Boris Johnson ataca el Brexit de May y la acusa de imitar las políticas laboristas

Llegó el gran día para Boris Johnson y la pesadilla para Theresa May. El líder de los euroescépticos conservadores se ha desplazado hasta Birmingham (Reino Unido) para pronunciar, en un acto paralelo al congreso del Partido Conservador, el discurso con el que muchos de sus seguidores esperan que por fin quede clara su apuesta por competir por el liderazgo de los tories. Johnson ha arremetido duramente contra el llamado plan Chequers de May, la propuesta para un Brexit suave a la que se aferra la primera ministra para salvar las negociaciones con Bruselas. «Es un escándalo constitucional», ha proclamado entre los aplausos enfervorecidos de los suyos. «Ha llegado el momento de acabar con Chequers», ha dicho. Al mismo tiempo, ha atacado a la primera ministra por «imitar las políticas de la oposición laborista» y se ha presentado como el paladín de los verdaderos principios y valores del conservadurismo.

«El plan Chequers es peligroso e inestable, tanto política como económicamente», denunciaba el líder del euroescepticismo británico frente a los cientos de militantes conservadores que han acudido a su acto. «No es democracia. No es aquello por lo que votamos», ha insistido.

Johnson, el político con más hambre de escenario que ha dado Reino Unido en las últimas décadas, se ha encargado de alimentar las expectativas en torno a su intervención en Birmingham. Ha filtrado fragmentos de su discurso horas antes. Sobre todo, aquellos que hacían referencia a los valores y principios del conservadurismo, según él los entiende. Con un doble propósito: conseguir el aire de respetabilidad y seriedad que sus numerosas extravagancias han desinflado y presentar las políticas de Theresa May como una imitación de las propuestas laboristas.

«No debemos de ningún modo seguir a Corbyn [el líder del Partido Laborista] y empezar a tratar al capitalismo como un término que da miedo», ha proclamado Johnson. «No podemos perder nuestra fe en la competitividad, en la libertad de elección o en los mercados. Debemos restablecer la simple verdad de que simplemente no existe otro sistema que de un modo tan exitoso y milagroso logre satisfacer los deseos y necesidades humanas».

Entre las filas conservadoras comienza a surgir un temor fundado a que el laborismo cobre ventaja. El congreso de Liverpool de la semana pasada fue un camino de rosas para Corbyn, que reforzó su liderazgo en el Partido Laborista, cerró temporalmente las divisiones en torno al Brexit con una fórmula de consenso y recibió elogios por sus propuestas radicales de reforma de la economía, que ya no suenan disparatadas para una ciudadanía británica que ha sufrido una década de austeridad.

Reencarnación del espíritu conservador

Johnson se presenta como la reencarnación del espíritu conservador que tantos éxitos electorales ha logrado en Reino Unido, y ha prometido «usar las ideas conservadoras básicas para adaptarlas a los problemas actuales». Aunque una de esas ideas clásicas, la que siempre suena bien en los oídos del electorado y de los militantes, es la bajada de impuestos. Así que ha formado parte central del discurso. «Ajustemos nuestros impuestos para estimular la inversión y el crecimiento. Debemos constantemente apuntar a que bajen, no a que suban. Es el modo conservador de hacer las cosas. Sigamos nuestros instintos conservadores», ha anunciado Johnson, más proclive en su trayectoria política a seguir sus propios instintos que ninguna consigna partidista.

No puede evitar, sin embargo, transmitir constantemente una imagen atrabiliaria en sus planteamientos políticos. Horas antes de su esperado discurso, el diario The Sun, el tabloide más leído en el país, adelantaba en exclusiva los planes de Johnson para retrasar en seis meses la salida de Reino Unido de la UE, prevista para el próximo 29 de marzo. Según el diario, ya ha tenido contactos exploratorios con miembros del Gobierno de May para exponerles su idea.

Las respuestas entre sus correligionarios han sido de asombro. De cara a Bruselas, por la ingenuidad de Johnson —por el que no sienten excesiva simpatía— al pensar que se aceptaría sin más esa prórroga. Respecto al electorado británico que votó por la salida de las instituciones europeas, porque sería visto como un fraude y una decepción.