Nadal se sobrepone a las dudas

Después de una presentación a lo grande, con un nivel superlativo, cumpliendo con la presumible exigencia de la cita, Rafael Nadal pasó sus primeros apuros en Roland Garros, clasificado ya para los octavos de final después de regalar primero la enésima clase magistral en la Philippe Chatrier y tener que emplearse después a fondo para terminar festejando una victoria sudada. En dos horas y 49 minutos, el español frenó el ímpetu de David Goffin, que no es precisamente un tenista menor (llegó a ser siete del mundo) y tuvo la virtud de prolongar un combate que parecía sentenciado. El belga, desbordado desde el peloteo, agachó la cabeza y aguantó el chaparrón como pudo en esas dos primeras mangas, una pesadilla, pero reaccionó y le birló un set al rey de la tierra, contrariado porque no se esperaba semejante oposición después de cómo transcurría la tarde. Con todo, terminó el viernes con la imagen habitual de Nadal saltando al cielo de París, en donde tiene un espacio reservado hasta la eternidad.

Después de despachar sin demasiados agobios las rondas iniciales, menores Yannick Hanfmann y Yannick Maden como para extraer conclusiones, Nadal, y luego se hablará del desliz del tercer set, dio el salto que el mismo se reclamó en la previa. Fue un ciclón durante algo más de una hora, y el resultado, abultadísimo, descubre la mejor versión del español en lo que va de temporada. Las dudas que arrastró hace unas semanas quedaban diluidas y ahora Nadal se lo cree, renacido justo a tiempo para poner patas arriba este Roland Garros.

Viendo su puesta en escena, parece casi imposible imaginar otra cosa que no sea fiesta y alegría en este grande. Nadal se presentó en la Chatrier con otra cara, esa que anticipa una tarde de las buenas, y se escapó hasta plantarse con un 5-0 incontestable. Le funcionó el saque a las mil maravillas (solo concedió un punto en la primera manga), afinó con la derecha y subió con criterio a la red, que también es muy indicativo de cómo está el campeón. Intratable.

Hubo puntos estupendos del mallorquín, feliz con un viernes caluroso en París. Le encanta jugar con sol y, a la hora de la merienda, convirtió una pelea aparentemente atractiva en un pulso muy desequilibrado. A Goffin le dio solo para salvar el honor y no llevarse un rosco, pero sabía de antemano que no tenía nada que hacer si Nadal seguía en ese plan. Así de fácil.

Para colmo, el segundo set empezó con break para el campeón de 17 grandes, que consolidó y vivió de esa renta. Hay que destacar, y en cierto modo era previsible, que Goffin elevó el listón y quiso alargar el duelo desde la adversidad, mejorado en los intercambios y también más aseado en el resto. Ese despertar del belga derivó en una buena noticia, pues se confirma que Nadal también da la talla cuando se le aprieta.

En una hora y 13 minutos, algo más de sudor en la bandana, el español ya tenía dos sets de ventaja, imposible pensar en una remontada porque nunca Nadal ha dejado escapar un partido así en estas circunstancias (partido a cinco sets) en tierra. Al margen de la estadística, le avalaban las formas y la seriedad con la que se comportó en todo momento, poquísimos peros, nada que objetar.

Sí se le puede cuestionar el comportamiento del tercer parcial, que tuvo juegos más disputados ya que Goffin pasó a actuar algo más dentro de la pista para dominar los intercambios, animado el belga por una Chatrier que quería más tenis. Con 4-4, hubo alguna duda en Nadal, y se enredó con su saque de mala manera hasta entregarlo por primera vez, incapaz luego de corregirse después. Set para Goffin y otra vez a remar, aunque con una inercia muy distinta ya que los dos últimos juegos del mallorquín fueron malos, para qué negarlo.

Hubo algún morro en el rostro del español, ceño y mala cara. Bajó el porcentaje de primeros, subió el dígito de errores no forzados y perdió algo de frescura, sensaciones contradictorias. Pero por algo Nadal siempre será Nadal, el tenista más fiable incluso estando muy lejos de su mejor nivel. En el cuarto juego del cuarto set, quebró el balear y respiró después de pasar un mal rato, lo cual también se puede interpretar como una noticia positiva. Más que nada porque el camino se complica y está bien aprender a sufrir, y pocos como el número dos del mundo para escapar de las trampas. Ganó, que es lo que cuenta, y está a solo cuatro triunfos de otra gesta en Roland Garros, su paraíso.