«Parliament»: Europa se ríe del independentismo catalán, del Brexit y de sí misma

Su título original es «Parlement», en francés, pero en nuestro país se ha estrenado en Filmin como «Parliament», en inglés, en lugar de traducirla directamente al español. Es un anticipo de los enredos que se describen en esta sátira ambientada en los pasillos del Parlamento Europeo, justo después del referéndum del Brexit.

Sus parecidos con la realidad no son ninguna coincidencia, salvo (quizás) la semejanza física del protagonista con Íñigo Errejón. Son diez capítulos de 26 minutos, cortitos y ligeros, son una coproducción entre Bélgica, Francia y Alemania, el corazón de una Europa que sabe reírse de sí misma.

En la respuesta continental al viejo «Sí, ministro» británico no hay mala intención, pero tampoco se libra nadie. En Francia se estrenó al comienzo del confinamiento y fue un éxito, por lo que ya está en marcha la segunda temporada. Sería un sueño que se cruzara en el camino de nuestro Juan Carrasco.

«Parliament»
«Parliament»

Los ojos del espectador son los de Samy Kantor (Xavier Lacaille), a quien conocemos en su primer día de trabajo en Bruselas como asistente de un impresentable eurodiputado francés. Michel Specklin es un político vago e inútil que vive de esconderse de los problemas y de no hacer absolutamente nada, pero Philippe Duquesne sabe llenar de humanidad un personaje que incluso acaba cayendo bien.

Samy se presenta con toda la ilusión y el desconocimiento del mundo. Es una víctima perfecta para estrellarse en el muro burocrático del mundo real y perderse, pese a su buen conocimiento de varios idiomas, en esta moderna Babel europea, donde también se practica el sucio arte de las novatadas.

Al lío de lenguas oficiales y no oficiales se añaden los de la política moderna. Aparte de las preferencias personales de cada uno, en esta serie políglota todo se entiende mejor en versión original, valga la paradoja.

El mayor acierto de la historia creada por Noé Debré, que conoce el terreno que pisa, es que no se ceba en nadie. Si acaso, lo hace con el Brexit, a través de una parlamentaria radicalizada tras leer «cosas raras en internet y los discursos de Boris Johnson». Pero la clave es que dispara en todas direcciones: independentistas catalanes, la extrema derecha rubia y morena, instigadores del Brexit, socialistas manejables, controladores alemanes, torpes centristas, conservadores demasiado conservadores, euroescépticos que viven de lo que desprecian… No se salvan ni los chipriotas. Tampoco, por supuesto, los lobbies, ni la escala de valores de Facebook.

Humor a costa del «procés»

En el segundo episodio, titulado «La Armada invencible», entra en liza el independentisma catalán. En medio de una sesión, y sin venir a cuento, pide la palabra Rafael Carral. Da las gracias, se levanta y empieza recitar, ante el desconcierto de todos: «L’avi Siset em parlava de bon matí al portal mentres el sol esperàvem…». No lo aclaran, pero es la letra de «L’estaca», de Lluís Llach, nada que ver con la propuesta sobre las aletas de tiburón que se debate en ese momento (el finning como McGuffin).

Escena en la que el independista catalán Rafael Carral (de pie) recita la letra de «L'estaca» en medio de un debate sobre tiburones
Escena en la que el independista catalán Rafael Carral (de pie) recita la letra de «L’estaca» en medio de un debate sobre tiburones

Uno de los traductores del Parlamento explica: «El miembro del partido independentista catalán está hablando otra vez en catalán, una lengua no oficial de la UE...». Otro traductor le interrumpe: «Lo que está diciendo el honorable representante de la minoría catalana oprimida es…». Empieza una pelea entre ambos. Mientras los separan, Carral sigue a lo suyo: «Si estirem tots ella caurá…».

Los españoles, en general, son objeto de chanzas por lo fácil que es sembrar la cizaña entre ellos para desactivar ese posible frente común. Porque cuando trabajan unidos son (somos) capaces de reabrir todos los litigios pesqueros desde la Paz de Versalles de 1783. «Intente no provocar otra guerra de la sardina», recomienda un personaje a Samy, quien nunca distingue si le están hablando en serio.

Origen de «Parliament»

Cuenta el creador de la serie que creció en Estrasburgo con vistas permanentes a la sede B de la Europa unida y que tras sus paredes de cristal siempre imaginó que había historias dignas de ser contadas. Noé Debré asegura que tras ver «Parliament», «tendremos más herramientas para comprender el funcionamiento de este organismo».

«Siempre tuve la intuición de que dentro del Parlamento tenían que suceder cosas interesantes. Me documenté, hablé con personas que trabajan allí, investigué mucho y corroboré la idea de que podía ser un gran escenario de ficción», explica el autor, que ha trabajado en los guiones con Maxime Calligaro y Pierre Dorac, quienes tenían la experiencia de haber escrito un thriller ambientado en el mismo lugar, «Les compromis».

Lo primero que quiso contar Debré sobre el Parlamento es su complejidad. «Su funcionamiento y flujos de trabajo son casi ininteligibles cuando no estás dentro. Eso puede abordarse desde distintos géneros: el thriller es uno y la comedia otro. El funcionamiento oscuro de la maquinaria europea es, en sí mismo, un argumento cómico», añade.

Que el espectador se pierda un poco «es genial, porque el protagonista también lo está», dice el guionista. «Estas cosas son muy confusas, y colocar a Samy en este laberinto da pie a situaciones muy hilarantes», concluye Debré. Cabe añadir que, en compansación, el inocente protagonista también vive una original trama romántica.