Muguruza, finalista a lo grande en Australia

Garbiñe Muguruza, se puede proclamar a los cuatro vientos, vuelve a ser esa tenista estupenda que no hace tanto celebraba Grand Slams y mandaba en el tenis femenino, recuperada para la causa después de dos cursos de tormentas que le obligaron a tomar decisiones drásticas. La española, delatada por su rostro, está en la final del Abierto de Australia después de imponerse a Simona Halep por 7-6 (8) y 7-5 en un encuentro titánico y que se disputó con el mercurio disparado, asfixiantes los casi 40 grados al sol en la Rod Laver Arena. En ese escenario, por fin recuperada su presencia en las pistas importantes y en las rondas decisivas, Muguruza se mostró sólida como pocas veces, y he ahí la grandísima noticia que se extrae de este torneo. Podrá ganarlo o no, está solo a un paso, pero la realidad es que ha vuelto una campeona que parecía perdida. El sábado, en la final, se mide con Sofia Kenin, quien dio la sorpresa al derrotar a Ashleigh Barty por 7-6 (6) y 7-5. La norteamericana, de 21 años, venció en el único precedente entre ambas y ya se ha asegurado ser top 10 pase lo que pase en Melbourne.

Hay motivos que invitan a pensar que estamos ante una renacida Muguruza, liberada de la carga del pasado, feliz ahora que escucha los consejos de Conchita Martínez. Muguruza, temperamental por naturaleza, da muestra estos días de una seriedad asombrosa, centrada en lo que toca y competitiva en cada bola, algo que no siempre pasó. Nadie duda de las magníficas prestaciones de la española, pero sí se cuestionaron sus ganas y su entrega, pues incluso llegó a dar la sensación de que la derrota formaba parte de su día a día sin que tampoco le alterara demasiado.

Le perturbaba, claro que le perturbaba, pero era una tenista atrapada en sus dudas, lógico el proceso porque empezó a ganar cosas siendo muy joven y se atrapó en la exigencia del día a día. Muguruza es una bomba para lo bueno y para lo malo, y por fin ahora parece que ha reconducido la situación. Este inicio de curso, resumido en las semifinales de Shenzhen, los cuartos de Hobart (abandonó por enfermedad) y este magnífico resultado en Melbourne, sirve como termómetro. Pinta muy bien.

La semifinal contra Halep exigía otro ejercicio de tenacidad, más complicado si cabe que los anteriores porque la rumana es una roca, la jugadora más consistente y estable del circuito. Más allá de sus cualidades, que son muchísimas, Halep tiene la virtud de ser muy regular en un mundo inestable, y su ruta hasta esta ronda no presentaba ni una sola mancha. Sin perder un solo set (solo llegó al tie break en el primero del torneo, ante Brady), Halep alcanzó a la cita de Muguruza repleta de confianza, pero en alerta.

No es para menos estando así Muguruza, quien tuvo que salvar dos bolas de break en el primer juego al saque y que tuvo temple como para entender el desarrollo del partido. No había intercambios muy largos en esos inicios, tampoco puntos maravillosos, pero sí muchísimo oficio por parte de ambas, cada una a su manera. Halep y Muguruza, ambas con dos Grand Slams (casualmente han ganado Roland Garros y Wimbledon), expresaron sus respetos y, ante todo, trataron de evitar errores, un partido de esos en donde un descuido es letal.

Se le iluminó la cara a Muguruza cuando hizo break en el séptimo juego, pero desperdició la renta cuando sacaba, con 5-4, para apuntarse el set. Le tembló ahí la raqueta, algo parecido al miedo, y entregó su servicio en blanco para dar aliento a Halep, una competidora con mil vidas y que entendió la magnitud del momento apretando ahí al máximo a su rival. Del 5-3 se pasó al 5-6 con dos pelotas de set para la rumana, aunque Muguruza, soberbia ahí, reaccionó a tiempo y con valentía para llevar el combate al tie break, de una importancia capital.

En esa muerte súbita hubo giros de todo tipo, pasando del 3-0 de Muguruza al 3-4 para Halep y de ahí al 6-4 para la caraqueña, dos bolas de set para ella. La primera se le escapó por una derecha que se le fue larga y la segunda fue un ganador tremendo de Halep a la línea, ahí solo cabe aplaudir. Luego fue Muguruza la que salvó otra situación límite, pero se pegó un tiro en el pie al cometer una doble falta que volvía a conceder a Halep una situación de privilegio. Tampoco aprovechó la gentileza la de Constanta (cuatro bolas de set perdió en total) y finalmente fue la española la que se llevó el premio gordo después de un tie break agónico que resume perfectamente el parcial y la concentración de Muguruza, que en otros tiempos se hubiera perdido por el camino.

Entró el partido en una fase muy extraña y la ahora 32 del mundo no supo rematar a su enemiga, tan enfadada que se ensañó con su raqueta al terminó de ese primer set. Tuvo ahí Muguruza una clara oportunidad de quebrar y ponerse con 2-0, pero en esos juegos se perdió el orden, se ensució todo. Hubo un carrusel de breaks inexplicable, mucho más erráticas las raquetas, y el calor hacía mella, comprensible en cualquier caso. Halep, con todo, se ganó la oportunidad de igualar el encuentro y sacó con 5-4 para forzar el tercero, pero Muguruza, tremenda, le cerró la puerta y se creció en la adversidad.

Su victoria fue estupenda, por lo que supone y por las formas. Terminó a lo grande, jugando muy bien cuando tocaba, transmitiendo una seguridad brutal. Muguruza, definitivamente, vuelve a ser Muguruza, una campeona dispuesta a lograr el tercer grande de su carrera. Lo tiene a tiro.