La Delicadeza

Delicadeza es “atención y exquisito miramiento con las personas o las cosas, en las obras o en las palabras”. La delicadeza es expresión de autodominio, serenidad, sencillez, respeto, ternura, afabilidad, actitud de diálogo, tolerancia en el trato con las personas y las cosas. No se debe confundir con la transigencia ante hechos, comportamientos e ideas nocivas o falsas. Firmes ante el error, delicados con las personas. La delicadeza por serlo, es el natural camino de propagación de la verdad “Las ideas no se imponen, se proponen”. Sin embargo, la delicadeza no es relativismo por respeto al que piensa diferente, sino comprensión y acogida a las personas y rechazo sereno y firme a los comportamientos e ideas no compartidas.

La delicadeza hunde sus raíces en el corazón del que la cultiva, con el reconocimiento y aceptación de la dignidad y los derechos del hombre. Nace del amor e impregna, de ternura y actitud de diálogo, el trato con los demás, suaviza y matiza las relaciones humanas y les da profundidad y rico contenido. Debemos cultivarla como un preciado valor, en nosotros y en los que nos rodean. La delicadeza, como todos los valores, se desarrolla mediante la repetición de actos.

“Practicamos la delicadeza siempre que decimos unas palabras amables, callamos con sabiduría o controlamos la ira que se desata en nuestro interior y no permitimos que nuestros gestos y palabras se impregnen de venganza o desprecio a los demás”. (1) Ello supone el “cuidado del corazón” que es, de donde salen los malos sentimientos que impregnan nuestras acciones y palabras emponzoñando las relaciones entre los hombres, con la violencia física o verbal. La delicadeza supone tener un buen corazón, del que surgen los gestos amables y recios al tiempo que afables y tiernos, que ganan el corazón de los que tratan con nosotros.

“El clima de crispación y nerviosismo del que tanto nos lamentamos, lo suscitamos, alentamos y potenciamos con nuestras actitudes y expresiones de intransigencia, nuestras constantes lamentaciones y quejas, nuestra falta de paz y silencio interior y nuestra incapacidad de encarar cualquier situación adversa con una abierta sonrisa, sentida y querida a un mismo tiempo por nuestro corazón y nuestra mente”.

La delicadeza crea el clima adecuado, acoge, da respeto y comprensión, da interés y confianza -imprescindible- para la transmisión del cariño, que es el vehiculo que lleva a hacer fecundas las relaciones interpersonales. Las relaciones humanas por serlo, han de estar impregnadas de afecto, ya que el amor es el forjador de la unidad. Donde hay verdadero amor se hace patente la delicadeza, si ésta no se hace presente en las relaciones humanas, pronto se pierde el amor. “No es que se vaya el amor lo que me duele sino, que se haya ido poco a poco” Edna San Vicent-Millay. No obstante, la delicadeza no es blandenguería ni acaramelamiento que tratan sustituir el verdadero amor por pura y mutua aceptación sensible, que debilitan la integridad e independencia de las personas.

En las relaciones humanas la delicadeza se manifiesta –sobretodo- en saber esperar, la paciencia… en la seguridad de que, para que las cosas y las personas cambien, es necesario un tiempo. La impaciencia presiona, agobia, excita y no es de una persona delicada el hacerlo. Escuchar es de personas delicadas. La frustración que produce no ser escuchados cuando hablamos se traduce en elevar la voz y radicalizar nuestras expresiones; por eso, al conversar con una persona delicada, disfrutamos de su atención, y relajados, estamos dispuestos a matizar nuestras opiniones, para enriquecerlas, con el acuerdo hallado con nuestro interlocutor.

La delicadeza sin embargo, es propia de personas fuertes, seguras de si mismas, que están siempre dispuestas a replantearse sus convicciones y comportamiento, sin temor a que las opiniones diferentes afecten sus creencias, porque siempre está dispuesto a mejorar las mismas, su forma de ser y actuar. Educar en nosotros la delicadeza es necesario, al igual que ayudar a los que nos rodean a vivir esta fortaleza que es tan necesaria para la convivencia y por ende, para lograr la felicidad.