¿Applewatch o Fitbit? Detectar los problemas de corazón y medir la calidad del sueño

En la actualidad hay más de medio centenar de estudios en curso que involucran a dos de los principales dispositivos de muñeca que podríamos denominar “health watches”. Las principales marcas del mercado son Apple y Fitbit, cuyos esfuerzos se centran en superar el concepto de “smartwatch” y buscar un sentido saludable a los “gadgets” favoritos de los Reyes Magos. Pero, ¿de verdad sirven para monitorizar nuestro organismo? ¿Son fiables 100%?

Cuando afirman que van más allá, supone que no sólo resgistran la actividad física diaria (andar, correr, gimnasio…) y las pulsaciones que se tiene en cada momento, sino que tienen la capacidad de interpretar los datos que recogen y actuar en consecuencia. Y así, cobran un nuevo sentido: sus sensores nos monitoricen en tiempo casi real, a fin de poder realizar acciones correctivas tanto a largo como a corto plazo –en caso de urgencia vital, por ejemplo–. En A TU SALUD, se ha publicado en varias ocasiones cómo la alteración de las pulsaciones ha llevado a pacientes a Urgencias, sin más signos clínicos que los que recogía su Apple Watch, “el reloj me salvó la vida, porque me saltó un mensaje decía que el ritmo cardiaco no era el habitual. Yo sólo tenía malestar general, pero salí 48 horas después del hospital con un marcapasos por un bloqueo atrioventricular”, contaba Toni Cortés.

La potencialidad de recogida de datos del dispositivo de la manzana entra en competencia con Fitbit, que este año estrena un nuevo servicio en el que la recolección masiva de datos que ha realizado durante una década le ha permitido, gracias a la inteligencia artificial, interpretar la información acumulada y ofrecer a los usuarios recomendaciones y cambios en su estilo de vida conforme. La fiabilidad de todo esto se basa en el perfeccionamiento de los sensores que contienen y ello encuentra su validez en los estudios en curso que se realizan tanto en Europa como EE UU. Basada así, en una medicina de prevención, Google –que a finales del año pasado compraba Fitbit– ha creado Verily como su unidad de gestión de “big data” de salud para colaborar con los operadores tradicionales farmacéuticos y médicos.

En ese camino en común investigan proyectos sacados de películas de ciencia ficción, como los dispositivos intraoculares de control visual, pero también otros como Apple no se quedan atrás. La empresa de Steve Jobs tiene solicitado a la agencia reguladora de dispositivos médicos y medicinas americana, la FDA, la clasificación del Apple Watch como dispositivo médico para la detección de la fibrilación atrial, la arritmia cardíaca más frecuente –a la que contribuye el envejecimiento de la población– y a menudo infradiagnosticada. De hecho, más de un millón de pacientes la sufren en España según la Sociedad Española de Cardiología, estando cerca del 10% sin diagnosticar.

Por ello, Manuel Magallanes lleva uno de estos: “Desde que me desmayé sin motivo por la calle, me han hecho muchas pruebas y tengo una alteración en el corazón, mi médico recibe los datos de mi día a día y yo me siento más seguro, porque si algo falla, el reloj me alerta, al igual que lo hace el chip que llevo como un holter durante dos años”.

Más opciones

Esta posibilidad de impacto poblacional mueve a la investigación de las principales empresas tecnológicas de gran consumo. Por estas razones, Apple ha solicitado patente para que sus smartphones se conviertan en sensores de las constantes vitales de sus usuarios; Google ha patentado una tecnología para que los espejos de nuestros hogares tengan sensores ópticos para medir nuestro flujo sanguíneo; incluso Amazon quiere controlar (aún mediante patente) la presión sanguínea sólo mediante contacto visual con sus pantallas. Este escenario configura un panorama con menos profesionales y con más pacientes monitorizados y vigilados mediante algoritmos. Una vez más la FDA muestra el camino al autorizar el algoritmo IDX-DR, que sirve para detectar la retinopatía diabética sin que medie un clínico. Así, se abre un nuevo mundo donde el algoritmo nos llamará a visita o revisión al detectar los sensores alguna anomalía.

“Duermo, pero no descanso”, ¿Por qué?

Cristina García de Leonardo, médico especialista en Neurofisiología Clínica y profesora de la Universidad Francisco de Vitoria (Madrid), afirma que “no dormir lo suficiente o tener un sueño de mala calidad disminuye las habilidades cognitivas y psicomotoras, como demuestran muchos de los estudios realizados en los últimos años”. Por eso, las aplicaciones que recogen los datos del sueño, como Fitbit, ayudan a comprender mejor si uno descansa lo suficiente o no. García de Leonardo apunta que “en ocasiones, las personas piensan que duermen poco y mal, y al ver las gráficas uno observa que cumple con todas las fases y ciclos del sueño. En otras, esta recogida de datos sirve para poner un punto de partida a un tratamiento ante un problema”. En esta “app” se pueden observar las fases de sueño profundo, REM y ligero, y comparar con el resto de actividad diaria. “Así podemos saber si nuestros hábitos de vida influyen o no”, concluye.