Rajoy defiende sus reformas y espera que el «daño a España» del nuevo Gobierno no sea «excesivo»

Mariano Rajoy es uno de los invitados del Foro Adea que más público ha congregado en la larga trayectoria de actos de esta asociación de directivos de Aragón. Más de 400 personas han ovacionado este jueves al expresidente del Gobierno, que ha presentado su libro ‘Una España mejor’, en el que repasa su trayectoria política hasta el día en el que dejó La Moncloa tras perder una moción de censura presentada por el PSOE, en junio del 2018. Rajoy ha hecho gala de su carácter moderado y su facilidad para esquivar las preguntas más incómodas, así como de su particular sentido del humor para, precisamente, sortear las cuestiones más incómodas. Como su posible candidatura a la Presidencia de la Federación Española de Fútbol, noticia sorpresa a la que no contestó: “He venido a hablar de mi libro, sobre esta cuestión ya hablaré en el próximo”.

De todos los presidentes de la democracia, Mariano Rajoy es posiblemente el que tiene más pinta de buen tipo, de campechanía. Tiene ese perfil de muchos políticos que han sido presidentes de diputación provincial (en su caso la de Pontevedra), ese aire de hombre distinguido de pueblo con el que jugarías una partida de cartas o tendrías de socio en la peña gastronómica con el que comentar la actualidad. Con ese carácter afable y de aparente distanciamiento  e inmutabilidad gobernó España durante siete años, en un periodo complejo en el que tuvo que tomar contundentes decisiones para afrontar algunos de los episodios más trascendentes de la Historia de España. Entre ellos, la sucesión en la Corona, una subida de impuestos que no contemplaba en su programa electoral, el final de ETA, el rescate de la banca y la aplicación por primera vez del artículo 155 en Cataluña que implicó la suspensión de las competencias de la Generalitat y la intervención de su Parlamento autonómico. Todas estas cuestiones aparecen en su libro, en el que no pretende hacer “ajustes de cuentas” pero sí aportar su visión antes de que “lo hicieran otros de forma menos cariñosa hacia mi humilde persona”.

A pesar de que no ha querido entrar en valoraciones sobre la situación actual, no pudo evitar responder a algunas cuestiones formuladas de forma anónima por parte del auditorio, en el que se encontraba la mayor parte de sus compañeros de partido en Aragón, así como miembros de otros partidos (incluido el secretario de organización del PSOE que aguantó estoicamente el chaparrón de un escenario entregado mayoritariamente a la causa conservadora y crítico con su partido)  y autoridades como el Justicia de Aragón o el presidente de la Cámara de Cuentas. No estaba el alcalde de Zaragoza, presente en un acto en Orleans.

Rajoy espera que la coalición formada por el PSOE “haga el menor daño posible a España”, y aunque fue impreciso al señalar que estaba formada por ERC y Bildu (“una pésima noticia”), recordó que él propuso una coalición al PSOE y Cs en el 2015 que no fue aceptada por ninguna de las dos formaciones. En cualquier caso, Rajoy hizo gala de su perfil moderado, demostrando que se puede ser crítico sin caer en el exabrupto permanente en el que hoy se vive en la actualidad política. Y lanzó algún que otro recado, con su habitual tono velado, a propios y extraños. Mostró su preocupación por que un Gobierno central negocie el futuro de Cataluña “con un partido independentista”, advirtiendo que un referéndum es “el fracaso del consenso” y una dejación de funciones del gobernante, ya que es él quien tiene la responsabilidad de tomar decisiones en una democracia representativa frente a la fórmula de la consulta que es el triunfo “de la democracia asamblearia”. Rajoy, que aplicó el 155, algo “que no fue fácil” y que no se ha dado salvo en Irlanda del Norte “en toda Europa” no considera que ahora se den las circunstancias, ya que “la aplicación del artículo 155 no es una decisión como subir o bajar un punto del IRPF, es un último recurso y no debe prolongarse por tiempo indefinido”. En cualquier caso, indicó que no se puede privar a toda España de decidir el futuro y no se puede negociar con un partido independentista.

Sobre ETA, y ante la capciosa pregunta sobre qué opinaba de que hoy esté en el Congreso y gobernando, precisó que “ha perdido y hoy no existe, se ha disuelto sin conseguir sus objetivos” y el único problema es ahora “la manipulación de la historia” y falta por ganar “la batalla del relato”. Una respuesta moderada frente a quienes siguen introduciendo en la agenda política la existencia de la banda terrorista, entre ellos algunos miembros de su partido. Lamentó “el daño irreparable” cometido por los terroristas y recordó al concejal popular Gregorio Ordoñez, del que hoy se cumplen 25 años de su asesinato en un bar de San Sebastián.

También defendió sus reformas, las justificó y advirtió al nuevo Gobierno que “conviene no deshacer las reformas que han funcionado”, entre las que citó la reforma laboral del 2012, que propició una huelga general y que dijo que ayudó a generar mucho empleo. Su dura agenda de recortes para controlar un déficit desbocado consideró que sirvió para dejar “una España mejor”, el leiv motiv de su libro, porque saneó la economía y creó medio millón de puestos de trabajo. E insistió en que España no puede endeudarse ni descontrolar el déficit. También pronóstico que el principal desafío de los próximos años es la inmigración, denunciando «la demagogia» con la que se aborda esta cuestión, tanto por los discursos racistas «de algunos», en alusión a Vox, como de quienes tienen discursos que van contra «las fronteras».

Rajoy intervino media hora defendiendo su carácter centrista entre citas tan clásicas como las de Ortega y Gasset, Cánovas del Castillo o los premios Nobel Vargas Llosa y Camilo José Cela antes de firmar dedicatorias de un buen número de ejemplares de su España mejor. No en vano, ha sido el expolítico metido en aventuras editoriales que más libros ha vendido. Lleva más de 75.000, una cifra que en los tiempos actuales lo eleva a categoría de ‘best-seller’.