Tensión entre los barones socialistas a seis meses de las autonómicas

«El día 2 todo puede cambiar». Esto es lo que hace un mes dijo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Sus colaboradores añadieron: «El futuro dependerá del mensaje que los andaluces trasladen a la política nacional». Todo ha cambiado el 2-D, sí, aunque no en la dirección que esperaba Sánchez. Andalucía acabó desatando un terremoto. Esperaba superar la cuestión de confianza en las urnas andaluzas -por primera vez como presidente- pero el resultado se parece más bien a una moción de censura. La Moncloa aún no ha tenido tiempo de leer el mensaje en toda su extensión. Sí lo han leído los presidentes autonómicos del PSOE, que tienen el miedo en el cuerpo. El sentir de los socialistas se resume así en la semana posterior al 2-D y a menos de seis meses de unas autonómicas. «Todos los presidentes autonómicos están atemorizados, han puesto sus barbas a remojar, el tablero de juego ha saltado por los aires y el que más y el que menos se preguntan qué va a pasar con Vox en sus territorios y cómo evolucionará el voto con Ciudadanos, después de la catástrofe andaluza».

El intenso romance de los andaluces con el PSOE –que ha durado 36 años– se ha roto cuando nadie lo preveía y por el lugar menos pensado. Ha entrado en el Parlamento con fuerza un movimiento de aroma populista procedente de una escisión del PP. Los politólogos de todo el mundo han dedicado la última década a estudiar el auge de este tipo de fenómenos. Si Podemos fue una consecuencia directa de la gran recesión, de las desigualdades y del aumento de la precariedad y la pobreza, Vox se inscribe en el apartado de la «revolución cultural».

Pepe Fernández-Albertos recoge en su último libro, Antisistema. Desigualdad económica y precariado político, un resumen de los cambios que las democracias occidentales sufren con la irrupción de los nuevos partidos. El politólogo del CSIC cita las tesis de dos colegas, Pippa Norris y Donald Inglehart, que defienden la hipótesis de la «revolución cultural» como causa principal de la eclosión de estas fuerzas. «El ascenso de los nuevos partidos no se debe a la inseguridad económica, la desigualdad o la precariedad, sino a la activación política de una serie de valores tradicionales entre los votantes contrarios a los cambios culturales. Le dan más valor al papel de la autoridad, a los valores tradicionales y a la conservación de la identidad nacional». Vox es la expresión española de esta activación de las tradiciones y la identidad nacional, frente al cosmopolitismo, el feminismo, el ecologismo, y el independentismo.

De la teoría a la práctica, son muchos los dirigentes socialistas que ven en los resultados del 2-D un castigo a la política de distensión de Pedro Sánchez con los independentistas catalanes. «Por desgracia para los que defendemos la moderación y el diálogo desde posiciones progresistas, tenemos que reconocer que hay ciudadanos que han comprado el mensaje del PP y Ciudadanos de que el Gobierno de Pedro Sánchez es débil y capaz de aceptar humillaciones de los independentistas con tal de sostenerse en el poder».

Todo ello en mitad de una legislatura marcada por la incertidumbre. En las horas posteriores al fracaso de Susana Díaz en Andalucía -ganó las elecciones, pero perdió el Gobierno-, volvió a sangrar la herida de las primarias que le ganó Pedro Sánchez. La dirección socialista culpó a la presidenta andaluza del resultado, a su campaña durmiente y a su desgaste político, tras fracasar en su intento de ser la secretaria general del PSOE. Aún hay dirigentes que así lo sostienen. «La gente no perdona que te quieras ir de tu comunidad a Madrid y luego vuelvas, no gusta ser plato de segunda mesa».

La solución desesperada de una renuncia de Díaz para un hipotético Gobierno con Ciudadanosestuvo sobre la mesa. Aunque sólo diez minutos. La dirección nacional y Moncloa plegaron velas. «Pedro no puede exigir la renuncia de Susana cuando él no dimitió después de llevar al PSOE a los peores resultados de su historia», advirtieron algunos.

A la espera de que el PSOE sea desalojado de la Junta de Andalucía por PP y Ciudadanos, con ayuda de Vox, nadie es capaz de aventurar cuál será el futuro de Susana Díaz, ni de Pedro Sánchez. Los socialistas, como todos los españoles, se han acostumbrado a los cambios de posición y giros en el aire del presidente del Gobierno. Confiado en su buena estrella -ampliamente acreditada-, algunas fuentes del partido aseguran que resistirá todo lo que pueda hasta convocar elecciones.

El primer apunte de La Moncloa después del mensaje de los andaluces es que el miedo a Vox puede movilizar a la izquierda moderada del PSOE y que la presión que ejercerá ese partido en PP y Ciudadanos le dejará el centro libre a Sánchez. Aunque los socialistas también temen por sus votantes tradicionales -la mayoría, de las clases menos pudientes-, que igual no se sienten identificados con el Gobierno.

Por poner un ejemplo, los presidentes autonómicos socialistas están enojados con las declaraciones de la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, en las que dijo que no era partidaria de los toros ni de la caza. Tres días después de las elecciones andaluzas en las que Vox -ahora sabemos por qué- enarboló la defensa de los cazadores y sacó a toreros famosos en los mítines.

La ministra es una prestigiosa experta en cambio climático, pero igual no sabe calcular el impacto político de sus opiniones sobre el partido que sustenta al Gobierno. Los presidentes autonómicos socialistas -muy cuidadosos con la caza y los toros- han tenido que salir al paso de estas declaraciones de la ministra. Encabezados por el PSOE extremeño que lidera Guillermo Fernández-Vara. El presidente de Extremadura ha escrito en Twitter: «Nosotros hablamos con hechos. En unas semanas, nueva ley de caza pactada con la Federación. Hay más de 100 ganaderías de reses bravas en Extremadura. Por algo será. La mejor Escuela Taurina. La primera Feria del Toro».