etc., ayuda a fortalecer la voluntad puesto que facilita el realizar lo decidido.
Toda decisión supone un querer. Elijo o acepto libremente en función de lo que quiero. Y hay también un querer que procede del amor. « Le cœur a ses raisons que la raison ne connaît point. » El corazón, en donde metafóricamente enraizamos el amor, es fuente de fuerza de voluntad que empuja muchas decisiones y hacer posibles actos que de otra forma no se podrían entender. Los sentimientos, los deseos, son fuerzas que empujan en una dirección para que decidamos según lo que ellos nos presentan, y lo hacen con tal fuerza, que no dan oportunidad a la reflexión, casi nos arrastran.
La voluntad, en cambio, nos conduce hasta el logro de las metas que nos hemos propuesto. Para llegar a ser quien somos es necesaria una voluntad fuerte. La voluntad bien educada nos lleva a la realización más perfecta de nuestra persona. La educación de la voluntad se realiza poco a poco, al igual que la fuerza física, se consigue a base de ejercicios continuados y de dificultad progresiva. Musculo mental, más necesario que el corporal, para poder caminar por la vida alcanzar el éxito y la felicidad. Es la importancia del esfuerzo y la lucha en las cosas pequeñas de cada día. Vencerse a uno mismo, ser dueño y señor de sí mismo. Paso a paso, día a día “Por las dificultades hasta las estrellas”. “Per áspera ad astra.” No hacer lo que deseamos, ni lo que nos pide el cuerpo, ni lo que nos apetece, ni lo que es mejor para mí. Hacer las cosas, no porque nos gusten o no, sino porque hemos decidido que queremos hacerlo aunque nos cueste. Voluntad, autoestima, felicidad siempre van juntos.