El mejor lado del ser humano

En estos momentos en los que toda ayuda es poca, los ciudadanos se han puesto la capa de superhéroes y, con aguja en mano, gastando los ahorros para los más necesitados, repartiendo comida gratis o simplemente quedándose en casa, han conseguido ayudar a más personas de las que piensan. Las iniciativas solidarias recorren todas las comarcas aragonesas, tejiendo una suerte de red de protección que al mismo tiempo cuida y previene la propagación de esta epidemia.

Entre todos estos héroes anónimos se encuentra el responsable de la tienda de disfraces Bacanal, Ángel Borra, que ya con carnavales lejos y la tienda cerrada, decidió que el taller siguiera manos a la obra por un buen fin. «Tuve la suerte de que me sobraron muchos metros de polipropileno, una tela que viene bien para hacer mascarillas», explica. En un primer momento, Borra y su equipo comenzaron a hacer 2.500 mascarillas diarias, posteriormente aumentaron a 5.000 debido a que había más demanda y este jueves comenzaron a hacer 10.000 cada día. Lo mejor de todo esto es que según cuenta, «todavía me queda para hacer unas 30.000 más».

CADENA

Este taller es solo el principio de una cadena de voluntarios debido a que desde el polígono en el que se encuentra se cortan las telas y se preparan los patrones. A partir de ahí, nuevas manos particulares, gente en sus casas ya cansadas de ver la televisión, cosen y dan forma a las mascarillas. «Me he quedado asombrado la cantidad de voluntarios que hay y nosotros casi ni damos abasto para preparar el material», cuenta.

Borra explica que cuando a él le llegan ya elaboradas, las entrega con una única condición. «Yo les exijo que las desinfecten cuando las entregan en los diferentes centros debido a que yo no sé quién las ha cosido y dónde han estado».

A más pequeña escala, las redes sociales se han llenado de costureras (profesionales o amateur) que mostraban a sus seguidores cómo confeccionar mascarillas. Es el caso de Encarna Longares, modista de Una cita con mi tijera en Alfamén, que incluso realizó un vídeo explicando cómo coser las mascarillas. «Empecé porque es la única manera que se me ocurrió de poder ayudar, después lo coordinó el ayuntamiento y calculo que habremos cosido unas 500 mascarillas entre unas diez vecinas. Las hemos repartido por todas las empresas de Alfamén», explicó. También es el caso de Lucía Longares, propietaria de Lucy Florista en Calatorao, que aprovechó también su red de seguidores en Facebook para implicar a sus vecinos en la confección de mascarillas de tela. «Ví que era una buena manera de ayudar, todos tenemos sábanas en casa y cada granito de arena, suma», manifestó. Después, el consistorio organizó la recogida de estos materiales y su distribución entre personal sanitario y otras profesiones de las consideradas «esenciales» en esta crisis.

Patricia Andrés es una voluntaria que estos días también ha salido a la calle, tomando todas las medidas de seguridad posibles y con un único objetivo, sacar el lado más humanitario de las personas para ayudar a quienes más lo necesitan. Esta joven zaragozana asegura que todas las mañanas al levantarse mira las redes sociales donde más voluntarios se meten y accede también a la aplicación creada por el Ayuntamiento de Zaragoza, ZGZayuda. «Te sale gente cercana a tu vivienda y cada uno pone sus necesidades», cuenta.

La semana pasada Patricia contestó a un anuncio publicado en esta aplicación. «Era un chico que se había quedado sin trabajo y buscaba la posibilidad de acceder a tarjetas de alimentos». Patricia no solo se informó y le facilitó dichos contactos, sino que, equipada con mascarilla y guantes, fue a hacerle una compra con alimentos básicos. Patricia se gastó «unos 25 euros en aceite, legumbre, leche, pan y algo de carne» para que pudiera pasar unos días sin tener que salir a la calle.

Esto solo ha sido el principio, porque esta joven asegura que sigue pendiente de las necesidades de la gente y explica como las redes sociales «sirve para cosas buenas» y facilitan la tarea de ponerse en contacto con otra gente que está ayudando o que buscan a alguien que les eche una mano. «Hubo un día que también saqué a pasear a un perro de una pareja mayor porque justo sus familiares no podían», cuenta Patricia, que a pesar de que sale tomando todas las medidas de seguridad necesarias, cuenta que siempre lleva una captura en el móvil que justifique su salida como voluntaria por si se encuentra con la policía.

La falta de material más palpable son las mascarillas, pero los sanitarios alertan de que la llegada del pico de la epidemia puede conllevar la escasez de respiradores, un elemento básico para los enfermos de covid-19, por las afecciones respiratorias que provoca. Y un grupo de estudiantes egresados de la EUPLA se pusieron manos a la obra para buscar una alternativa «de emergencia» que pudiera paliar ese déficit. Gabriel Aznar, natural de La Almunia, organizó una «tormenta de ideas» con varios compañeros y amigos para intentar dar con un prototipo que funcionara como un respirador.

«Cuando dimos con la idea adecuada, lo pusimos en redes sociales y nos llegaron llamadas, primero de un agricultor que nos financiaba el proyecto, y después de empresas neumáticas que nos cedían todo el material», explicó. Con el material se pusieron manos a la obra y crearon un respirador «con componentes industriales, que habitualmente no se usan para eso pero garantizan la disponibilidad de materiales ante la escasez de los respiradores normales», señaló Aznar. «Generamos movimiento que produce aire a través de los cilindros neumáticos y así se puede controlar la cantidad de aire que llega al paciente», relató. A ello se suma la parte de automatización, sensores y control para poder regular el flujo de aire y el ritmo adecuado para cada situación y cada enfermo. Desde su creación, varias empresas como Siemens y Beckhoff ya han contactado con ellos para realizar el soporte técnico y el software. Ahora buscan que una compañía pueda encargarse de producir estos ‘respiradores industriales’ en serie. Junto a Gabriel, otros compañeros tecnólogos, investigadores e ingenieros de automatización, todos egresados de la EUPLA, decidieron que este prototipo sea «open», es decir que su diseño esté al alcance de cualquier empresa que lo necesite, sin coste alguno. «Es nuestra manera de ayudar para intentar que la crisis termine cuanto antes».