¿Cómo ha conseguido China derrotar al coronavirus?

China ha conseguido, al menos aparentemente y de momento, ganarle la batalla al coronavirus. De hecho, desde hace ya varias jornadas, el mayor incremento diario en el número de contagiados no procede de este país, sino de Corea del Sur, Italia e Irán. Incluso España ya está reconociendo nuevas infecciones diarias que van aproximándose a las chinas. El gigante asiático ha pasado de ser el epicentro mundial de la infección a haberla controlado en alrededor de dos meses. En un momento en que el avance de la epidemia parece empezar a escapar del control de las autoridades occidentales, acaso convendría plantearse qué han hecho los chinos para derrotar al Covid-19.

Y, afortunadamente, la Organización Mundial de la Salud acaba de publicar un detallado informe sobre cuál fue el programo adoptado por China. En esencia, las líneas de actuación han sido dos: prevenir y paliar. Prevenir nuevos contagios dentro y fuera de Hubei, y paliar la situación de los ya contagiados para evitar males mayores.

¿Cómo ha prevenido China nuevos contagios? Como ha resumido uno de los miembros de la misión conjunta que ha redactado el informe, “la lección más importante es que todo depende de la velocidad. Cuanto antes encuentres los contagios, antes los aísles y antes evalúes a las personas con las que hayan tenido contacto, tanto más exitoso serás”.

En este sentido, China empezó ‘cerrando’ Wuhan para evitar la exportación de contagios al resto del país. Posteriormente, decretó controles de tráfico, prohibió las actividades grupales y formó a su población sobre los riesgos y las medidas sanitarias imprescindibles que debía adoptar privadamente. Por último, comenzó a realizar test masivos a la población para detectar a todos los posibles infectados: por ejemplo, solo en la provincia de Cantón, efectuó 320.000 test (de los cuales, únicamente el 0,14% dio positivo en Covid-19).

Una vez detectados los principales focos de contagio, impuso cuarentena entre los infectados y comenzó a analizar a todos sus posibles contagios para, a su vez, detectar nuevas infecciones y proceder a aislarlos del resto de la sociedad: solo en Wuhan, por ejemplo, se conformaron 1.800 equipos de epidemiólogos (de al menos cinco personas cada uno) para hacer un seguimiento de las decenas de miles de contactos de los infectados conocidos y, de todos ellos, entre el 1% y el 5% resultaron estar finalmente infectados. En este proceso de detección, además, se hizo un uso intensivo del ‘big data’, de la inteligencia artificial y de la medicina ‘online’.

¿Cómo ha paliado China la situación de los ya contagiados? No, desde luego, tratando el coronavirus como una gripe más. La OMS, en su informe, nos recuerda que es mucho más infecciosa que la gripe común y que un 20% de los casos diagnosticados se encuentra en situación grave (el 13,8%) o crítica (el 6,1%), de modo que necesitan cuidados intensivos. El riesgo más obvio, pues, es el de que el sistema sanitario quede totalmente desbordado por ese 20% de casos graves-críticos sobre una magnitud enorme de contagiados. De ahí que China construyera nuevos hospitales y reubicara a 44.000 médicos del resto del país en Wuhan.

En conjunto, y de acuerdo con la OMS, “nos encontramos probablemente ante el esfuerzo de contención más ambicioso, ágil y agresivo de toda la historia de la humanidad”. Un esfuerzo que la propia OMS reconoce que no puede reproducirse en otros países porque “no están preparados, ni mental ni materialmente, para tomar este tipo de medidas”. Pero, a su vez, la OMS sí señala que los objetivos últimos —no los medios— que han inspirado a China deberían tratar de reproducirse en otras sociedades: a saber, interrumpir la cadena de transmisión del virus detectando proactiva e inmediatamente a los contagiados y sometiéndoles a una cuarentena. Más en particular, la OMS lanza cuatro recomendaciones a los países con contagios ya registrados (por ejemplo, España):

  1. Activar de inmediato el nivel más alto de alerta sanitaria.
  2. Priorizar la detección de contagiados mediante test, sobre todo entre aquellos pacientes que presenten síntomas, así como inspeccionar exhaustivamente a los contactos de los infectados para, finalmente, aislarlos durante un periodo en cuarentena.
  3. Transmitir al conjunto de la sociedad la gravedad del Covid-19 y concienciarles sobre su parte de responsabilidad en evitar la expansión del virus.
  4. Desarrollar planes que contemplen medidas más serias, como prohibir aglomeraciones o suspender las clases y la actividad laboral.

Parece bastante evidente que nuestro Gobierno está haciendo, hasta ahora, caso omiso a estas recomendaciones de la OMS que, recordemos, la propia organización advierte de que deberían adoptarse lo antes posible para lograr que sean eficaces.

En definitiva, la experiencia china debería servir para alertarnos de lo extremadamente complicado que resulta contener el virus, sobre todo si no empezamos a actuar con rapidez y contundencia para romper las cadenas de transmisión de la epidemia. Desde un punto de vista político, además, corremos el riesgo de que un absoluto fracaso interno a la hora de derrotar al Covid-19 termine generando simpatías y admiraciones populares hacia sistemas autoritarios como el chino: “Ellos han podido pararlo porque su Estado es omnipotente”.

Pero, a la vez, los casos de Hong Kong y Singapur también nos recuerdan que, con restricciones muchísimo menores a las de China pero con un seguimiento exhaustivo de los contagiados y de sus contactos y una extrema responsabilidad individual hacia los demás (tomarse en serio la higiene y minimizar las salidas innecesarias de casa), también es posible frenar el ritmo de contagio. No hace falta hacer como China para obtener resultados chinos: pero sí es imprescindible actuar con profesionalidad y diligencia. Si no lo hacemos, confundiremos la inoperancia, pasividad y negligencia de un partido político específico con la inoperancia de un régimen amplio de libertades. Y la epidemia vírica será seguida por una epidemia autoritaria.