El mejor Djokovic reconquista Madrid

Por si quedaba alguna duda, he aquí la certeza innegable de que Novak Djokovic vuelve a ser el depredador que despertó a mitad de 2018 y que arrasó hasta el Abierto de Australia de este curso. Dormitó un poco en los meses posteriores, muy discretos sus resultados en los torneos invernales, pero en el Mutua Madrid Open, justo a dos semanas de Roland Garros, el serbio se ha comportado como el animal que es, indiscutiblemente el número uno más tirano que ha existido cuando está en plenitud. Este domingo, dando una exhibición de cómo se juega sobre tierra batida, redujo a la mínima expresión al bravo Stefanos Tsitsipas, abrumado ante la superioridad total del balcánico. Después de firmar el sábado la victoria de su vida ante Rafael Nadal en la tierra de la Caja Mágica, esta vez no le dio para tumbar al mejor jugador del mundo. De hecho, ni se le acercó para hacerle cosquillas.

Cuando Djokovic limpia su mente y activa el motor, resulta ser un tenista imparable. Puede que no sea el que más entusiasme ni el que más brillo tenga, incluso parece un robot con pilas infinitas, pero la verdad es que borda la perfección con un repertorio de golpes estupendo. A Tsitsipas le amargó la existencia con ese revés a dos manos genial, tirando cruzados y paralelos indistintamente, y encima, fresquísimo de piernas, anuló cualquier plan del heleno, quien abusó esta vez de las dejadas para evitar los intercambios demasiado largos.

Al irreverente Tsitsipas, consagrado en una plaza como la de Madrid al completar una semana de altura, le quedó grande la cita, aunque fue más por mérito de Djokovic que por demérito suyo. Ya tiene todo el mundo en la cabeza el nombre de este muchacho carismático, también finalista el año pasado en el Masters 1.000 de Toronto y semifinalista en Australia este curso. Más allá de sus títulos, que son tres con el trofeo recién conquistado en Estoril, se mencionan estos logros para entender que no es de los que se asusta en las citas de postín, descarado y con un desparpajo que le hace muy peligroso. Esta vez, dicho está, no pudo ni inquietar lo más mínimo a un Djokovic estelar.

El serbio, ya rehabilitado del todo y con una vuelta a los orígenes después de entrar en un espiral peligroso, mantuvo la línea trazada el sábado ante Dominic Thiem, que es, junto a Nadal, el mayor enemigo que puede haber en la tierra. Negoció el domingo con la experiencia propia de un jugador de su talla (era su final 48 de un Masters 1.000) y rompió el saque del griego nada más empezar. A partir de ahí, solidez absoluta para dar el primer paso hacia su tercera corona en Madrid, tantas ya como Roger Federer y a dos de Nadal. Además, regaló algún punto con sello propio, definitivo desde el fondo de la pista y brillante en una contradejada que puso a la Caja Mágica en pie. En el segundo parcial, ligeramente más igualado, el quiebre llegó en el noveno juego, así de fácil.

Visto lo visto, da miedo pensando en lo que queda. Esta semana toca Roma, otra estación de las importantes, y en el horizonte está París. Puede cerrar ahí el círculo y enlazar los cuatro grandes del tirón por segunda vez, como en 2016, y si sigue en este plan habrá que concederle buena parte del favoritismo que está perdiendo Nadal con las dudas que despierta en esta primavera de escasez para él. Madrid, definitivamente, sirve de trampolín para un Djokovic celestial.

Con su título, que llegó sin conceder ni una bola de break a su rival, Djokovic iguala a Nadal con 33 Masters 1.000, líderes de esa clasificación. Además, aumentará su distancia en la lista de la ATP y acumula ya 74 títulos, a seis del español.