Creación de los ángeles I

 

La Sagrada Escritura en su primer versículo dice: “Al principio creó Dios los cielos y la tierra”. Sin embargo, con la palabra cielos, los antiguos entendieron el mundo de los astros, y entre éstos colocaron ellos a sus héroes y divinidades; pero la Iglesia entiende por cielos el mundo espiritual, o sea, los Ángeles y su ámbito; y por tierra, lo corpóreo o material. Asó lo expreso el Concilio Vaticano I (3, 1): “En el principio creó Dios el mundo espiritual y el corpóreo”. Los Ángeles fueron, pues, creados por Dios en el principio de los tiempos, es decir, cuando no existía nada fuera del Creador, y mucho antes que formara a los hombres.

La existencia de lo Ángeles es verdad de fe definida por la Iglesia en los concilios Lateranense IV (1215) y del Vaticano I (1870). La doctrina de la Iglesia es terminante: “Creemos firmemente –dicen los Padres del concilio IV de Letrán- y sencillamente confesamos que…es uno solo el principio de todas las cosas, creador de ellas, visibles e invisibles, espirituales y corporales, el cual, con su omnipotencia, en el principio del tiempo, creó de la nada ambas criaturas, la espiritual y la corpórea, es decir, los ángeles y las cosas materiales, y finalmente al hombre, como que conviene con ambas y consta de cuerpo y de espíritu”.

En la Sagrada Escritura hallamos numerosos testimonios de la existencia de los Ángeles. Nos refiere, por ejemplo, que Adán fue expulsado del paraíso por un Ángel; que algunos se aparecieron a Abrahán, a Lot, a Isaac, a Agar, a Jacob, a Tobías, al profeta Elías, a la Virgen María, a San José, a Zacarías, a San Pedro, etc. En los libros Sagrados se mencionan unas 35 apariciones. Jesús habló varias veces de ellos; se aparecieron en su nacimiento, en su agonía, en su Resurrección y Ascensión; y dijo que en el cielo, después de nuestra resurrección seremos como los ángeles de Dios. Su número es muy crecido, pero sólo conocemos el nombre de tres: Miguel, Rafael y Gabriel.

Siempre y en todas partes, los pueblos han creído en la existencia de seres invisibles, superiores al hombre e inferiores a Dios. La razón humana sola no puede de por sí demostrar la existencia de los Ángeles; pero hay razones para aceptarla, porque siendo el hombre un verdadero microcosmos, formado de parte mineral, vegetal, animal y espiritual, es lógico que – puesto que en la naturaleza existen los tres primeros reinos- haya también seres puramente intelectivos, que participen del entender puro de Dios y sean las imágenes más cercanas a la divinidad.

En la naturaleza hay seres compuestos de sola materia; otros, como el hombre, constan de materia y espíritu. Dios es espíritu y vive independiente de toda materia, como también el alma humana vive separada del cuerpo después de la muerte, Por tanto, también pueden existir seres completamente espirituales, como los Ángeles.

Los Ángeles no tienen cuerpo ni forma material alguna; por su naturaleza son puros espíritus, dotados de inteligencia y voluntad, de gran belleza, sabiduría y poder, en grado muy superior a los hombres. Los Ángeles son seres personales y bienaventurados, que gozan de Dios en el cielo. Muchas veces se han aparecido en forma corporal, pero sólo aparente, para hacerse visibles a los interesados, ordenándolo Dios. Se los representa con alas, para significar la rapidez con la que cumplen los mandatos divinos; a veces, sólo con cabeza, para expresar que son puras inteligencias y con rostros de niños para indicar su eterna juventud.

Los santos Ángeles son de una belleza extraordinaria. Son la imagen más viva y agraciada de la divina Hermosura, el espejo más claro y donde más vivo se reflejan los destellos de la Luz eterna. Desde el momento de su creación, Dios elevó a todos los espíritus celestiales al orden sobrenatural de la gracia santificante, para que pudieran así participar de la eterna bienaventuranza. Con la gracia les dio las virtudes teologales y morales. Les dio una naturaleza con una inteligencia vivísima y una voluntad perfecta y en el orden sobrenatural, les infundió la fe y la caridad.