El hogar de la generosidad

En la calle P de Mercazaragoza, la plataforma de distribución agroalimentaria situada en la carretera de Cogullada, se encuentra el hogar de la generosidad de millones de aragoneses y entidades privadas que año tras año colaboran con el Banco de Alimentos de Zaragoza. La oenegé ultima estos días la preparación de sus tres naves para afrontar la cita del año: la Gran Recogida, que tendrá lugar los próximos días 30 de noviembre y 1 de diciembre en los establecimientos colaboradores, principalmente supermercados.

El objetivo es recaudar cuantos más alimentos no perecederos mejor y, especialmente, este año se requiere aceite (su precio ha subido y eso se percibe) y también azúcar. La leche, una vez más, sigue siendo «fundamental», así como las latas de conserva. «Esperamos batir el récord y nos gustaría llegar a repartir en este 2018 más de 4 millones de kilos de alimentos», explica José Ignacio Alfaro, presidente del Banco de Alimentos de Zaragoza.

Estanterías inmensas se distribuyen a lo largo y ancho de las naves de Mercazaragoza. En ellas se pueden apreciar cajas con productos almacenados, pero también suficientes espacios para poder almacenar los kilos que están por llegar. El trabajo de los voluntarios comienza a las 9.00 horas, cuando se inicia la distribución de los alimentos a las entidades y también la recepción.

congelador a -20 grados / «Una vez que llega el producto, nosotros nos encargamos de documentarlo bien. Vemos las condiciones, lo comprobamos, miramos su fecha de caducidad, su calidad y su estado y, después, se almacena», explica Benito Pérez, un voluntario que ejerce de jefe de día en la nave desde hace 6 años.

Los alimentos recomendados para la donación son leche, conservas de pescado (sardinas, atún…), harina, tomate frito, botes de legumbres cocidas, cacao, azúcar y aceite. Sin embargo, la oenegé también recibe donaciones de frutas y verduras, a las que debe dar salida «de forma inmediata». En estos casos, por ejemplo, se llama al Refugio y se les entrega el producto.

También llegan grandes cantidades de carne por parte de empresas como Matachín. En este caso, el Banco de Alimentos de Zaragoza dispone de un gran congelador con una temperatura de -20 grados para mantener el producto. Disponer de esta gran infraestructura fue posible gracias a una donación de Amancio Ortega, quien donó 4 millones de euros a los Bancos de Alimentos de toda España, de los que 70.000 euros fueron para la sede de Zaragoza. «Recibimos donaciones económicas de entidades que nos vienen bien; el mobiliario es de alguna empresa que ha renovado el suyo y lo cede; los espacios que son oficinas los tenemos gracias a La Caixa, Esta es nuestra forma de funcionar», explica Alfaro.

Los voluntarios diaros, que son unos 143, son personas jubiladas o que disponen de tiempo libre. Hay exempleados de banca, militares, jefes de logística de grandes supermercados o antiguos trabajadores del aeropuerto. «Es muy satisfactorio, te sientes útil y ocupas el tiempo en beneficio de los demás», asegura Benito Pérez. Sobre la importancia de la donación por parte de la ciudadanía, el presidente José Ignacio Alfaro apunta que «la gente no es consciente de cuánto puede hacer» con la entrega de unos parquetes de pasta o unos cartones de leche.

ADAPTARSE A LAS CULTURAS

El barrio de San Pablo, en Zaragoza, es el que más entidades receptoras tiene y donde se concentra la mayoría de personas necesitadas. Sobre los beneficiarios, la oenegé ha tenido que adaptarse a las diferentes culturas asentadas en la ciudad. «Hace unos años, por ejemplo, nos dimos cuenta de que grandes cantidades de lentejas se echaban a perder o eran tiradas a la basura. Resulta que entre los beneficiarios había muchos portugueses, que no las comen», cuenta Alfaro.

Por otro lado, la comunidad de nigerianos no consume lechugas, «lo consideran pasto y nos encontrábamos muchas en el contenedor», añade el presidente. «Tenemos que tener en cuenta esas cosas en el reparto y en quién recibe», dice. También con los musulmanes deben controlar el tema de los productos que llevan carne. «Por ejemplo, entregamos unos potitos de pollo y nos los devolvieron porque no estaban procesados de una forma especial. También con las albóndigas o algún dulce que lleva manteca», explica.

Más allá de Zaragoza, todos los Bancos de Alimentos disponen de una herramienta informatizada a través de la cuál pueden ver las carencias puntuales que se necesitan. «Trabajamos en red y nos ayudamos. Recibimos envíos de otras comunidades y nosotros mandamos», dice Alfaro.