Juan Alberto Belloch recibe hoy la Medalla de Oro de la ciudad

Juan Alberto Belloch, exalcalde de Zaragoza entre el 2003 y el 2015, recibe hoy la Medalla de Oro de la ciudad de la mano del actual, el conservador Jorge Azcón, y con el respaldo de la unanimidad del pleno. El exprimer edil socialista ejerce ahora como magistrado en la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Zaragoza y acaba de decidir que seguirá haciéndolo hasta los 72 años.

–¿Cómo recibe esta Medalla de oro de la ciudad?
–Cuando me lo dijo Azcón me quedé bastante sorprendido, sobre todo porque me dijo que iba a ser por unanimidad. No lo esperaba. Y también siento agradecimiento, porque es un honor que te hace la ciudad y lo hace gratis, yo no puedo hacer ya nada además de hacer bien mi oficio de juez. Es a cambio de nada

–O un agradecimiento por su labor de alcalde durante 12 años.
–Quiero pensar que tiene que ver bastante con que en esos 12 años, mi equipo y yo, (Fernando) Gimeno, Jerónimo (Blasco), Carlos García… todos los elementos clave de ese Gobierno estuvieron detrás de ese proyecto y se dejaron la piel. El único mérito que siempre me atribuyo es que selecciono muy bien al personal. Nombrar a personas que sepan más que tú en un campo concreto. Quien nombra tontos es que es un tonto. Y no solo de alcalde, cuando era ministro, mis secretarios de Estado han acabado siendo ministros. O mi jefe de gabinete, Fernando Escribano, que fue imprescindible en la Expo. También tuve la suerte de coincidir con Marcelino Iglesias, el único presidente de Aragón que no consideraba a Zaragoza como su enemigo. Gracias a que se juntó todo eso nos permitió hacer cómplices a todos los partidos.

–Hoy en día, cualquier decisión por unanimidad tiene más valor.
–Es demasiado raro, desgraciadamente. Yo soy de los antiguos en casi todo, pero sin consenso no hay nada que hacer y hay que recuperar eso. O las cosas no se harán.

–¿Y en el ayuntamiento?
–No me gusta hablar de eso por ser mi pasado reciente. Los ‘ex’ somos literalmente insoportables. La obligación de un ex es no estorbar, no molestar, y cualquier cosa que diga lo hará. Trato de pasar desapercibido. Pero sí me atrevo a decir que solo desde la búsqueda de la unidad de acción es posible conseguir cosas.

–Le propone para la medalla un Gobierno PP-Cs que lleva meses deshaciendo proyectos impulsados bajo su mandato. Como la línea 2 del tranvía. ¿Le duele que se haya enterrado esa idea?
–Lo del tranvía sí, el resto no, pero porque se ha quedado a medias. Espero que en el futuro se arregle porque el sistema requiere de las dos líneas. Pero las empresas antes deben fiarse, que haya financiación, que el resto de administraciones se impliquen… Cuanto más conflicto haya en el ayuntamiento, peor para la ciudad. Las empresas serias lo que no quieren es que haya sobresaltos. Del resto, procuro ni enterarme.

–Va a recibir la medalla de manos del alcalde Jorge Azcón. ¿Cómo lo ve como alcalde? ¿Cree que hay alcalde para rato?
–Creo que es alcalde, que es la primera condición para hacer las cosas bien, y espero y deseo, por el bien de Zaragoza, que sea alcalde y no miembro de un partido. Cuando uno adquiere un determinado trabajo como este, no puede ser esclavo de las decisiones de un partido político, incluso aunque sea el que te ha apoyado y propuesto. Si mantiene esa independencia de criterio, y ser alcalde de todo el mundo o de los máximos posibles y reducir el número de adversarios, quizá. Siempre le he sugerido en privado que no tiene que demostrar todo el rato que sabe más que los demás. Siempre he sido partidario de parecer más tonto de lo que eres. Claro que es el que más sabe, porque lleva toda la vida ahí, es un hecho objetivo.

–Usted dependió de CHA e IU igual que él depende de Vox. ¿Se parecen en algo?
–Yo dependía de partidos políticos más razonables, lo tuve más fácil, pero intentaba todo el día tener amigos.

–¿Cómo ve el auge a todos los niveles de la extrema derecha y cómo sus movimientos condicionan la acción de un Gobierno? El veto parental, la violencia intrafamiliar…
–En la pregunta está la respuesta. Hay una serie de problemas como la inmigración, que es la que genera la creación de movimientos políticos y sociales peligrosos que, con esa excusa, se utiliza todo al servicio de una ideología claramente ultraderechista. Y más que una ideología de izquierda o derecha, que aparentemente no tiene mayor importancia, de lo que se trata es del mundo antiguo o del mundo actual. Se está produciendo un retroceso, y cuestionando cosas que ya dábamos por superadas en las asambleas de la facultad de 1967 cuando yo estaba en primer año de la carrera. Y se está volviendo a una velocidad impresionante a esas ideas, no está claro nada. Y lo malo es que la derecha, no solo en España, está intentando controlar ese crecimiento sobre la base de aceptar sus métodos, medios de actuación y temas ideológicos. Se está dejando arrastrar por la ultraderecha, olvidándose de que siempre es mejor el originar y de que eso es, precisamente, lo que conduce al retroceso, y al crecimiento progresivo de Vox. Ese es un drama que tiene su reflejo en todas partes y, por lo visto, también en Zaragoza.

