Un debate anómalo que deja en evidencia al PSOE

Anómalo es que ERC y PNV tuvieran tiempo de sobra y no estuviera Vox en el debate. Un debate lastrado por esa grave irrealidad.

Además de eso, alarmante falta de profundidad general. Mejor que nadie estuvo Arrimadas, sobrada de tablas. Desigual estuvo Álvarez de Toledo, bronca a veces, muy centrada en Sánchez pero con poca propuesta suya. En la izquierda, mejor Irene Montero que María Jesús (Montero) del PSOE. A mucha distancia.

Sánchez aspira a ganar sin debatir aprovechando por completo su peana institucional, de la que abusa. Fue sorprendente la vacuidad de su representante.

Ganó Arrimadas en la derecha, ganó Irene Montero en la izquierda, y Cayetana Álvarez tuvo momentos de brillantez con otros de cierto versolibrismo (nos enteramos de repente que el PP está en contra de el neofeminismo institucional actual) y otros de empecinamiento en la simple oposición a Sanchez. Le faltó definir un nuevo PP (si es que tal cosa existe) más allá de su propia figura.

El debate económico

Dos España en la economía: la que quiere bajar impuestos y la que no. «Los bajaremos todos», dijo Álvarez de Toledo. Arrimadas se centró mucho en los autónomos e hizo una propuesta entre la ilusión y el disparate: «Queremos que España se convierta en el mejor país del mundo para tener una familia, un negocio y ser autónomo». Machacó ese trípode de españolidad (pyme, familia, autónomo), perfil que el PP no buscó, basándose en grandes generalidades y en la historia de su gestión.

El PSOE defendió «las politicas modernas» (?). Cambiar el modelo económico por arte de birlibirloque y una «fiscalidad del s.XXI» que no se sabe qué es (¿impuestos a influencers?). Presumió de haber creado 500.000 puesto de trabajo. Álvarez de Toledo se aplicó aquí recordándole el historial socialista con las pensiones y con el empleo.

Montero de Podemos estuvo más clara. Su populismo coge otro aire con ella y encuentra en las Cloacas un contrargumento contra el famoso chalet. Propone un «horizonte morado» y un «horizonte verde». Eco-feminismo. Leña al mono con el Íbex y a los bancos e intervenir en la tarifa de la luz y en el precio del suelo. «Ya sabemos que se puede». En cuanto puede les habla solo a ellas. Ofreció acabar con el «falso autónomo», el autónomo con único pagador.

En conjunto hubo bastante ilusionismo fiscal. Los que bajan impuestos no dicen de dónde va a salir el dinero, los que no dejan de ofrecer cosas no explican cómo las va a sostener.

El bloque lo cerró Esteban, con una rara autoridad de partir realmente el bacalao: «Aquí hablan de bajar, pero todo no se puede bajar». Él a lo suyo, que se apoye a la industria (vasca) y que cada Comunidad aguante su vela. Habló de «ultraactividad y prelación». De cosas que entendían cuatro.

Las políticas sociales

En lo social hubo diferencias. Álvarez de Toledo jugó a verso libre del PP entrando de lleno en una cuestión en la que el PP se ha puesto de perfil: el discurso feminista. Ocupó un lugar de Vox al no poder Vox defenderlo en televisión. Se enzarzó con Irene Montero llegando a amenazarla con los tribunales. Se las tuvo tiesas también con la representante del PSOE.

Ciudadanos no entró en ese charco y orientó su política social hacia los autónomos. Perfiló más su propuesta. Más clara Arrimadas, con más hechuras políticas. Es a la vez catalana, andaluza y salmantina de origen. Es española por muchos sitios. Cs se ofrecen como partidos de Autónomos («El populismo lo pagan ellos») y puso énfasis en acabar con «los chiringuitos». Esto es un sucedáneo poco satisfactorio de la reforma de la administración, que ni se dice, ni se promete, quedándose todo en estos «chiringuitos».

Ciudadanos fue claro: autónomos e igualdad territorial. Enseñó un gráfico con lo que recibe un vasco y un extremeño. En lo social entraba también lo territorial.

Rufián hizo de zeitgeist, espíritu del tiempo: hizo de Follonero, con un extraño acento de Embajadores. Podríamos decir que estrenó acento. Pasa tanto tiempo en Madrid que no es de extrañar. Es independentista por dentro, opinólogo digno de La Sexta por fuera.

Podemos llevó al paroxismo su preocupación social: «Nuestra forma de vida son los servicios públicos». Como si uno se casara con un autobús. Habló de educación gratuita en todos los niveles, de subirlo todo, de concederlo todo. Esto dicen que lo van a pagar los bancos, algo que la humanidad lleva intentando unos cuantos siglos.

El PSOE rozó la desfachatez. «Todas las libertades y avances las trae el PSOE, desde el divorcio a, esperemos, la eutanasia». Pero el divorcio, ¿no fue anterior? El PSOE sacó la bandera feminista, pero no tanto como Irene Montero con su propuesta de modificar el Código Penal para que «Sólo el sí sea sí». PSOE y Podemos compitieron por garantizar salud bucodental y feminismo, pero aquí Irene Montero sonó más fresca y clara y puestos a prometer prometió con menos freno. La representante del PSOE era un artefacto zapatero-almodovariano que no se salía de la fraseología institucional de los viernes sociales. Arrimadas, graciosa, epigramática, remató: «Los viernes sociales serán lunes de recortes» y «Si gobierna Sánchez gobernará Iglesias». Arrimadas estuvo muy graciosa, brillante en sus réplicas a Rufián.

Aitor Esteban seguía a lo suyo, como si hablara para otra gente, y presumió de Indice de Gini, que al parecer está mejor en Euskadi que en Europa y volvió a mencionar el autogobierno. Lo hizo en cada intervención.

Con su autoridad de árbitro que quita y pone presidentes cerró también este bloque: «Están todo el rato hablando de cosas que son competencia de las Comunidades Autónomas». O sea, palabras vanas.

Dio la impresión de que había dos niveles: uno, populista, gallináceo, para todos, y uno distinto, oligárquico, real, de poder efectivo que pulsaba el PNV, que acababa cada intervención diciendo la palabra «concierto», «concertar» o la palabra cupo. Normal es que a Esteban le sobrara tiempo por todos lados (como si el tiempo también entrara en el concierto).

El problema territorial

La cohesión territorial, o más bien lo contrario. Una forma de resumirlo es que ERC, PNV y Podemos dijeron la palabra «diálogo» en algún momento -Podemos empezó hablando aquí también de las eléctricas-. PP y Cs no lo iban a hacer, pero la duda era el PSOE. María Jesús Montero trató de huir del asunto «Los españoles están hartos de este tema». Pero acabó su intervención con la expresión «solución dialogada». Cantaba la gallina. Compensó dirigiéndose a Rufián (por primera vez) para asegurar que con el PSOE no habría ni referéndum ni independencia. Pero no contestó las acuciantes preguntas de Álvarez de Toledo: ¿Cuántas naciones hay en España? ¿Indultarán ustedes a los golpistas?