David Gascón: «El poder de cambiar el mundo lo tienen los profesores de escuela»

David Gascón (Zaragoza, 1982) es cofundador y director tecnológico de Libelium, la empresa aragonesa de más éxito en el campo de la innovación. Este polifáctico ingeniero, muy interesado también en las artes y letras –es productor de música electrónica y escritor de ensayos—, ha sido premado recientemente por la Real Academia de Ingeniería por sus contribuciones a los desarrollos científico-técnicos de la sociedad.

–¿Qué ha supuesto la concesión de este último reconocimiento?

–Mucha alegría por ser un premio de una de las instituciones más prestigiosas de España. Supone también una gran responsabilidad para seguir siendo merecedor de este reconocimiento.

–Tanto Libelium como sus fundadores atesoráis un sinfín de premios, ¿cuál es el secreto?

–Una de las cosas más importantes que tenemos es que siempre estamos pensando en el mañana, en lo siguiente… En mi caso, trabajo con tecnología disruptiva que cada seis meses es casi obsoleto. Esa dinámica de trabajo es la fuerza motriz principal de mi carrera y la que he aplicado en Libelium. Lo importante, más que la meta, es el camino: estar siempre andando hacia adelante.

–La empresa ha cumplido 12 años de vida, ¿cómo se encuentra?

–En un momento muy estable. Las empresas tecnológicas pasan por muchos ciclos: de incertidumbre en los comienzos, de gran crecimiento a los pocos años… Nosotros hemos pasado la barrera de los cinco millones de euros de facturación al año y esto hace que nuestra velocidad de incremento del negocio se haya reducido. Sin embargo, vivimos un periodo de estabilidad muy positivo: el producto cada vez se hace más estable, tiene más fiabilidad, el mercado lo reconoce. Estamos cogiendo impulso para hacer una nueva generación de la tecnología y saltar a la siguiente fase con proyectos mayores y más ambiciosos. Los últimos años nos han servido de preparación y estamos vislumbrando cómo vamos a pasar a la siguiente división.

–¿Cómo se ve dentro de 10 años?

–Como decía (Niels) Bohr, hacer predicciones es un arte difícil, sobre todo del futuro. Cuando trabajas en tecnologías disruptivas, preconizar sobre lo que va a pasar dentro de más de uno o dos años es imposible porque no sabemos si llegará algo que lo cambie todo como ya ocurrió con el teléfono móvil, internet o whatsapp. ¿Dónde me gustaría estar dentro de diez años? En la vida de las personas, es decir, que Libelium siga aportando tecnología que genere un impacto directo en la vida de las personas.

–¿Alguna gran empresa ha tratado de comprar Libelium?

–Continuamente, la verdad. No es ninguna sorpresa en una empresa de tecnología como la nuestra. Lo que pasa que es tan importante escucharlas las ofertas como saber decir que no. Muchas veces es fácil pensar: tengo la vida solucionada, me voy a dedicar a otra cosa… Pero cuidado, cuando llevas tantos esfurezo dedicado quieres que tenga un final bueno o un sentido. Hay gente que se nos acerca con mera visión especulativa, para comprar la empresa, meterla en un grupo y revenderla después a, por ejempo, una compañía militar. Eso no es lo que queremos. Para mi es muy importante que la tecnología la pueda seguir usando la gente de la calle. Libelium es una empresa siempre abierta a todo, pero buscando siempre, no solo un tanteo económico adecuado, sino una continuidad y una posibilidad de impacto futuro de la tecnología en la sociedad.

–La revolución digital está avanzando a gran velocidad, ¿qué recomienda para no perder el tren del futuro?

–Existe una ambivalencia muy grande con las nuevas tecnologías. Por un lado, cada vez hay más aversión al mundo digital porque se come poco a poco nuestra privacidad y nos esclavizan al teléfono. Por otro, nos ofrece cantidad de oportunidades a cada momento. Hay que encontrar el punto intermedio. Hay que educar a los niños a ver la tecnología como una herramienta y un lenguaje que nos permite crear cosas, contenido y conocimiento, pero que debe estar siempre en un segundo plano. Lo primero es forjarse una identidad como persona, saber quienes somos. Internet nos da acceso a todo el conocimiento en un clic pero también a todas las formas de perder el tiempo y malbaratarnos. Cuidado, la espada de Damocles está ahí cada vez que desbloqueamos el teléfono.

–¿El sistema educativo está preparado para estos retos?

–Debe estarlo, no queda otra. El mayor problema de España es que los mejores profesionales deberían ser profesores de escuela y no lo son porque están mal retribuidos. Debería ser una de las profesiones mejor pagadas porque son los que tiene el poder de cambiar el mundo, generar valor, talento y capacidad de cambio en la sociedad. Lo importante es el profesor del niño o del adolecente, más que del universitario, pero no se le da la valoración que merece. Como pasaba en la antigua Grecia, los mejores deberían estar en la educación básica.

–¿Cuáles son los proyectos más potentes ahora de la compañía?

–Tenemos proyectos muy fuertes sobre control de la calidad del agua, donde trabajamos con empresas de todo el mundo. Por ejemplo, colocando nuestros sensores en piscifactorias de Asia para que los peces lleguen a EEUU con un certificado de calidad. También en temas de agricultura inteligente; con la empresa zaragozana RemOT Technologies hemos desarrollado un proyecto para que los enólogos puedan saber cómo será su vino. Y seguimos con el minihospital portátil para países en vías de desarrollo,  lanzado hace un año, que reduce 100 veces el coste de las soluciones actuales de mercado.

–Es uno de los creadores del internet de las cosas, ¿cómo cambiará la vida esta tecnología?

–No somos concientes de lo que supone, pero también soy precavido. Estamos integrando sensores en todo el mundo y trayendo la información a internet, pero de aquí a cinco o diez años, lo que va a pasar es que esa información que ahora recopilamos en crudo, vamos a ser capaces de darle una semántica y generar a través de técnicas de inteligencia artificial una cierta consciencia del mundo. Algo muy parecido a lo que hace el cerebro humano.

–¿Cuál diría que es la salud de la I+D en Aragón?

–Está en un momento muy bueno en cuanto a que hay muchos microempresas y microproyectos de jóvenes. Existe un interesante florecimiento y gérmen de ideas, un caldo de cultivo positivo. Pero creo que se está dando demasiada importancia al fenómeno empreendedor y poca a la solidez empresarial. Grandes ideas no es difícil tenerlas, lo díficil es buscar un modelo empresarial que las sustente.

–Cultiva una vida multidisciplinar. Parece un hombre del Renacimiento.

–Ya me gustaría (risas). La ciencia es parte germinal de mi vida, pero también las humanidades. Me dan vergúenza los científicios o ingenieros que intentan hacer cosas con impacto pero no saben hablar o escribir. Hay que saber defender lo que creas, contarlo con pasión y crear acólitos que te sigan y apoyen. Para mi es más importante el conocimiento generado que dejó en el mundo a generacoines futuras, que si ahora se aplica de forma masiva. H