Fomentar la amistad II

Una relación entre personas procura y requiere un conocimiento mutuo. Un inicial conocimiento propio que estimulado por la admiración y críticas de los verdaderos amigos despierta el desarrollo de potencialidades dormidas. Gracias al mejor conocimiento de sí­ mismos y, fortalecidos por la amistad, crece en cada uno de las personas el deseo de realizar esfuerzos por mejorar.

Es por ello, por lo que es en la familia donde surge el amor de amistad, brotan las raíces de la verdadera amistad y surgen las primeras amistades. Para tener amigos es necesario tener amor de benevolencia. Amor desinteresado por los demás que exige manifestar de manera adecuada un sincero afecto. Amor de amistad que se expresa en detalles y actos de desprendimiento generoso, producto de la voluntad.

Voluntad que también procura la oportuna y adecuada manifestación de afecto cuando la otra persona lo necesita. La verdadera amistad soporta ausencias, silencios, divergencias. No soporta en cambio, aquello que va contra la persona o contra su dinámica esencial: la capacidad de dar y de recibir.

No deteriora la amistad pensar de modo distinto, sino un pensamiento saturado de ignorancia y de egoísmo. Ni la impide un sentir diferente, si existe una base común de sensibilidad por los valores humanos (honradez, generosidad, lealtad, sinceridad, optimismo, etc.)

Tener amigos requiere una gran riqueza espiritual, para facilitar y ampliar la afinidad con cada amigo superando las diferencias culturales, sociales, de edad etc. La amistad supone una comunicación de bienes materiales, culturales, sociales y espirituales que van poco a poco, haciendo a los amigos más iguales.

Es un misterio y un regalo esa afinidad en virtud de la cual uno tiene amigos. Amigos de distinta calidad humana: algunos extraordinarios y, de todos, mucho que aprender y agradecer. Uno tiene amigos porque sabe comprender y exigir; porque es leal, agradecido, sincero, etc.

A más virtudes humanas, más y mejores amigos. Tener amigos verdaderos es siempre un asombroso regalo, un regalo esencial. Son encuentros en la vida de una persona que no ocurren por azar. Con una visión exclusivamente terrenal, la verdadera amistad no tiene explicación. Sólo desde una visión más elevada podemos entender el encuentro de la amistad como una mutua responsabilidad de mejora, en la libre solidaridad de personas en libertad, capaces de pensar generosamente en los demás, capaces de sacrificarse en algo por ellos.

Una vez más, no encuentro otra explicación a este misterio de amor que es la amistad, que la que recibí de mis padres de chaval, y que se encuadra dentro de una visión cristiana de la vida. Dios que nos creó, nos amó primero. Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, quiso manifestarnos ese Amor y llamarnos, no ya siervos, sino amigos. De ahí­, y de su mandato de que nos amemos unos a otros, surge espontanea, entre nosotros, la verdadera amistad. (Continuará).