–Otros podrían decirle que partidos como Bildu han facilitado un Gobierno de su partido a nivel nacional. ¿Cómo lo ha vivido desde fuera ese apoyo? Usted vivió una etapa durísima como ministro de Interior por el terrorismo.
–A mí me parece tan lamentable que el PP necesite de Vox como que el PSOE necesite de Bildu. Pero lo grave es que para poder gobernar uno necesite a Vox y el otro a Podemos, porque son un desastre los dos. Pero lo que es una verdadera desgracia es lo de Ciudadanos, que ha cometido el peor error político que yo he conocido en todos los años que me dediqué a eso, 20 seguidos. ¿Cómo es posible que no formaran un Gobierno de centro-izquierda con el PSOE cuando lo opinaba todo el mundo? Pues no, se enfrascó en su discurso de batir al PP y eso no funciona. A ellos se les votaba para que fueran capaces de conformar un gobierno sin acudir a partidos nacionalistas, que han sido el sostén de todos los grandes partidos en España. Y ahora estos se han desbandado porque nos hemos equivocado con tantas concesiones que no han servido para nada y ahora hablar de competencias casi les parece una grosería. Pero lo de Cs fracasó y su situación ahora es penosa y cada vez es más importante el peso específico que tiene o bien la ultraizquierda con el PSOE o la ultraderecha en el caso del PP.

–Entonces, ¿considera que se ha equivocado Pedro Sánchez en el camino que ha escogido?
–Yo desde luego no habría cogido ese. Soy de la vieja escuela y el enfoque que habríamos hecho los de mi generación habría sido muy distinto. De hecho apoyamos en lo posible la candidatura de Susana Díaz para que ganara y las cosas fueran de otro modo, y tras ella estábamos toda la vieja guardia. Pero bueno… se perdió.

–Pues Lambán se ha apoyado en Aragón en Podemos…
–Es curioso porque Lambán se apoya en casi todo, no es mal político. Ha salido mejor de lo que creíamos. Ha nombrado un buen Gobierno, salvo el cese de Gimeno, que es un error manifiesto, aunque todo el mundo tiene derecho a equivocarse en algo. Pero en general está demostrando mucha capacidad de diálogo y autonomía respecto a algunas posiciones de Pedro Sánchez, lo cual le gusta mucho a los votantes de izquierdas. Pero es que también ha pactado con la izquierda, con el PAR… Ha pactado con todo lo que se mueve y con el que no es porque no se ha dejado. Eso forma parte de la política clásica que no es menospreciable, y es que para tener libertad tienes que distribuirla, no quedártela tú.

–Esta dependencia de la que hablaba antes, ¿no es un fracaso del bipartidismo?
–Todo lo bueno y malo que está pasando es culpa nuestra, de mi generación que hicimos todo el proceso de transición. Pero igual que tenemos el mérito, tenemos la culpa de lo que haya salido mal. Y creo que el error es el enfoque general.

–¿Es buen momento de modificar la Constitución española?
–Si quieres hacer eso, es necesario ponerse de acuerdo con quienes son partidarioos de hacerlo. Y si el PP y el PSOE se empeñan en no colaborar en ningún tema, ni siquiera en los que son de Estado, hablar de ello es absurdo. Son la premisa básica de ese consenso. Se ha agotado la Constitución en muchos aspectos concretos, hay que avanzar en derechos sociales con el mismo rango de protección que los civiles, por ejemplo, y no se hace… Este es el cambio más importante de todos, junto a la desaparición de algunas instituciones que son inútiles y generan la impresión de que la Administración es una fábrica de puestos de trabajo ficticios. O las políticas de la inmigración o la reforma de las pensiones. Pero eso no se puede afrontar con la óptica de los dos últimos años, de agresión permanente y de a ver quién puede ser más maleducado.

–Sin embargo de lo que se habla ahora es de reformar el Código Penal. ¿Está de acuerdo?
–Mi pobre Código Penal… Durante mucho tiempo fui su padre y ahora parezco un tío lejano. Me lo han reformado 23 veces y, desgraciadamente, siempre en la misma dirección: agravar las penas o crear nuevos tipos delictivos. Y con una técnica jurídica malísima, que sufrimos los jueces en su aplicación diaria. La reforma puede ser lógica o no, pero lo que no es aceptable y es un error, es plantearlo en una situación concreta en la que beneficiaría de manera directa, si se pretende un tipo de sedición con penas más atenuadas, a los que te están apoyando políticamente para formar Gobierno. Eso es un error de libro. Es justo el momento en el que no puedes hacerlo. No cuando tenga una lectura de contraprestación directa para mantener la moción de censura primero y luego una investidura. Como también lo es nombrar fiscal general del Estado a Dolores Delgado.

–¿Se está respetando esa separación de poderes en la actualidad con toda la presión política?
–Estoy convencido que en el juicio del ‘procés’, que es quizá el más emblemático, la Sala Segunda del Tribunal Supremo ha sido completamente independiente. Es más, sospecho que al Ejecutivo le habría gustado que fuera más benévola.